Relatos escritos entre los 17-25 años por:
Félix Manuel Olivera González, Librilla, 2.013
Día 1
Antes de todo tengo que contarles que mi nombre es Charles Jhonson, y que aquella inesperada tarde saqué a pasear mis perros como solía hacer casi todos los días.
A las seis en Otoño el cielo empieza a oscurecer y se aprecian en el cielo las primeras estrellas. Así, que me entretuve un rato a observarlas con detenimiento.
Todo parecía normal hasta que me di cuenta de que algunas estrellas comenzaban a expandirse con velocidad y que la atmósfera circundante también lo hacía. En seguida, yo empecé a temblar por el pánico y solté la correa de mis perros tras que éstos tiraran con fuerza, pero eso poco me importaba porque lo que estaba aconteciendo no se podía describir con palabras.
El cielo se abrió ante mis ojos y unos descomunales tentáculos oscuros del tamaño de un avión empezaron a extenderse por la inmensa brecha.
Después, los tentáculos del monstruo comenzaron a vibrar con más fuerza e increíble rapidez.
El ruido que emitían las vibraciones era cada vez más intenso, hasta que yo ya no pude soportarlo y noté con cierto desagrado cómo me estallaban los tímpanos. La sangre fluyó cálida y liviana por mis oídos y el intentar tapármelos con las manos no sirvió de nada.
En ese momento aterrador, empecé a correr hacia mi casa muy aturdido mientras veía derrumbarse a mi espalda dos manzanas enteras con cientos de personas arrojándose al vacío.
Al tiempo que corría por el centro de Routh Street miles de cristales se lanzaron sobre mí y tratar de esquivarlos fue una tarea que me resultó del todo imposible.
Mientras que llegaba al portal de mi casa me invadió una sensación extraña de los pies a la cabeza y sentí como el aire era arrastrado hacia un mismo punto del cielo.
Y de pronto, el aire regresó con una furia desmedida y yo salí despedido tres o cuatro metros hasta terminar en el capó de un Taxi neoyorquino. Luego, percibí un dolor espinal tan terrible que me hizo encogerme de dolor igual que un recién nacido. Segundos después, otra onda expansiva me lanzó contra el cristal frontal de otro vehículo en el que pude ver a sus ocupantes decapitados creando en mi mente una imagen espantosa. Ya nada podía salir peor.
Yo estaba muy dolorido, traté de incorporarme con cuidado y me bajé del capó del coche aterrizando sobre el suelo, mientras tanto, veía a gente amputada y cubierta de sangre corriendo sin ninguna dirección en concreto.
Pero lo peor estaba por llegar; de pronto esa cosa empezó a descender con lentitud y cuando sus oscuros tentáculos tocaron el asfalto provocaron el espectáculo más horroroso que jamás he contemplado en mi vida.
Toda la gente que había alrededor de esa criatura empezó a explotar con un breve e intenso crujido desparramando en derredor huesos, músculos y litros de sangre por el suelo.
Las explosiones humanas comenzaban a extenderse en un radio cada vez mayor y ya se acercaban peligrosamente a mí que estaba acojonado.
Al intentar levantarme del suelo pude comprobar por mis leves conocimientos médicos que al menos varias de mis vértebras dorsales estaban rotas.
Más tarde, no pude sino arrastrarme con los brazos en dirección a la acera pensando en que cuanto más tiempo pasaba más se acercaba la hora prefijada de mi muerte.
Entonces, un desconocido que pasaba por allí se detuvo a mi lado y se dispuso a ayudarme, o al menos en principio era lo que me pareció.
Le hablé sobre lo que estaba pasando en general pero hizo unos gestos raros tratando de demostrarme que no podía escucharme porque él también estaba sordo. Luego, le mostré las llaves de mi casa para que me acercase allí y le hice unas señas para que me llevara hasta el portal.
Luego, me levantó a hombros y se encaminó a mi edificio mientras que a mis espaldas continuaban sucediendo cientos de muertes.
Una vez en el portal le dije con gestos de sordomudo que podía resguardarse allí si quería y sin mediar palabra el loco malnacido me golpeó con violencia en la cabeza y finalmente perdí el conocimiento.
Día 2
Cuando logré despertarme vi que todo estaba oscuro y en silencio.
Un silencio aterrador; y el dolor de la espalda era cada vez más agudo pero como consuelo me quedaba que al menos la sangre que fluía de mis oídos había cesado.
El hijo de puta que me había golpeado me dejó recostado en la pared del lóbrego sótano frente a las viejas estanterías de las herramientas.
Y apareció tras varios minutos; así que traté de zarandearme pero impotente porque en realidad sabía que estaba a merced de aquel maníaco. En esos duros momentos, yo no había caído en la cuenta de lo cerca que quedaba el hospital psiquiátrico Santa Rosa de Routh Street .
Después, el desconocido se sentó a mi lado y comenzó a reírse como poseído, así que yo empecé a zarandearme con la desagradable convicción de que jamás me ayudaría alguien a salir vivo de allí abajo.
Entonces, el demente se incorporó frente a mí y sacó del largo bolsillo de su pantalón un enorme y afilado cuchillo de sierra. El Loco hacía gestos continuamente sobre mi decapitación al tiempo que se autolesionaba y yo comencé a gritar y a pedir auxilio desesperado. También era posible que ese cabrón hubiese matado a los ocupantes del taxi o incluso a mi familia con anterioridad.
En ese instante aterrador, un estruendoso temblor comenzó a sacudir la tierra y empezaron a caer objetos de las estanterías que estaban sobre nosotros con la fortuna de que una caja metálica de herramientas fue a parar a la cabeza del homicida, al tiempo que éste ya acercaba el cuchillo oxidado a mi cuello. Después, todo permaneció en silencio y un sueño indescriptible me invadió.
Día 5
No recuerdo con claridad que me despertó porque estaba sordo. Sólo sabía que había permanecido apoyado en la pared del sótano de mi edificio y debajo del cadáver de un loco desconocido que antes había tratado de rajarme el cuello. Entonces, me acordé de mi familia y comencé a sollozar desconsolado.
¿Qué habría sido de mi esposa Carla o de mi hijo Ronel?-me pregunté.
Pero el llanto desesperado se transformó en naúseas cuando me dí cuenta de que el sótano estaba inundado por varios centímetros de un líquido maloliente y oscuro que había llegado fluyendo desde las escalones de arriba.
El extraño líquido descendía con rapidez y si yo no actuaba con inmediatez el sótano quedaría sumergido conmigo dentro y esa hubiera sido una forma espantosa de morir.
Así, que traté de quitarme el cadáver de encima y cuando al fin lo conseguí me dirigí hacia las escaleras arrastrándome con graves dolores y fuertes chasquidos de huesos.
Avanzar era muy dificultoso para mí ya que esos mocos viscosos se me quedaban impregnados en los ojos pero mi voluntad y entereza pudieron más que quince interminables escalones.
Al llegar al portal me puse a descansar jadeante. Luego, pude comprobar impactado que gran parte de la Ciudad estaba en ruinas y cubierta de un extenso Mar Oscuro en el que flotaban centenares de cadáveres humanos.
Después, una Esfera Negra del tamaño de un campo de fútbol permaneció inmóvil en el cielo rojizo y de la Esfera salieron otras de igual forma que se dirigieron al espacio abriendo más brechas descomunales.
Los vórtices que crearon las brechas atrajeron tanto aire que al soltarlo provocaron un tremendo huracán que hizo volar por los aires coches, farolas, escombros y cuerpos desmembrados.
Al final, yo me agarré como pude a los barrotes de hierro de la puerta de mi casa y minutos después la última Esfera se desintegró y aquel intenso resplandor me dejó completamente ciego.
Día 7
Dos días más tarde varios desconocidos me recogieron del portal en el que me encontraba inconsciente y me llevaron a su Refugio.
