La vida artificial
por: Félix Manuel Olivera González Librilla 02/11/2.012
Esto es o parece una ida de olla de las que escribía hace cinco años XD.
Aún así, creo que merece la pena darle una oportunidad al relato y leerlo.
Un saludo :)
"La Vida Artificial trata de situar la vida tal como es dentro del contexto de la vida tal como podría ser."
Christopher Langton
Los recuerdos te salvarán…
Por Félix Olivera
No se porque, hoy se me viene a la cabeza el momento en que cuando bajaba del autobús, no calculé bien el tiempo para salir de este y se me cerraron las puertas teniendo que saltar para impedir que me empalaran. Salté de cabeza al vació y me estrellé con la acera solo para recibir un leve rasguño y una pequeña magulladura en la pierna derecha…es curioso, quizás, este recuerdo fugaz me lleve ahora a ponerle un principio a tanto desorden en mi cabeza.
En la casa de alquiler…
-Los años que llevo en este mundo me han hecho percatarme, de que, hay algo que no funciona en esta sociedad, que hay
verdades que nos ocultan para conducirnos por donde unos pocos quieren. No eres más que un producto de esto que
llamamos sociedad, en la que creamos expectativas de la gente que queremos imitar y adorar, y que en definitiva, se frotan las manos con el dinero que ganan gracias a borregos como tú y como yo.
La realidad es muy simple diría yo, cree solo en ti mismo y en la vida que dejas atrás desde que naciste, puesto que eso, es lo único real.
Si no te sientes inferior a un rey, a un cantante, o a un dios, es porque eres muy superior y ni siquiera eres reconocido. Por eso, hace tiempo que decidí salir de ese mundo artificial al que llamamos sociedad humana, para crear, mi propia realidad.
Desvaratar el mundo de las mentiras no es nada nuevo y es difícil, algo que muy pocos apoyan, ¿quién no es feliz acaso creyendo todavía en las fantasías?-argumentó Oscar como si fuera el discurso de su vida.
-No trates de filosofar conmigo, ya me sé de memoria tus historias sobre la religión, y que piensas que Nietzsche tiene el secreto de la vida y todas esas lindezas…¿nos vamos a comer ya?-le dijo Marta.
Oscar y Marta eran novios desde hacia varios años, y aunque compartían el amor que sentían el uno por el otro, estaba claro, no compartían los mismos ideales.
Era viernes y como mandaba la tradición vierneniana, se dirigieron al Macdonals de una gran superficie de la ciudad; luego se pidieron dos sendas hamburguesas.
-¿Sabes…?, el otro día leí en el periódico una historia corta llamada la isla fantasma, la verdad es que para ser la primera obra de su autor no esta nada mal, solo tenía catorce años cuando la escribió.-le dijo Oscar.
-Sabes que no me la voy a leer, odio la fantasía, solo me gustan las historias que tienen que ver con la realidad.-le contestó Marta.
-¿Nunca lo has pensado?-le preguntó.
-¿El qué?-le contestó formulando otra pregunta.
-Que de que esta hecha la bebida de cola.-le dijo después de tanto redundar.
-No.-le contestó algo distraída.
-Siempre me pregunté si sería más importante el hecho de saber si la cola es una patente de la que no tenemos derecho a saber nada, o posiblemente un producto perjudicial para la salud.-dijo Oscar con los ojos fijos en los de su novia.
-¿Entonces si me lo preguntas, por qué te la bebes?-le preguntó.
-Quizás porque esté buena.-le contestó con leve asentimiento.
-Entonces, tú también eres como los demás.-le dijo con ironía.
-Yo no soy como los demás, ellos ni siquiera se lo preguntan. ¿Y los emo?-
-¿Qué son los emo?-le preguntó Marta.
-¿Aún no sabes qué es un emo? Es una cultura que tiene a la tristeza como dogma.-
-¿Ahora no se lleva lo de ser hippie, bacala o heavy?-
-Que va…esa moda perteneció a finales de los 90 y a principios del siglo XXI.-
-Nunca entenderé las modas.-dijo ella mientras movía la cabeza de un lado a otro.
-La gente siempre necesita sentirse identificada con un sector de la sociedad en la vida. Si Allan Poe levantara la cabeza, volvería a esconderla al darse cuenta de la corriente que ha generado.-
-¿No te caen bien esos emo?-le preguntó mientras sorbía su cola.
-Solo digo que es una moda tan pasajera como las otras.-
-¿Podríamos hablar de otras cosas…?-le preguntó ya cansada de sus aburridas conversaciones.
-¿De qué quieres hablar?-le preguntó Oscar.
-De gran hermano y de las últimas nominaciones...-le respondió con un esbozo de sonrisa.
-¿Gran hermano…?-le contestó indignado.
-Si, también es interesante, es más, un experimento sociológico suspervisado por psicólogos...más interesante si cabe que algunas de tus absurdas conversaciones.-le dijo enfadada.
-Entonces, porqué que no te presentas el año que viene y así descubres lo que es sentirse una rata de laboratorio emo.-le dijo para mosquearla.
-¿Por qué no dejas de ser un pesao que no disfruta los momentos de su vida y que se deja de hacer preguntas absurdas?-le preguntó para que se callara de una vez.
-Soy filósofo.-dijo Oscar.
-Y yo peluquera.-le contestó pensando en que al menos Twin Peaks respecto a gustos televisisvos, era algo en lo que coincidían.
Después de tan larga e innecesaria conversación, se fueron a casa a descansar. Pusieron algo de música, creo que algún tema de los Radiohead.
A la mañana siguiente, Marta tenía reconocimiento médico con el especialista de ginecología, y en el hospital, le diagnosticaron un cáncer que estaba en un proceso muy avanzado.
-Me han hecho una gammagrafia, tengo metástasis ósea y quizás me quede un mes de vida…¡abrázame Oscar!-dijo mientras rompía a llorar.
-Marta, esto no va a quedar así. Voy a hacer todo cuanto pueda por salvarte.-le dijo tratando de reconfortarla, cuando en realidad trataba de hacerlo más por si mismo.
El repentino cambio de vida que sufrió Marta, la hizo interesarse de pronto por la enfermedad que sufría, así que le encargó a su novio todos los libros que encontrara sobre el tema.
-Oscar…si mi cuerpo es el que me está matando, quizás haya alguna forma de vengarse.-afirmó.
-¿Qué sugieres?-le preguntó Oscar.
-Quiero que me lleves a ver el mar, quiero sentir que estoy viva, si siento continuamente que me estoy muriendo, quizás muera antes.-dijo Marta algo optimista.
-No me digas más que te vas a morir, no quiero volver a escucharlo.-dijo mientras miraba al suelo.
Al día siguiente, Oscar llevó a su compañera a la playa, un emplazamiento único rodeado de desfigurados acantilados. Allí prepararon una buena merienda.
-Hoy no voy a leer nada, solo quiero contemplarte y escuchar cada palabra que digas…
-...-después de escucharla, Oscar no pudo contener las lágrimas.
-El mar …nunca lo había visto con los ojos con los que lo veo ahora. Quizás no exista el dios de mi religión, pero esta claro que mi fé en él, me aporta nuevas energías para vivir.-dijo con felicidad.
-Ten cariño…esto es para el dolor.-dijo Oscar mientras le mostraba algo de hierba.
-¿Marihuana?.-le preguntó extrañada.
-Si.-le dijo mientras comenzaba a prender fuego al porro.
El día después, Marta le pidió a su novio los mejores libros de filosofía junto a los que más apreciaba.
-¿No deberías descansar un poco?-le preguntó preocupado.
-Oscar...-dijo ella con una mirada que valía más que mil palabras.
-Toma, Ecce homo.-le ofreció.
-¿Ese es un buen libro?-le preguntó la joven peluquera.
-Es la autobiografía de Nietzsche, la escribió a los 44 años justo antes de perder la cabeza, y en el trata de ver la vida con sus propios ojos. No es necesario que lo leas entero, te indicaré algunas partes.-
-Lo leeré entero …-dijo sin dudar.
-No es necesario que hagas esto.-dijo muy angustiado.
-No hago esto por eso. Antes vivía por el simple hecho de vivir.-concluyó.
A la mañana siguiente; en la cama del dormitorio.
-¿Oscar?, Nietzsche habla de un superhombre, ¿es quizás su fuerza lo que necesito para salir adelante? -dijo con la voz muy débil.