Allí, logré despertar muy agotado, me dieron de comer y luego les pregunté sobre todo lo que había sucedido. Entonces, uno de ellos al descubrir que me había quedado ciego y sordo dibujó con sus dedos estas palabras en mi cuerpo:
-¡Hola papá soy Ronel! -
-¡Hijo estás vivo! ¿Dónde está tu madre?-le grité sorprendido.
-Está muerta como casi todos. Has tenido mucha suerte papá, quizás la misma que corrimos nosotros porque has sobrevivido al Apocalipsis.-dijo sollozando su hijito.
Fin
"Fatuidad"
Hubo una vez en un tiempo y en unas Tierras Perdidas en el olvido un Hombre joven y desesperado que buscó la ayuda de un sabio ermitaño en las Oscuras Montañas de la Región en que moraba.
El Sabio Anciano al ver la cara triste y melancólica del joven le dijo que le describiera con detenimiento y extensión los sentimientos que le despertaban las siguientes palabras: Desdicha, Devenir y Pánico.
Desdicha
La triste y enojada desdicha de los días que estoy viviendo me hacen pensar en el mundo catastrófico en el que vivo y en la imparable y estremecedora muerte que me acecha.
No extraño sino aquellas fantasías felices en las que me refugiaba y en las que yo era libre. Ahora todo es caos, todo es gris ceniza y todo me resulta infranqueable.
La bondad de aquellos tiempos donde se refugiaba mi alma perdida ya no existen, porque todos y cada uno de vosotros me habéis transformado en un ser oscuro y despreciable.
Triste pero no muerto. Vivo pero inmóvil. Siento que mi final está cerca y me mira a la cara diciéndome;
-Tío eres tonto...
¿Acaso esperabas algo de la vida…?-
Devenir
Este mundo es todo devenir; nadie sabe dónde acabaremos y cómo lo haremos.
Sonidos mortales nos acechan y advierten de que la vida es sólo un soplo. Una triste bocanada de aire hueco.
Que no cabe la esperanza mas que para aquellos que viven despreocupados y encerrados en su mundo fantástico, pero al mismo tiempo, quien no se abstrae de ese mundo creado por él mismo se diluye en la asfixiante sociedad humana.
"Ser único es la meta, aunque no sirva para nada."
Pánico
¿Qué es lo que me pasa y por qué me pasa a mi?
Todo me agobia y me frustra el sudor de mi frente, el temblor de mis manos, la falta de aire en el pecho…no puedo pararlo y entonces creo que me voy a morir.
No soy yo el que controla mi cuerpo y esos malnacidos nervios me vuelven inestable; lo hacen todo borroso ante mis ojos vedados.
Imagina una hermosa y perfecta bola de nieve, arrójala después por una ladera nevada y observa poco a poco como va creciendo inevitablemente hasta que parezca que va a estallar sin remedio alguno…
Después de escuchar al joven, el Viejo Sabio le dijo al Hombre Perdido que se fuera a su casa caminado con serenidad, y que no buscara fuera nunca más lo que había de encontrar dentro de sí mismo.
-La respuesta que tú buscas no está fuera de tu mundo, ahí dentro se encuentra.
¡¡¡Búscala maldita sea, no pierdas más el tiempo y no esperes a que nadie la responda por ti!!! -gritó el viejo con el ceño fruncido. Después, murió decrépito y tranquilo en su montaña tras vomitar su sabiduría por más de 86 años.
Fin
Terian el vástago
RESCATE
La lluvia mojaba las estrechas y frías calles de Akiralir; se trataba de un pueblo pequeño alejado de toda civilización conocida.
Mientras, en la oscuridad de la noche una misteriosa silueta caminaba entre las sombras tratando de no hacer ruido; se trataba de un muchacho de ojos claros y aspecto desaliñado que acababa de escapar de la prisión en la que permaneció cautivo durante varios años.
Esa misma noche, llegó a las puertas de la aldea un misterioso anciano cubierto de harapos andrajosos; éste se sostenía con un bastón de madera que portaba en un extremo una esfera pulida de color granate.
El mago golpeó el portón de la aldea con su bastón y lo hizo tan fuerte que los guardias que se encontraban durmiendo en las Torres de Vigía de la empalizada despertaron de su letargo y cogieron sus afiladas lanzas de marfil para ver qué ocurría.
–¡¡¡Abridme urgentemente, pues traigo información importante a cerca un Ejército despiadado que le ha declarado la guerra a todas las poblaciones de esta Región!-afirmó el anciano con brusquedad. Pronto, el Alcalde y los Barones más ricos se presentaron ante el viejo, y justo cuando éste se disponía a explicarles la situación en la que se veían envueltos fue interrumpido por una estruendosa persecución de lanzas espadas y escudos.
Los habitantes del pueblo muy sobresaltados por el ruido de la revuelta dejaron sus nichos y corrieron hacia la plaza para ver lo que pasaba.
El Anciano se sorprendió al reconocer a un joven muchacho huyendo de seis guardias. Luego, se percató de que centenares de personas clavaban sus miradas en él. Se había congregado una multitud a su alrededor.
–¡Padre debes irte o de lo contrario nos mataran a ambos!-dijo el fugitivo mientras corría. Instantes después, varios hombres sujetaron al joven y le golpearon en la cabeza hasta dejarlo en el suelo inconsciente.
De modo que el Mago se puso bastante furioso y ante la atónita mirada de todos pareció deformarse como el fuego de una vela que es soplada por el viento de Otoño, sus ojos refulgían soltando chispas y se rió mirando al Cielo Infinito de una forma diabólica, y tras esto, el Mago parecía un muchacho de tan sólo veinte años.
Ahora, el Anciano vestía ropas idénticas a las de su hijo y yacía en su lugar inconsciente tratando de formular un encantamiento con rapidez. Cuando lo hubo logrado, la aldea de Akiralir fue cubierta en segundos por una niebla espesa de varios kilómetros de extensión.
Las Arcanas Runas de su bastón se encendieron nuevamente soltando chispas y su esfera se desprendió volando perpendicularmente hasta desaparecer en el cielo encapotado.
El muchacho no daba crédito a lo que sucedía y trato de encontrar a su Padre el Anciano entre la asfixiante multitud, pero éste le comunicó telepáticamente que aprovechara el momento para escapar…y así lo hizo.
EL VIAJE
Mientras se alejaba por el camino principal el joven decidió descansar cerca del pueblo frente a un precioso bosque que era apacible en apariencia, luego durmió unas cuantas horas y cuando se hubo despertado pudo comprobar que la niebla seguía cubriendo las frías calles de Akiralir.
Después de diez horas caminando sin rumbo por una Verde Llanura se encontró con un pastor que se llamaba Cornell y éste le invitó a comer en su humilde morada.
El joven le agradeció a Cornell su hospitalidad y le preguntó si sabia en que ciudad podría establecerse para buscar trabajo.
El pastor le dijo que a dos mil pies de un Gigante de las Colinas se encontraba la próspera ciudad de Gendreom. Baluarte del mundo de los hombres y nombrada por los dioses como Fuego de las Leyendas.
Antes de que se marchara, Cornell advirtió al muchacho sobre los peligros que acechan los caminos y seguidamente le regaló un gato negro rastreador, una mochila cargada de provisiones y algunos mapas desgastados de la Región y el Continente.
Tras varias escaramuzas con los Trolls de la Estepa Fría el joven muchacho adquirió mucha destreza con las armas y por fin se decidió a aprender el difícil y arcano Arte de la Magia para convertirse en un hombre completo.
"GENDREOM"
Una mañana gris el muchacho divisó en la lejanía una imponente ciudad oculta entre las Montañas y la bella ciudad estaba franqueada por portentosas murallas y altos minaretes embellecidos por preciosas banderas blancas bordadas en oro y plata. Bordadas por mujeres versadas en el arte de la costura.
De entre todas las Torres destacaba una que a diferencia de las otras era negra como el Alabastro; la afilada Torre proyectaba sobre la ciudad de Gendreom una sombra alargada e inmensa como la Noche Eterna.