-Es posible, pero no le hagas caso. El solo te tiene en cuenta como a una borrega más.-
-¿Es que no lo era…dónde esta mi iglesia ahora? Son solo piedras Oscar, una encima de la otra que intentan aparentar y esconder más que aclarar y dar a conocer. La vida es esto, que tú estás a mi lado tratando que no me falte de nada en los últimos días de mi maldita vida. Yo me iré y la iglesia seguirá contando lo mismo una y otra vez . ¿Puede algo que no cambia, compararse con la vida de una persona que cambia constantemente?-
-Hubieras sido una gran filósofa, incluso mejor que yo.-le dijo mientras se dirigía a ella para abrazarla.
Al día siguiente en la cama…
-Te traigo el desayuno.-dijo Oscar mientras avanzaba a paso firme desde la cocina.
-Los dolores Oscar…otra vez.-dijo mientras se retorcía espasmódicamente.
-¡Espera un momento, voy por las pastillas!-le dijo mientras se apresuraba por traerlas.
-¡No puedo aguantar este dolor!-dijo llorando.
-Aquí están, toma y bébete el agua hasta arriba.-le dijo con lágrimas en los ojos.
-Ya no tengo más fuerzas, ¡me voy a morir Oscar!-
-…tus padres han llamado.-le dijo enfadado.
-Diles que quiero verles, diles que vengan y que todo esta olvidado.-
-¿Segura…?-le preguntó esperando otro gesto por parte de ella.
-Sí, segura, es así como quiero que me vean.-
-Que poca vergüenza, cinco años sin llamar…y justo ahora.-dijo Oscar para si.
A la mañana siguiente…Marta cerró los ojos para siempre; dejando una nota arrugada en su mano.
-Marta, Marta…no, no, ¡Marta mi amor, no me dejes!- dijo Oscar casi sin voz y llorando.
La nota narraba lo siguiente:
Oscar, algún día nos volveremos a encontrar. En algún lugar del mundo…
Dos días más tarde y tras el funeral se dirigió hacia el hospital comarcal.
-¡¡¡Hijos de ####, no habéis hecho nada, no habéis podido salvarla, que clase de médicos sois!!! ¡¡¡Aquí no podéis hacer nada, no sois más que marionetas de multinacionales farmaceúticas. La vida no está en vuestras manos, solo el dinero!!!-Entonces, salió un guardia del hospital que lo redujo y lo puso de morros contra el suelo. Finalmente lo envió a comisaría.
-Mire, este hombre estaba alterando el orden público a altas horas de la madrugada.-le dijo el guardia de seguridad al comisario.
-Eres un pobre desgraciado, ¿qué coño hacías gritando a la entrada del hospital?-le preguntó el comisario Julles.
-Buscaba venganza, pero no es eso lo que me va a devolver a mi novia. El odio hacia el destino es el odio hacia el curso normal de las cosas.-contestó con resignación.
-Le soltaremos, no parece un mal tipo. De hecho, creo que usted es mejor persona de lo que jamás seré yo, usted no está hecho de la misma energía. Puedo percibirlo…y no se preocupe más por su novia, la tenemos a buen recaudo.-
-¿Mi novia?, perdone, ella ya no está entre nosotros.-dijo Oscar con incredulidad.
-Se lo vuelvo a repetir, señor Oscar, no se preocupe más, ¡olvídela!-
-¡Esto es increíble!, ¿qué sabes de mí?.-
-No sabemos más de lo que nos ha contado ella, pero no se preocupe. No trate de saber.-
-¿De qué coño está hablando?-le preguntó sintiéndose engañado.
-Está bien Oscar, solo le diré que su novia no murió.-dijo el comisario.
-¿Cómo?-le preguntó Oscar apunto de estallar.
- Marta se encuentra en el otro estado. Digamos que usted ahora mismo piensa algo, lo que sea, y yo tengo la capacidad de introducirme en su mente y encerrarlo en ella para siempre.-
-Ustedes están locos, esto no puede estar sucediéndome a mí.-
-¿Cree usted en las segundas oportunidades?-
- Ustedes creen ser ángeles, además de locos de remate.-
-No, se equivoca de medio a medio.-dijo el comisario con una sonrisa entre dientes.
Entonces, Oscar se levantó sudoroso y tembloroso como de una pesadilla. Al día siguiente, fue a la tumba de Marta para llevarle unas flores.
-Quizás este sea el momento de cambiar de ciudad, de alejarme de aquí para siempre; juro que cumpliré tu promesa.-dijo mientras besaba su más apreciada fotografía.
Luego de hacerle una visita en el cementerio, Oscar regresó a casa. Después, cogió las pertenencias de Marta, las metió en una bolsa de plástico y las tiró al mar. Ella hubiera preferido que las hubiera reciclado, pero a parte de ser más cómodo, le resultaba más poético deshacerse uno a uno de los objetos.
Mientras tiraba las pertenencias, Óscar sintió una llamada desde lo profundo de la solitaria cala, quizás, una voz que le invitaba a tirarse, quizás, una sirena que pretendía acabar con él, posiblemente su amada Marta, que como un ser etéreo, le recordaba su presencia entonada ahora por los silbidos del viento marino.
No, no era ella y aunque hubiese sido ella, ya era demasiado tarde para escuchar lo que hubiese dicho, ya lo había aceptado, escuchar ahora sus palabras le hubiesen hecho replantearse el tirarse él. ¿Acaso la personas no nos comportamos como el objeto roto del ser querido que se muere, ese juguete que ya nunca más va volver a ser usado?
-No soy un puñetero objeto, soy un ser humano y mi conciencia quiere que lo pase mal, que caiga en las redes de la locura y que también que me suicide, que no quiera conocer otras mujeres para que la familia de mi novia me odie y blasfeme sobre mí. Acaso no tengo yo derecho a vivir. No, no soy un objeto y por eso me marcho para siempre de esta ciudad, a la que no volveré más que para alzar la mirada una última vez.-
¿Qué es la muerte?
Para mí no es el final de la persona, puesto que la persona vive aún conmigo, para olvidar a Marta, yo también debería morir y así que continuara la larga cadena que creó su historia.Y fue en ese razonamiento, cuando Oscar lo tuvo claro, tuvo conciencia de que para olvidarla debía asesinar todo lo que le recordara a ella, cosa imposible, así que la buscaría por los recuerdos de su última frase.
Pensareis que ese pobre filósofo perdió la cabeza, porque después de la muerte todo se acaba para el ser humano, pero ,¿es en los sueños donde es posible abstraer lo que se quiere y es perdido? ¿Y si lo haces con la fuerza suficiente, puedes traer esa realidad al mundo real, el mundo que Oscar creó para si?
Esa noche, Oscar soñó que hacia el amor con Marta y soñaba que la estrechaba entre sus brazos, que olía su perfume habitual. Pero ella no hablaba, no era más que un esbozo desdibujado por los meses de la desaparición; con el rostro difícil de apreciar.
-¡Marta por favor, vuelve conmigo!-gritó desesperadamente en la oscuridad de su habitación.
-…-
-¡Contéstame!-
-Te hecho de menos.-
-¿¿Dónde estas??-
-No me sacarás de aquí, estoy atrapada.-le dijo una voz distante.
-Déjame intentarlo, recuerda aquellas conversaciones, mis divagaciones sobre la vida…quizás pueda salvarte.-dijo desesperado.
-De que, ¿de la muerte para volver a morir? No me refiero a eso…-
-De ese lado para traerte al mío.-afirmó Oscar.
-No eres nadie Oscar, nunca lo has sido y ahora me doy cuenta.-dijo la voz distorsionada de la mujer que parecía ser Marta.
-Déjame intentarlo.-le dijo suplicando.
-¿Por qué quieres liberarla?-le preguntó otra voz con un acento extraño.
-¿Ahora hablo contigo?-preguntó extrañado.
-Ahora ella forma parte del pasado, tu futuro es el mismo que el del resto de los mortales, olvídate de poder devolverla, nadie puede, el pensamiento no te salvará, tampoco la sabiduría, la nada es lo que te espera y el único destino nosotros.-
-Nunca he creído en dios, ¿por qué iba a creer ahora?-
Finalmente Oscar se despertó, tenía que coger una avión hacia el Tibet, había leído en una revista llamada universal geografic un artículo sobre un dogma de Buda que había permanecido oculto 4.000 años, del que se decía que podía convertir el cuerpo en energía y después canalizarla hacia el deseo más importante del ser humano. No podía perder más tiempo, la nota de su novia hablaba sobre un viaje soñado, quizás la búsqueda era el principio de un difícil viaje hacia la resurrección.