Cuando el joven llegó a las puertas de la ciudad no se encontró con caras de buenos amigos precisamente pues los ciudadanos de Gendreom se preparaban para una gran batalla, quizás, las más importante de sus vidas.
Los hombres de la ciudad corrían de una lado a otro portando pesadas armaduras metálicas y empuñando imponentes Espadas de Marfil de Mamuts.
El joven agarró a su gato al que llamó Amon del pescuezo, lo introdujo en su mochila a regañadientes y luego buscó una posada en la que poder descansar sus doloridos huesos de caminante.
En el interior de una de las posadas más importantes de la ciudad le preguntó al sudoroso posadero si conocía una escuela de magia en la que pudieran admitirlo; pero el Posadero se resistía hablar ya que en los últimos tiempos los forasteros no eran bienvenidos en Gendreom, pero por un puñado de monedas de Mezril, la moneda que acuñaba Gendreom, le indicó un siniestro lugar dos calles más abajo; oculto en los suburbios de la enorme ciudad.
El posadero también le dijo que recordara el nombre de la escuela de magia, la cual recibía el nombre de el Hogar del Mago Semi Blanco.
El muchacho encontró la escuela fácilmente y llamó a su puerta durante más de media hora pero harto de esperar y al ver que nadie le abría se marchó de allí decepcionado. Justo en el momento en que iba a dar la vuelta la puerta se abrió con chirridos de bisagras oxidadas y una muchacha de ojos verdes salió a recibirle con entusiasmo.
–Joven, perdona nuestra demora; ahora estamos muy ocupados con un asunto de vital importancia y yo me llamo Eliena. ¿Tú?-le dijo la joven sin apenas pestañear.
-Yo me llamo Aarón.-dijo al fin el muchacho.
Tras las presentaciones los dos se encaminaron al interior del antiguo y ruinoso edificio de ladrillo. La antigua y más famosa escuela de magia de Gendreom.
LA ESCUELA DE MAGIA
Eliena era una hermosa joven de dieciséis años con el cabello color heno y de carácter divertido y alegre. Y no tardó en darse cuenta de que Aarón era un chico especial.
Una vez dentro del edificio la joven presentó a Aarón al resto de los magos de la escuela y el Director de los magos le pidió a Aarón que se le acercara tranquilo.
-¿Quieres ser mi nuevo alumno?-le preguntó si más el excéntrico profesor. Aaron se quedó perplejo pues no esperaba ser admitido tan pronto en aquel sitio, pero de pronto su mochila empezó a zaranderarse y un ágil felino saltó a toda velocidad para acabar agarrado en la cara de un niño gordito que se encontraba devorando un grasiento muslito de pollo.
-¡Tor! ¡No le hagas daño al pobre animal!-le dijo la muchacha, pero sin escucharla éste se deshizo del gato con un conjuro electrizante que lo estampó contra la lámpara central de la habitación y Amon maulló dolorido.
Aaron riñó a Amon por lo sucedido, lo tranquilizó con su mente y después observó detenidamente la habitación encandilado por la inmensa cantidad de tubos y probetas burbujeantes de la sala. Interrumpiendo su admiración el profesor le dijo a Aarón que se sentara frente a sus dos compañeros porque iba a presentarse como mandaba la tradición de los magos de la escuela.
-Me llamo Printeniomulder II Archimago de la orden del Mago Semi-blanco de la ciudad de Gendreom, pero tú puedes llamarme Print a secas.-sonrió mientras daba saltos de alegría. Parecía loco en ese momento.
El Archimago le comentó a Aarón la situación en la que se encontraba Gendreom. Al parecer, dos perversos Hechiceros del Norte Helado y de ascendencia desconocida habían organizado a un numeroso ejercito de Lobos Gigantes con el que planeaban atacar la ciudad en tan sólo cinco días.
-Unos cuantos lobos no suponen un problema para esta ciudad. ¿Acaso no son suficientes los muros de la ciudad más poderosa de todo el Continente?-le preguntó Aarón intrigado.
-Estos animales no son unos lobos cualquiera, pues miden más de tres metros de altura y ya han arrasado Siete Ciudades en el Norte Helado.
Únicamente llegó de aquellas ciudades destruidas un superviviente; el único que pudo avisarnos a todos de la Guerra.
–¡Ha tenido que ser mi padre!-dijo el joven para sí.
-¡¡¡Oden!!!-
Durante dos días intensos de prácticas Aarón desarrolló un gran poder que hasta esos días había permanecído todo ese tiempo oculto en su interior, y que sus dos compañeros admiraban con recelo al mismo tiempo.
Eliena y Tor se sentaban todos los días junto a él y pronto se hicieron muy buenos amigos.
El día anterior al ataque de los Lobos la ciudad de Gendreom estaba sumida en el más absoluto silencio. Las calles permanecían desiertas.
La gente esperaba atemorizada en el interior de sus casas y por la tarde mujeres, niños y ancianos eran llevados al interior de la Torre Oscura; que era el lugar más seguro de toda la ciudad de Gendreom.
Esa noche los jóvenes aprendices se fueron a dormir con Eliena ya que en su casa había dos habitaciones libres. Entonces, su madre preparó las camas y le rezó un salmo a Deidner la diosa de la suerte para que les entregara su poder y así consiguieran erradicar la oscura amenaza que ahora se cernía sobre toda la ciudad.
En Gendreom todo el mundo depositaba su fé en los Magos pues la magia arcana siempre había sido la defensa más importante de la arcaica ciudad.
La mente usada con buenos fines puede ser el arma más poderosa de todas y ellos lo sabían desde el nacimiento por lo que nunca se dejaron persuadir por falsas gentes, mentirosos y malas conveniencias de ningún tipo.
"LA BATALLA DE GENDREOM"
Los primeros rayos de sol de la mañana caían sobre los minarestes de Gendreom dando a la ciudad un aspecto bello y plateado en contraste con la horrible y grotesca Torre Oscura.
Los Magos de todas las órdenes arcanas se despertaron muy pronto y se situaron en el Mirador de los Magos; un enclave antiguo hecho de pálido mármol y situado en el mismo centro de la Muralla que protegía la ciudad.
En la borrosa lejanía los Magos divisaron una espesa nube de polvo y tierra; y en ese momento Aaron permanecía inmóvil recordando todo lo que había cambiado y aprendido en tan sólo un mes gracias a la ayuda mental de su padre Oden.
De vez en cuando Eliena miraba a Aarón buscando algo del valor que desprendía y Tor ya tenía los ojos cerrados imaginando en su cabeza todo el transcurso de la batalla. Tor era muy inteligente.
Los diecisiete años de su vida no habían sido fáciles, ya que sus padres eran Duques y murieron asesinados cuando era tan solo un bebé, pero Print lo salvó del incendio que destruyó su Castillo y desde ese día no se habían separado nunca.
A la cabeza de cinco mil Lobos Gigantes iban dos Magos encapuchados portando dos Oscuras Coronas tal vez símbolo de la maldad que querían imponer en esas Tierras.
Su origen era totalmente desconocido, así como la razón por la que esos Lobos les acompañaban; lo único que sabían todos era que por donde pasaban sólo dejaban muerte y asolación.
Luego, Print llamó a sus aprendices a escuchar su discurso:
–¡¡¡Debéis ser pacientes y serenos con el enemigo, pues un paso en falso puede significar la muerte de todos porque nada tendrán que hacer nuestros guerreros más bravos frente a esas bestias sin cerebro si nosotros fallamos!!!-
Cuando los dos Hechiceros Oscuros llegaron frente las duras murallas de la ciudad ordenaron a su ejército de lobos sedientos de sangre humana que se detuviera, y uno de ellos pidió la palabra del mago de mayor rango del Concilio de Magos.
Kellus el mago de la órden Semi Azul se apoyó sobre el borde de mármol del enclave y le dijo desde allí a ambos Hechiceros que su malvada e injusta ignorancia sería el principio de su perdición. Y cuando Kellus dejo de hablar uno de los hechiceros formuló un sortilegio maligno y una flecha de fuego se inmortalizó en su mano y segundos después la flecha silbó en el aire y fue a parar a su cabeza sin que nadie hubiese podido evitarlo. Pero erró en el destino.
Una vez libres de la inmovilidad del Hechizo Maligno de los dos Hechiceros Oscuros sus compañeros Magos fueron a auxiliarle, mientras, Kellus yacía en el suelo con la cabeza ensangrentada.
Tras estos acontecimientos uno de los Hechiceros Oscuros habló con odio:
-¡Esa es la muerte menos espantosa que recibireis si os rendís ahora!-
Y Print le contestó diciendo cual Rey de los Magos del Destino, Países, Guerra y TIEMPO:
-¡Un Mago de Gendreom jamás se rinde y jamás sin antes luchar por lo que cree!
¡¡¡NUNCA VENCERÉIS CONTRA MÍ!
¡RENDÍOS YA, MALNACIDOS Y DESAGRADECIDOS! ¡MAL RAYO OS PARTA POR TODOS LOS SIGLOS DE LOS HOMBRES Y POR EL DAÑO INJUSTO QUE HABÉIS CAUSADO DURANTE TANTO TIEMPO A TANTA GENTE CON VUESTRAS LENGUAS DE VENENO CORRUPTO! -
...y así es comenzó la feroz batalla en Gendreom. Que ganó el bien por supuesto.
PRINT
La ferocidad de los Lobos no conocía límites, ya que en varios saltos entraban en la ciudad de Gendreom y devoraban a los valientes guerreros, que en vano, trataban de salvar sus malogradas vidas.
Los Magos lanzaban sus hechizos pero poco podían hacer frente a aquella avalancha canina. Entonces, Print dió la orden de retirada y todo el mundo se encaminó hacia la Torre Oscura. Tor, Eliena y Aarón corrían juntos mientras le lanzaban proyectiles mágicos a los Lobos que corrían veloces a sus espaldas y Print iba detrás de los jóvenes cuando de pronto apareció uno de los Hechiceros cerrándole el paso a lomos de su cruel e infernal bestia canina.
-¡Desiste en tu empeño por doblegar la ciudad, pues tú y tu hermano no pasareis de esta noche!-afirmó Print, tratando de frenar el avance de los Hechiceros Oscuros.
-¡Humano insolente! ¡Cómo osas desafiarme así! ¡Mira todas las batallas que hemos conquistado tras arrasar Siete ciudades.-le contestó el Hechicero Oscuro con una rabia y repulsa infinitos, y en la palma de su huesuda y afilada mano tomó forma una Bola de Fuego que le lanzó rápidamente a Print.
Seguidamente, Print activó su escudo de energía para protegerse del inesperado ataque pero de nada sirvió y cayó al suelo de rodillas medio chamuscado por las voraces llamas.
Los jóvenes aprendices se dieron cuenta demasiado tarde de lo que le ocurría a su profesor y dieron la vuelta en cuanto pudieron para socorrerle.
Entonces, el Hechicero Oscuro le dió una orden a su Lobo y éste abrió sus fauces sobre la cabeza de Print, luego le dió otra orden y la bestia las cerró destrozándole el cráneo y salpicando chorros de sangre y hueso en todas direcciones.
Eliena se quedó petrificada mientras dos lágrimas descendían por sus jóvenes y pálidas mejillas, y Tor no podía moverse paralizado por el miedo.
Ante la pasividad de sus compañeros Aarón saltó hacia el enemigo mientras recitaba unas palabras que emergían de su interior como muestra de su Infinita Potencialidad.
Un halo de Energía del Bien cubría al joven y cuando el Hechicero Oscuro se dió cuenta de su presencia comenzó a reírse a carcajadas, pues éste no entendía como un simple aprendiz de mago pretendía enfrentarse a él; un temido Hechicero Oscuro y también despiadado del olvidado Reino de Arrang. Pero su chulería fue su perdición como todos sabemos.
El bastón de Aarón vibraba con fuerza y tratando de sostenerlo lo dirigió hacia el poderoso Hechicero Oscuro golpeándole el pecho con él y éste volvió a reírse de Aarón con desprecio. Aún no se creía lo que había pasado. Quizás en el Inframundo se enterase.
-Si eso es todo lo que sabes hacer... ¡¿No crees que deberías plantearte cambiar de oficio?! ¡¡¡Mago miserable de tres al cuarto!!!-le dijo el brujo con sarcasmo. Su final ya estaba cerca pero su osada chulería se lo impedía verlo. Estaba vedado por el Mal.
-¡Hechicero Oscuro no te fíes de las apariencias de un joven aprendiz de mago!-afirmó Aaron.
-¡O TE VAS A LLEVAR UNA SORPESA! ¡Y NO PRECISAMENTE GRATA!-
Rápidamente la punta del bastón de madera de Aarón tomó la forma de un témpano de hielo puntiagudo, el cual, atravesó el pecho del Hechicero Oscuro destrozándole el corazón y matándolo casi en el acto. En seguida, el Lobo enfurecido del Hechicero alzó sus zarpas sobre el joven Aarón derrumbándolo en el suelo para darle el toque final.
Mientras, el Hechicero Oscuro no daba crédito a lo que ocurría, se limpió la sangre de la boca con la mano, cerró los ojos y cayó al suelo de espaldas.
Entonces el Lobo pareció despertar súbitamente de un mal sueño ahora que la influencia de su terrible guardián había acabado, y un poco aturdido y ya vencida la oscura violencia de la manipulación reconoció a Aarón como a su amo y lo obligó a montarlo sobre el lomo. Pero Aarón nunca lo humillaría pues tenías los dondes de un Rey Verdadero.
Luego, Aarón llamó a Tor, a Eliena y juntos se fueron a la Torre Oscura sobre el lomo de la bestia llevando encima el cuerpo sin vida de su maestro Print.
DENTRO DE LA TORRE
Los jóvenes muchachos fueron los últimos en llegar a la Torre que no era la de Roland Deschain, y las grandes puertas de piedra de la Torre oscura que no era la de Roland Deschain no volvieron a abrirse nunca más en ese día.
En el exterior se escuchaban los lamentos de los guerreros que quedaban fuera, pero ya nada se podía hacer por ellos y sólo les quedaba morir resignados entre las feroces fauces de los Lobos.
Los Magos de la órden Semi Azul se sorprendieron al ver el lobo domado de Aarón y recogieron el cuerpo inerte de Print para llevárselo túnel abajo, mientras, los jóvenes muy extenuados tras el transcurso de la batalla descansaban en una amplia bóveda que estaba escasamente iluminada y por la que discurrían decenas de goteras de agua. Allí, el moho era el que mandaba.
Eliena lloraba desconsolada por Print y después de intentar consolarla, Tor y Aarón llevaron al Lobo Libre a una sala vacía, y una vez allí, lo amarraron con fuerza a una inmensa columna de fría piedra.
Luego, volvieron con Eliena y junto a ella estaba un joven que parecía ser su amigo; el joven se llamaba Zelk y pertenecía a la orden del Mago Semi Azul; otra de las órdenes más prestigiosas de toda la ciudad de Gendreom.
Zelk era un joven muchacho de ojos marrones y bastante alto que se apoyaba en un bastón de color azul, el cual, sostenía una esfera también del mismo color.
-Por favor, Eliena ven conmigo a la reunión; es lo mejor para todos.-le dijo Zelk a Eliena con el semblante serio.
Eliena le contestó que no tenía la menor intención de unirse a su orden y Zelk le dijo que ahora que Print había muerto su orden estaba perdida, y que la única solución para que ella pudiera continuar con sus estudios de Magia era irse con él.