Ya es difícil no morir en accidente de avión, sin embargo, lo es más cuando lo que se estrella es un avión de tercera clase, y en el centro de las nevadas y altas cumbres del Himalaya.
La noticia fue recogida por todos los medios de comunicación del mundo, no se sabía si había supervivientes del vuelo transoceánico, se mandaron búsquedas desde los EE.U.U y Europa pero éstas nunca lograron dar con los restos, que curiosamente, permanecían aislados en el glaciar; invisible a todos los satélites.
Oscar iba junto a 33 supervivientes el mismo día que cumplía 33 años, en busca de uno de esos pueblos olvidados que sobreviven gracias a la carne y la leche de los Yaks.
Curiosamente quedó intacto un cargamento de comida, que tras un mes se agotó. Viendo que no encontraban más alimento, comenzaron las disputas entre los supervivientes, que acabaron con feroces muertes y un sádico canibalismo del que Oscar escapó durante varios solitarios e interminables días.
La soledad lo dejó caminado hasta que finalmente cayó exhausto en mitad de la nieve.
-¿Por qué te empeñas en buscarla?, te ponemos en serios problemas y aún así sobrevives. No la volverás a ver.-dijo la voz extraña.
-Déjale al menos la esperanza de que la encontrará.-le dijo otra voz.
-De acuerdo, pero tú lo has querido y posiblemente sufra las consecuencias. Ve hacia el templo de Tam Nutur y escucha las enseñanzas del último Buda.-enunció la primera voz.
Oscar se despertó y semiconsciente se dirigió hacia una estructura de tejados escalonados que parecía ser un antiguo y derruido templo. Allí dentro, parecía haber una joven sacerdotisa, la más bella mujer que después de Marta, sus ojos marrones habían contemplado.
La joven era una yankie estadounidense de ideología hippie, que se había refugiado en la soledad del templo a meditar. Era una mujer mística que vivía como pocas en el mundo. En aquel apartado lugar sólo buscaba la paz interior.
-Hola, soy francés pero hablo el inglés. Sufrí un grave accidente de avión del que milagrosamente salí ileso y del que pude escapar tras que algunos de los supervivientes optaran por comerme. Estoy muerto de hambre y sed.-dijo casi sin saliva en la boca.
-Tome, ¿señor…?- dijo la joven que escondía detrás de las gafas de estilo Janis Joplin, unos preciosos ojos verdes.
-Oscar.-asintió el muchacho.
-…mi odre de agua de las montañas, extraída hace quinientos años por un Buda en el K2.-le dijo sonriendo.
-Este agua es especial, no debería aceptarla.-le dijo negando con la cabeza.
-La guardaba para esta ocasión, pues certero es el destino que coloca los acontecimientos en el lugar en el que correspoden. El agua siempre fue para usted.-dijo con la sabiduría propia de los antiguos monjes tibetanos.
-Bueno, no me queda más que darle las gracias, y…¡joder, que fresca esta!-
-¿Usted cree en el destino?-le preguntó la sacerdotisa.
-La verdad es que no, sin embargo me engaño a mi mismo, porque trato de encontrar el espíritu de mi novia muerta por el mundo. He perdido la razón y posiblemente me haya vuelto loco.-dijo resoplando.
-No creo que estés loco. La energía está en continuo movimiento, quizás nunca encuentres a tu novia físicamente, pero la búsqueda incasable por ella te aportará la energía que necesitas para vivir, y que con el tiempo ya no necesitaras. Toma mi amuleto de la diosa Ceres, te ayudará a encontrarte a ti mismo.
-¿Y cuándo crees que llegará el momento?-
-Cuando hayas olvidado que puedes vivir sin ella.-
-Casi lo había olvidado hablando contigo. ¿Cómo te llamas?-le preguntó intrigado.
-Marta.-
-…-
Seis meses después
La Catedral de Viena estaba preciosa aquella mañana. Las familias de los novios estaban felices por el largo viaje que habían realizado, pues merecía la pena ver que sus hijos se casaban y consumaban su felicidad.