Mientras, Aarón que estaba reteniendo toda su furia le interrumpió con brusquedad.
-¡De momento yo me encargaré de dirigir la orden!-dijo Aarón con seriedad.
Después de escucharle hablar todos se quedaron sorprendidos. Tor le dijo Aarón que un chico de su edad no podía estar preparado para dirigir una vieja órden arcana, menos aún, sin haber superado las dos pruebas peligrosas que se exigen para dirigirla.
Cuando de pronto, se escucharon explosiones en el exterior de la Torre, la cual, temblaba como si estuviera ocurriendo un terremoto devastador.
-¡No podemos quedarnos aquí de brazos cruzados! ¡Hay que hacer algo!-declaró Aarón embravecido.
-¿Y qué sugieres? Lo mejor que podemos hacer es quedarnos aquí y esperar a que mi orden diseñe una estrategia de guerra en condiciones.-le contestó Zelk en tono insultante.
Aarón se enrabietó colmado de indignación y se fue corriendo escaleras arriba de la Torre. Tor y Eliena le siguieron pero Zelk no se movió ni un ápice del sitio.
Las explosiones aún seguían golpeando la Torre y esta parecía que iba a desmoronarse de un momento a otro. Gendreom temblaba y no precisamente por el miedo. Las rocas se mecían en la noche literalmente.
EL OTRO HECHICERO
El otro Hechicero Oscuro estaba furioso por la muerte de su hermano y había invocado a un peligroso Dragón de Fuego.
El Dragón respondía al nombre de Freguel y éste se abrazaba a la vieja Torre agitándola bruscamente y tratando de derribarla, mientras, los Lobos esperaban pacientes el desplome para poder devorar los cadáveres que quedaran abajo entre los restos y los escombros.
Ahora, Aarón corría por las escaleras extenuado mientras que la tierra y el polvo que caían del techo de la Torre le irritaba los ojos.
Tor, Eliena y Zelk; éste último varios metros por detrás les seguían a toda velocidad. El muchacho había decidido cesar su inactividad.
Cuando Aarón llegó a lo más alto de la Torre se encontró con la cabeza gigante de un Dragón de Fuego que debía de medir una altura cercana a los sesenta metros y se asustó un poco.
De pronto, el Dragón paró de dar sacudidas percatándose del insignificante humano que se encontraba frente a él alzando su bastón en tono amenazante. Aarón recuperó el coraje en un instante.
Entonces, el Dragón de Fuego al que las leyendas habían nombrado Freguel inspiró todo el aire que pudo y hechó su pesada cabeza hacia atrás preparándose para lanzar una descomunal y arrasadora llamarada.
Después, el joven apretó su bastón con fuerza y pidió ayuda al Dios del Hielo Kreitor al que su padre Oden veneraba y formuló un Hechizo de Coraza e instantes después estaba rodeado por una Esfera de Hielo Mágico.
Y varios minutos más tarde Tor, Eliena y Zelk llegaron a lo alto de la Torre y se encontraron a Aarón protegido por numerosos témpanos de hielo a modo de escudo.
De modo que Freguel resopló todo el fuego de sus entrañas con toda su furia y cubrió al joven Aprendiz de Mago, y el gato Amon que estaba todavía en el interior de la mochila se retorció asustado.
El Hechicero Oscuro dándose cuenta de lo que ocurría en lo alto de la Torre subió a lomos de su malograda Invocación y susurrándole unas breves palabras al Dragón hizo que éste alzase el vuelo y se que se situara justo encima de la Torre medio derruida.
Después, el Dragón Freguel desapareció en el cielo nocturno dejando caer sobre ellos al Hechicero Oscuro.
En seguida, el Brujo se dirigió hacia a Aarón con desconcierto al reconocer el objeto que portaba, y éste le preguntó por su procedencia.
Aaron sólo le dijo que se marchara de allí de una vez por todas o que de lo contrario acabaría con él al igual que hizo con su hermano gemelo en oscuridad.
Rápidamente el Hechicero Oscuro enfureció y en sus manos tomaron forma dos Orbes de Fuego. Que era lo único que sabía hacer.
-¿Aquellos insignificantes mortales son tus amigos?-le preguntó el Hechicero Oscuro.
Aarón miró detrás de él y vió a Tor, a Eliena y a Zelk.
Y justo cuando les avisó de que se fueran, los orbes del Hechicero Oscuro fueron lanzados contra ellos.
En el último momento, Aaron saltó delante de ellos y volvió a invocar al Dios del Hielo Kreitor y segundos después el mirador de la Torre se cubrió de fuego y los magos de la órden SemiAzul que se encontraban reunidos abajo escucharon la gran explosión que sucedía en lo alto de la Torre Oscura.
Aarón y sus amigos estaban en el suelo chamuscados por el fuego de los orbes de fuego y el Hechicero Oscuro se reía de sus poses insignificantes y patéticas. Y casi sin fuerzas, el joven Aprendiz de Mago trató de recoger su vara pero éste se encontraba muy débil para levantarse del suelo.
Entonces, el Brujo recogió la vara de Aarón y agarró a Eliena por el cabello arrastrándola hacia él, luego invocó nuevamente al Dragón Freguel y se alejó volando de allí y cortando el viento con la malicia de un ser vengativo hasta la muerte. Los Lobos también le siguieron y mientras el mago desaparecía en el horizonte le dijo estas palabras a Aarón:
–¡Cuando creas estar preparado para enfrentarte a mí dirígete a las mortecinas tierras del Reino de Arrang y allí te estaré esperando! ¡Y Eliena también!-
Varios minutos más tarde los magos de la órden SemiAzul llegaron a lo alto de la Torre y recogieron a Zelk Heredero del trono de Gendreom, y a Tor Duque de Prada para tratar de reanimarlos del ataque de fuego. Luego, ayudaron como puedieron a Aarón a levantarse del suelo mientras éste juraba y perjuraba al Cielo Infinito del Continente Vijon que algún día lo derrotaría y rescataría a Eliena de las garras de la muerte para casarse con ella.
DOCE AÑOS ATRÁS
-Padre Oden. ¿Por qué delante de la gente me llamas Aarón y nunca me has de nombrar Terian?-
-Pequeño hijo, debes recordar siempre que eres un Vástago de Kreitor el Dios del Hielo, y que Terian es tu verdadero nombre. Tu destino está ligado a derrotar el mal que asola esta Región y el continente de Vijon.-
continuará algún día...
Pude
Pude haberte dado todas mis riquezas, pude haber visitado contigo los lugares que siempre quisimos visitar, pude haberte amado como en realidad debería haber hecho, pude haberme despedido de ti aquel fatídico día, pude haberte tenido más en cuenta, pude haberte escuchado de verdad, pude haberte regalado algo alguna vez. Sin embargo, nunca lo hice...y ahora he descubierto que suicidarme tras tu muerte no sirvió de nada.
¡¡¡NO
ESTÁS
AQUÍ!!!
El secreto del alquimista
-La tierra que has pisado durante largos años será la que te lleve, pero no habrá muerte para ti si encuentras lo que busco. Ya sé que solo encontraste respuestas que únicamente te llevaron a más preguntas, pero confía nuevamente en lo que te digo.
Abandona tu alma, tus recuerdos, tu filosofía, tu familia…-
-De hecho trato de entender lo que me dices. Tal vez mi destino sea encontrar ese pensamiento, y sin embargo, no me creo capaz de hacerlo.-
-Pero esa es una percepción de tu mente, ¡sólo tú lo puedes ver!-
-No soy tan importante…¡Tengo que volver a casa con mis hijos! -dijo el hombre sollozando.-
-Si te vas ahora tendré que matarte. ¡Acaba la tarea!-
-Esta bien, voy a intentarlo una última vez.- declaró agotado.- Olvidar mis pensamientos, dejar este mundo y centrarme en lo que me atormenta.-
-¡Sííí...veo algo!-rió. -¡Después de tantos meses tenías razón! ¡Ahora lo veo todo muy claro!-
-¡¡¡Dime, dime qué has visto!!!-
-Jamás te lo diré.-
Fin
-Nota del autor: menudo forever alone para el Alquimista ;)
-Nota del autor: menudo forever alone para el Alquimista ;)
¿Tienes miedo?
SÁBADO POR LA NOCHE
-¡Alex...Kira y Joseph han desaparecido!-afirma Félix con la respiración entrecortada.
-¡Ssssssssssssshhhhh, silencio!…algo se acerca a nosotros.-le dice Alex sabiendo que su final esta cerca.
MARTES
Dorian estaba recostado en su cama meditando, mientras sonaba en su equipo de música algún tema famoso de los Rolling Stones, sus desvaríos cerebrales sobre la muerte fueron interrumpidos por el timbre de su casa y tuvo que comprobar que sus amigos habían vuelto para darle la lata. Durante varios minutos, hablaron sobre el exámen de ingreso a la universidad, un tema que normalmente preocupaba a los estudiantes, exceptuando a Dorian, al que parecía que nada le podía perturbar. Sus amigos estaban ya cansados de su actitud y planeaban en secreto gastarle una broma macabra.
Alex, el jefe de la operación, le explicó a Dorian el viaje que pensaban realizar ese fin de semana a la montaña. Dorian imperturbable como siempre, no pareció emocionarse por lo del viaje, aunque de un modo u otro iría, pues no pensaba suspender el lunes.
VIERNES
Preparados para pasar un día de senderismo, los cinco amigos subieron al coche de Dorian, que era el único con carnet y se dirigieron a la montaña solitaria. Cuando hubieron llegado, detuvieron el automóvil en una zona de descanso y se encaminaron hacia el interior del bosque. Tras más de tres horas caminando, los jóvenes amigos se toparan con un sanatorio en ruinas.
-¿Qué hacemos aquí?-preguntó Dorian extrañado.
-Mira Dorian, no te lo dijimos pero queríamos inspeccionar este lugar, de todas formas no creímos que te llegara a molestar visitarlo un rato-afirmó Alex con cierta inexpresividad en su rostro.
-Me importa una mierda que cambiemos de parecer, es sólo que este sitio es otro aburrido y patético lugar.-le contestó Dorian muy decepcionado.
Las puertas de hierro del antiguo sanatorio para leprosos estaban bastante enrobinadas, y yacían tiradas en el suelo permitiendo el paso de cualquier visitante incauto. Así que los cinco compañeros encendieron sus linternas y se adentraron en silencio en su interior.
-¡Mirad, este era el lugar donde los leprosos se reunían para comer…y éste…esta era la sala donde vendaban los muñones putrefactos…ahí están las vendas, mirad, mirad, jajá!-afirmó Alex entusiasmado.
-Esta sala me resulta familiar...aqui murió mi bisabuela.-dijo Dorian para si mismo.
Y en ese mismo instante, Alex se giró hacia Dorian.
-Lo siento amigo, pero siempre recordarás este día.-declaró Alex con el mismo tono de voz que solía poner cuando imitaba a su padre.
De un plumazo, Alex le arrebató su linterna y lo empujó al interior de los oscuros dormitorios. Dorian calló al suelo pero se levantó tan rápido como le permitió el cuerpo y se abalanzó contra la puerta que ya cerraba Alex. Trató de impedir que se cerrara, pero Alex tenía una navaja suiza en la mano y la blandió contra él indicándole que se retirara. Finalmente la puerta se cerró y todo se quedó a oscuras para Dorian.
-¿Dorian tienes miedo?-le preguntó Alex con tono sarcástico.
-…-Dorian.
¡Reconócelo de una vez, te has cagado en los pantalones, eres un bebé!, ¿te traigo la chupeta?-dijo Alex mientras trataba de aguantarse la risa.
-¡JA JA JA...!-Todos.
-…-Dorian.
-¡Te lo repetiré si quieres, tienes que decir sí y la puerta se abrirá, porque si es tu deseo yo lo cumpliré!-declaró Alex sintiéndose muy cómodo en el papel de torturador.
-¡Síííííí…!-contestó la voz penetrante de una mujer que parecía enferma.
Un escalofrió recorrió el cuerpo de todos los allí presentes, que ahora estaban al borde del infarto, de modo que Alex sintiéndose un cazador cazado decidió abrir el cerrojo de los dormitorios y dirigió la luz de su linterna al interior de la oscura habitación sin lograr encontrar a Dorian.
Sin previo aviso, una mano pálida y huesuda le agarró con fuerza del brazo rasgándole la piel con sus viejas uñas amarillas, y Alex se soltó pegando un alarido de terror que retumbó en el interior del antiguo hospital.
Los cuatro amigos salieron del sanatorio a toda prisa en dirección al coche, y allí descubrieron a Dorian, el cual, ya estaba montado en su asiento mientras que agitaba el brazo por fuera de la ventanilla.
¡NO, NO TENGO MIEDO Y ADEMÁS, SÉ CONDUCIR!-gritó con todas sus fuerzas.
Tras decir esto, el coche arrancó y los abandonó a merced de la oscuridad.
Fin
El lago de los deseos
Hace mucho tiempo, en un lugar que se perdió en el olvido había un pueblo en medio del bosque que fue castigado por el Diablo a permanecer en la oscuridad durante toda la eternidad. Por culpa de la maldición, ninguno de los habitantes del pueblo cuyo nombre se perdió en el olvido recordaba su nombre.
La aldea pertenecía al Reino Perdido de un príncipe que vivía también presa de la oscuridad del Diablo, y todas las noches a las doce en punto el joven sacrificaba una lágrima de su sufrimiento en el Lago de los Deseos suplicando su liberación.
El muchacho no recordaba el nombre de la palabra amor y por culpa de su olvido permaneció en soledad durante diez años, hasta que una fría mañana recibió la visita de una princesa del lejano sur, que era quizás, la más hermosa de todo el Universo.
La joven se llamaba Ceres y al enterarse de la maldición había escapado del Reino de su malvado padre para buscar una solución.
Ceres entró sola al Castillo sin temor alguno y buscó habitación por habitación hasta dar con el joven. Al verlo por vez primera supo que debía amarlo con todas sus fuerzas y que así éste olvidaría por fin el sufrimiento que le provocaba su soledad.
Las primeras palabras que le dirigió el príncipe a Ceres la hicieron entristecerse tanto que ella murió allí mismo, entonces, éste se guardó las lágrimas del dolor que le provocó la muerte de la mujer más bella del Universo hasta las doce en punto de la noche.
Frente al lago de los deseos, el príncipe sin nombre no deseó lo que siempre quiso para sí, por primera vez deseó que el amor volviera a su interior y no una sino mil lágrimas le devolvieron a la princesa más bella.
Ceres se había vuelto transparente como el agua y cuando el príncipe trató de abrazarla ésta se le escurrió entre sus brazos, así que el muchacho se volvió triste olvidando nuevamente el amor.
La princesa trató de hacerlo entrar en razón diciéndole que las únicas lágrimas bellas son las que provoca la felicidad de amar y ser correspondido, él le contestó que qué sentido tenía amar algo que no se puede alcanzar, entonces, Ceres se volvió vapor de agua, ascendió al cielo y esperó allí junto a las Estrellas a que recapacitara.
La noche siguiente a las doce en punto el príncipe volvió al lago de los deseos y allí derramó nuevamente sus lágrimas, tras esto, el lago le reveló nuevos secretos sobre él, le dijo que jamás amaría a alguien, que moriría sólo, que el Diablo se quedaría el Castillo con sus tierras y también le dijo que suicidarse sería la mejor forma de acabar con todo.
Tras escuchar sus palabras, el príncipe sin nombre se miró en el lago durante un largo rato y supo que las aguas tenían razón, que esa misma noche todo acabaría en el escarpado Acantilado.