Marta no quería un matrimonio católico ya que no era religiosa, pero la mayor ilusión de la madre de Oscar, era que se casaran allí, donde varias décadas antes, ella también lo hizo, y donde su abuelo Oscar años atrás, también contrajo matrinominio.
Pese a estas puntualizaciones, los novios estaban muy decididos a hacerlo, querían formar una familia, tener muchos hijos y disfrutar de una vida feliz en la tierra natal de Oscar, que como único heredero, había recibido la antigua masia de su abuelo en la Camarga.
Comenzó la ceremonia con la aparición del obispo, y los doscientos invitados se levantaron de las butacas para reverenciarle; todo transcurría con normalidad.
Sin embargo, Oscar perdió la vista en los santos que en sus elegantes tribunas, parecían aprobar la boda con honorable reverencia. Encantado ante aquella catarsis que parecía cargar el ambiente y lo volvía todo hiperlento, dirigió la mirada hacia la virgen María que sostenía al niño Jesús entre sus brazos. Su cara parecía difusa a diferencia de las caras de los otros santos. Trató de enfocar mejor y comenzó a visualizar unos relieves faciales que ya le eran conocidos, la cara tomó forma finalmente, y ante su atónita mirada, se transformó en la cara de su antigua novia muerta. Era ella, Marta. Tras esto, Oscar lloraba descoconsolado y lanzó un alarido de rabia desgarrador que heló los palpitantes corazones de las decenas de invitados.
-¡Maldito destino, trate de…¡¡¿¿por qué no acabas conmigo y me liberas de este eterno sufrimiento??!! ¡¡Acaso prentendes volverme loco!!-
Entonces, cuentan, relatan según con que invitados hables a día de hoy, que Oscar saltó entre los asistentes, se dirigió al pedestal de la virgen y agarrando con fuerza la cabeza de uno de los invitados, la elevó con una fuerza sobrenatural y la estampó contra la cara de la estatua, cubriedo de sangre oscura la tierra santa.
-…y aquí acaba la historia, ¿Sara, qué te parece?-le preguntó Oscar.
-Bueno…me parece bien salvo por una cosa.-dijo un poco extrañada.
-¿Qué cosa?-le contestó.
-¿Quién es realmente Marta, en quién te inspiraste para crear su personaje?-
-¿De verdad quieres saberlo? No es necesario.-
-Sí.-dijo con rotundidad.
-En una chica que ya forma parte de mi pasado.-le dijo pensativo.
-Ahh, murió igual que la joven tu historia.-
-No Sara…eres tú …me encerraron en un psiquiátrico por matar a ese hombre.-
-¡¡¡Es cierto, ahora te recuerdo, como iba a olvidarte!!!.-dijo Sara tratando de parecer creíble.
-Me dijiste que te buscara por el mundo y no he cesado en mi empeño, pero me daba miedo decirtelo y ver como reaccionabas.-
-Claro, voy un momento arriba. Enseguida vuelvo.-le dijo temerosa.
Entonces, Sara se dirigió al otro teléfono de la casa, el que había en el salón de la buhardilla, y en voz baja pero enérgica se habló con la policía.-
-¡¡Por favor vengan, mi marido ha perdido la cabeza...!!-
Luego regreso con él.
-¿A dónde has ido?-le preguntó Oscar.
-A recoger unas cosas de arriba.-dijo casi inexpresiva.
-¿Cómo?-le preguntó extrañado.
-A por unas ropas que me dejé esta mañana sin doblar.-le contestó esperando que le apartara su mirada de la cara.
-Ya …bueno, voy a ducharme.-le dijo con una leve mueca de sonrisa burlona.
-Claro, ya estabas necesitando una ducha urgente.-
-Sí, es necesario estar bien limpio para recibir a la policia. Les debo mucho.-dijo mientras su mirada parecía recordar algo agradable.
Experimento
-No somos lo que piensan, somos tan solo investigadores trabajando con el cerebro inerte de Oscar, en un laboratorio pionero en la búsqueda y el desarrollo de la vida artificial. Gracias por formar parte del experimento siendo testigos del mismo. Mi más cordial saludo, Fiedrich Muller.-
-¡Fiedrich apaga la grabadora, el experimento…!-gritó Vladimir.