Mientras se dirigía hacia el triste y amargo final, el Lago de los Deseos comenzó a burbujear y éste llegó a máxima ebullición en el momento en el que situaba su pierna izquierda sobre el abismo.
En el borde del acantilado el muchacho cerró los ojos sin percatarse de que el cielo se cubría de nubes oscuras tratando de avisarle para impedirle que se tirara; así que Ceres le lanzó un rayo con tal mal fortuna que lo hizo tambalearse hacia el vacío.
Mientras el Príncipe caía comenzó a llover y las frías gotas cubrieron su rostro, al olerlas recordó la fragancia de su bella amada y al recordarla recordó el amor, y al recordar el amor recordó que caía y que jamás podría tenerla entre sus brazos.
Fin
DESEOS OSCUROS
EL PENSAMIENTO DE JOSÉ
¿Sabes una cosa zorra?, tras veinte años algo cambió dentro de mi mente y verte todos los días entrar por esa puerta me hace desear tu muerte a cada segundo, sólo quiero rebanarte el cuello, ver correr la sangre por tu cuerpo, que te calles para siempre y que desaparezcas de mi vista, no ves que te odio tanto por tu situación que te arrancaría la piel a tiras. ¿Por qué no ahogaste mi sufrimiento cuando te lo pedí?, sin embargo, tú sigues tan feliz , tú y tu maldita sonrisa de enfermera satisfecha que borraría sino fuera porque soy tetrapléjico.
EL PENSAMIENTO DE ENCARNA
Maldita sea mi vida, otra vez aquí con José, el hombre que tanto me aprecia. Si supiera lo mucho que me gustaría que muriera, pero yo no, yo no voy a ir a la cárcel por este desecho, aunque me lo volviera a pedir no lo haría. Lo miro sonriendo y pienso, si pudiera asfixiarlo con su almohada para no tener nunca que lavarle los genitales.
. . .
¿Qué tal Encarna, me has traído los resultados que te pedí.?-le pregunta el médico.
-Sí, aquí están.-le contesta sonriente.
-¿Qué tal está José?-le pregunta nuevamente.
-Como siempre, compruébelo usted mismo.-declara Encarna con indiferencia.
-¡¡¡José te has puesto de pie, eso es imposible!!! …espera José, deja el cuchillo de la comida en su sitio.-afirma el médico con preocupación.
-¡Calla imbécil, que he esperado este momento veinte años!-le reprocha enfurecido.
Fin
La memoria de nuestra familia
Nuestro padre era escritor, y al empezar la guerra eso sólo significaba una cosa; que papa era rojo. Todos se equivocaban, pues no era simpatizante de las ideas de la izquierda, ni siquiera de las republicanas, padre siempre fue uno de los pocos monárquicos que se vinieron abajo cuando expulsaron al rey desde Cartagena.
Mamá era una abogada muy guapa e inteligente entusiasmada con las plantas; siempre se preocupó por nosotros.
Te tengo que decir que en esta guerra nada tenía sentido ya que hasta en el mismo bando se mataban, por eso, no te ha de extrañar la historia de nuestro exílio.
Nuestro abuelo materno pertenecía a la cámara agraria del pueblo, este era el lugar donde los huertanos se reunían para hablar del campo y sus adversidades.
El día 18 de Julio de 1.936 hubo una reyerta en la cámara con tres muertos y uno de ellos era el abuelo.
Desde ese día la familia de madre era roja a todas voces, por lo tanto, la abuela se vino a vivir con nosotros por miedo. Sus vecinas la insultaban por la calle e incluso un día le raparon la cabeza, la llenaron de laxantes, la desnudaron y luego la pasearon por las calles principales del pueblo sin que los papas hubiesen podido evitarlo.
Teníamos mucho miedo, pues la guerra la perdía la República y padre no sabía que hacer, si marcharnos o quedarnos, pues para él la victoria de Franco significaba la victoria de la España tradicional frente a lo herejes comunistas. Por aquel entonces, yo desconocía quienes eran los comunistas.
Tenías cinco hermanos, tres varones y dos mujeres. El mayor de ellos era yo que tenía entonces dieciocho, luego vino Carlos que tenía diecisiete, después vino Lucía que tenía catorce, luego nació Carmen que tenía doce, tras Carmen, Pedro que tenía nueve y por último tú que tenías siete años.
Padre y los hermanos mayores fuimos llamados a luchar con el bando republicano, pero nuestro hermano Carlos que era de ideas fijas de la extrema derecha se negó rotundamente. Recuerdo perfectamente la tarde en la que se lo llevaron, madre se abrazaba a él desonsolada y padre yacía en el suelo de casa inconsciente con un golpe en la cabeza, yo me quedé inmóvil, no hice nada, pero sólo porque el día de antes él me lo pidió.
Lo escoltaron dos militares hasta el cementerio que estaba a las afueras y le hicieron cavar su propia tumba antes de fusilarlo. Cuando padre se enteró de que su ojo derecho había muerto se quedó mudo, jamás volví a escucharle mediar palabra, desde ese día sólo pensó en lo mejor para nosotros; la forma de salvarnos a todos.
Al día siguiente, cargamos todas nuestras pertenencias en un carro tirado por mulas y nos marchamos de Librilla en mitad de la noche.
Cuando llegamos a Murcia, nos detuvimos en la huerta y nos paramos a recoger verduras. Nunca debimos hacerlo porque por culpa de ello, Pedro, el niño más alegre e inteligente que pisaba nuesta casa, recibió el tiro en las sienes de un agricultor que estaba agazapado en una linde. Al escuchar el disparo, todos salimos corriendo exceptuando padre, que se percató de que Pedro no había vuelto. Entonces, Carmen le siguió y recibió un tiro en la barriga.
Carmen era un sueño, la hija perfecta que soñaba tener toda madre, rubia con tirabuzones, ojos de un intenso color azul y piel blanca marfil. Pese a todo su blancura se tiñó de rojo para siempre aquella noche. Padre cogió los cuerpos sin vida de nuestros hermanos y los llevó a la carreta, allí, madre se desmayó y volvió loca para siempre.
A los cinco días llegamos a Valencia con la abuela, padre, Lucia, tú y yo. Madre murió de pena pasado Elche.
No éramos conscientes de lo que significaba la batalla del Ebro, así que cuando atravesamos la zona nos pararon y se llevaron a padre a luchar con el bando republicano, el cual, estaba falto de soldados, todo lo contrario que el nacional, que siempre dispuso de las mejores tropas. Aquel día frente al río Ebro padre murió acrivillado, lo sé porque lo vi al pasar con la carreta entre los cadáveres. Lo vi y aún lloro hoy recordándole, lloro por ellos y por la rabia que tengo, que no desaparecerá hasta que al menos tú sepas esto.
Llegamos a Cataluña y yo me hice responsable de todas vosotras, me prometí, bueno le prometí a papá que os salvaría y que llegaríamos a Francia.
Allí no había nada que comer, nos moríamos de hambre, así que me marché a mendigar a la estación de tren de Tarragona, después de un día entero en la calle volví llevando dos chuscos de pan; cuando llegué, la abuela ya estaba muerta. Lucía y tú os abrazabais a ella, pero no llorabais, púes no os quedaban más lágrimas que derramar.
Al día siguiente, caminábamos atravesando Barcelona descalzos, ya que nuestras esparteñas se habían roto hace tiempo y pedímos comida pero nadie nos ofreció nada. Oí decir que se estaban cerrando las fronteras y que un famoso escritor conocido como Antonio Machado, tratraba de hacer lo mismo que nosotros.
Frente a la Pedrera, unos militares fascistas nos rodearon y empezaron a empujarnos entre ellos, yo les grité que nos dejaran en paz, que me mataran a mi pero que a vosotras no os hicieran nada, me dijeron que me tranquilizara, que tan solo querían violar a la mayor, que se conformaban con ella. Lucía la más tímida y coqueta de mis hermanas me fue arrebatada de los brazos en Barcelona y nunca más volví a ver sus preciosos ojos azules.