-¡Que ocurre, no permitas que sucedan más atrasos!-le recriminó.
-¡¿Quiénes sois vosotros, qué me hacéis?!-preguntó un Oscar totalmente ido.
-¡Inyéctale de nuevo la anestesia, haz que se calle!-dijo Fiedrich tratando de mantener la situación bajo control.
-¡Por favor, no me hagáis daño !-les dijo Oscar asustado.
-¡Cállate!-le sentenció Fiedrich con un brutal golpe en la cabeza.
-¡Fiedrich que has hecho, le has matado. No fue así como lo acordamos!-le dijo Vladimir.
-Yo no soy el asesino, fue él quién mató a mi hermano en aquella maldita boda.-dijo enfurecido.
-¡Pero él es la clave, solo él puede completar nuestras aspiraciones!.-le dijo Vladimir decepcionado.
-¡¡¡No estoy muerto, hijos de putaaa!!!-
Entonces, Oscar arremetió contra ellos proporcionándole a ambos una tremenda patada en las sienes que los dejó aturdidos. Tras esto, aprovechó el momento para escapar.
-No llegará muy lejos, Vladimir pulsa el botón.-dijo Fiedrich mientras trataba de incorporarse del golpe.
-No Fiedrich, me niego.-le dijo con sinceridad.
-Entonces lo haré yo.- dijo arrebatándoselo bruscamente de la mano.
Mientras que Oscar escapaba, notó que algo en su interior pitaba con un sonido extraño, como el sonido que produce un despertador roto.
-No puedo creerlo, ¡que me han implantado!-se dijo Oscar con incredulidad, percatándose de que un autobús anaranjado estacionaba en una parada que estaba a tan solo treinta metros de él.
-Tengo que coger ese autobús como sea.-pensó mientras cruzaba la calle esquivando los coches a toda velocidad.-¡Ayúdenme, quieren matarme!-gritó una vez dentro del vehículo público.
-¡Apártese de aquí, que en su estado puede provocar un accidente, reduzcan a este hombre por favor!.-dijo el conductor en el que aún no había reparado su mirada, un hombre que llevaba en la cabeza una capucha oscura. La cual tenía bordada en letras blancas una cuchara y un tenedor. Oscar no pudo articular palabra ante aquello que contemplaba y de repente todo cuanto le rodeaba se volvió muy lento.
Al observar a los pasajeros del autobús, le vinieron a la mente sucesos pasados, aquella gente formaba parte de un rompecabezas que de alguna forma encajaría perfectamente si encontraba la fórmula correcta para descifrarlo.
Allí, sentado frente a él se encontraba un emo, justo detrás de él, un hombre leía un libro titulado la isla fantasma, a su derecha, una mujer bebía un refresco de cola, delante de esa mujer, un anciano hablaba de Nietzsche con su compañera que lo miraba despreocupada…y así estaban alrededor de 40 pasajeros.
-¡Paren el autobús, paren!-gritaban continuamente dos hombres desde afuera.
Y cuando parecía que el autobús los dejaba atrás, uno de ellos sacó de su bolsillo un pequeño aparato negro con un interruptor amarillo, seguidamente lo pulsó y el vehículo de transporte estalló en mitad de la calzada, provocando una tremenda llamarada de fuego y causando la muerte instantánea de todos sus ocupantes.
Solución
-¡Marta, Marta…despierta!-le dijo Oscar entusiasmado mientras la zarandeaba con su hombro.
-¿Siiiii…?-le respondió mientras se giraba en la cama con los ojos entrabiertos.
-¡Te dije que lo conseguiría, que encontraría la forma de salvarte, y lo he hecho!-gritaba eufórico apretando entre sus dedos el viejo amuleto del Himalaya.
-Oscar no has hecho nada, sólo estabas durmiendo.-dijo ella mientras estrellaba su cabeza contra la almohada.
-Marta te curé el cáncer, debes recordar que estabas muy enferma.-le dijo Oscar con tono preocupado.
-¿Qué cáncer?, de sobra sabes que nunca he padecido esa enfermedad.-le contestó sin hacer mucho esfuerzo en buscar la frase adecuada.
FIN
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