Entonces, te cogí a coscoletas y tras varios días caminado, alimentándonos solo de lo que robaba, llegamos a la frontera frente al puerto de Fuigueres. En el puerto, había cinco inmensos barcos cargados de niños republicanos que mandaban a Rusia. Sin que los guardias se dieran cuenta te metí en la cola con los demás niños al tiempo que venían las tropas de Franco disparando contra los padres que había allí, yo me refugié entre las redes de los pescadores, pero muchos se tiraron al agua, y pobres de ellos porque cuando salí la mayoría flotaba inerte en el agua con un tiro entre las sienes.
Cuando pasó el peligro me escabullí entre los bosques con los maquis por dos semanas y luego llegué a Francia. Allí, me tuvieron en un campo de concentración por no tener la nacionalidad española y a los dos días escapé por debajo de una valla, luego me establecí en San Jean de Vedas y formé una familia que tengo ganas de que conozcas un día.
Clara…después de tantos años, saber que estás viva y que vives feliz en Moscú, me ha hecho recuperar la felicidad perdida.
De tu hermano Jónatan, que te salvó y no te olvida…
El auxilio de los dioses
La historia de los Vergs
Los Vergs son la primera raza inteligente del universo, cuyo principal objetivo es el control absoluto. Tras buscarlos durante millones de años se enfrentaron a los dioses, y los encerraron en seis artefactos para canalizar su poder.
La historia de los dioses
Seis dioses compuestos de energía pura y apariencia corpórea fueron encerrados en seis piedras rúnicas por los Vergs, y escondidos en lo alto de la cabeza de uno de los cuatro colosos que habitan en un lejano planeta del universo.
La diosa de la tormenta, el dios de la invisibilidad, el dios del sello, el dios de la vida, el dios de la destrucción y el último que sigue en manos de los Vergs; el dios del tiempo cuyo uso es infinito.
La historia de las Garrapats
Hace un millón de años un meteorito cayó en la tierra e hizo que un pedazo de ésta saltara al espacio con larvas de insecto congeladas en su interior, el meteoro se alejó de la tierra y viajó hasta los confines del universo atravesando las galaxias hasta caer en un pequeño planeta con una baja concentración de oxígeno.
El Auxilio de los Dioses
En el año dos mil trecientos treinta y cuatro, existían artilugios como el acelerador de partículas para teletransportar pequeños objetos, pero en ocasiones, la mitad de estos no llegaban enteros a su destino.
Y fue así, que en laboratorio de Vermezia fue creado el último y más moderno acelerador, capaz de transportar cosas mucho más grandes de lo que cabía imaginar en la mente humana.
La mañana del incidente, los investigadores trabajaban en secreto con las dos últimas moléculas que habían descubierto, dos elementos que ni siquiera aparecían en la tabla periódica. Mediante una compleja ecuación y basándose en la teoría de las cuerdas, estas partículas creaban un retroceso del tiempo y del espacio dependiendo del grado de la parábola de dicha ecuación.
El primer intento de prueba lo hizo el prestigioso físico Tom Maker, el cual sufrió un paro cardiaco y cayó encima del tablero de control, haciendo que el choche de las partículas creara un vórtice similar a un agujero negro de dieciseis metros de anchura.
Sus ayudantes técnicos fueron a socorrerle descubriendo aquel dantesco espectáculo.
No se sabe aún como pasó, pero la forma de caer de Tom sobre el tablero invirtió la curva del agujero, eliminando su fuerza de succión y reduciéndola a una mera ventana que se podía traspasar sin peligro.
Los investigadores emocionados por el descubrimiento se olvidaron de su compañero y se dirigieron hacia el vórtice, al asomarse, descubrieron que era el portal hacia otro planeta infestado de criaturas similares a garrapatas gigantes.
Estos animales atacaron sin dudar a los científicos, los trituraron con sus poderosas mandíbulas y dejaron únicamente como rastro un enorme charco de sangre.
Las bestias eran de color rojizo, tenían numerosos tentáculos a su espalda y estaban cubiertas de ojos; algunas tenían alas. En pocos meses se hicieron con el control del planeta ya que parecía que la mayor concentración de oxígeno de la tierra las volvía más activas.
La humanidad fue durante aquellos años la principal fuente de la alimento de estas criaturas, que sólo tenían un defecto y es que no toleraban el frió, así que los humanos se dirigieron al último polo con hielo. Allí establecieron la poca civilización que quedaba y fundaron la ciudad de Malezia.
La Orden de la Batalla era un grupo numeroso de mercenarios afincados en el poder de las armas, cuyo único y principal objetivo era acabar con los peligrosos invasores. Como las armas de fuego se acabaron en la cruentas batallas atómicas, tuvieron que armarse con espadas y armaduras de metal para luchar. Estos organizaban pequeñas escaramuzas y traían consigo trozos del exoesqueleto de aquellas criaturas con las que luego se confeccionaban armaduras más potentes.
En uno de sus últimos enfrentamientos, la orden sufrió unas terribles pérdidas y finalmente se disolvió por una decisión del senado, sin embargo, quedaron cinco soldados que por su cuenta decidieron seguir luchando.
Los valientes soldados Orion, Tarso, Ternezio, Nimia y Passkal.
Los cinco organizaron en secreto una expedición robando uno de los antiguos barcos confiscados que pertenecieron a la orden de la batalla. Abandoraron Malezia en mitad de la noche y siguieron con dirección norte hacia el antiguo continente; Gaia.
Durante la travesía, fueron sorprendidos por una bandada de Garrapats voladoras que les lanzaban ácido desde las alturas, el ácido agujereó el barco y el agua comenzó a hundirlo en las profundidades del océano. Mientras Tarso y Nimia trataban de reparar las fugas, Ternezio, Orión y Passkal se enfrentaban como podían a los hambrientos artrópodos.
Ternezio era hábil como nadie con su voraz cimitarra y rebanaba a las indeseables escorias desparramando sus fétidas tripas sobre la cubierta, Orión con el arco les lanzaba flechas de fuego que al entrar en contacto con ellas las hacía consumirse rápidamente, luego estaba Passkal, que usaba un rudimetario silbato que las dejaba adormiladas y las hacia caer al agua congelada…
Tras un largo y tortuoso viaje avistaron tierra, se encaminaron entre selvas y se encontraron con los derruidos pueblos humanos; llegaron a Vermezia siguiendo las indicaciones de antiguos atlas.
Una vez dentro del laboratorio, se toparon con el vórtice, que permanecía custodiado por varias Garrapats. Las Garrapats les atacaron y éstos se defendieron despachándolas velozmente.
Las alimañas se comunicaban con un extraño lenguaje que el grupo de aventureros no comprendía, así que estas acabaron con una de ellas arrancándole el cerebro y arrojándolo frente a ellos, mientras dirigían sus patas de forma reiterativa hacia el interior del vórtice.
Nimia comprendió el mensaje y le contó a sus compañeros que lo que querían era el cerebro de alguna peligrosa criatura que se encontraba en el lugar del que provenían. Siguiendo las indicaciones de Nimia los guerreros se adentraron en el planeta y muy pronto comenzaron a notar los efectos de la escasez de oxígeno.
Mientras descansaban en un angosto páramo, descubrieron en la lejanía a cuatro gigantescas criaturas semejantes a titanes que parecían estar recolectando algo, los gigantes eran cuadrúpedos tan altos como una montaña y dejaban caer largas melenas que se les enredaban en sus grandes fauces repletas de colmillos retorcidos.
Nimia le dijo a su compañeros que lo que probablemente querían las Garrapats es que ellos acabaran con esas bestias para así poder regresar a su planeta.
Los cinco guerreros tardaron días en llegar a los pies de la primera, ésta se encontraba desconcertada por la presencia de los humanos e intrigada alzó una de sus descomunales zarpas para tratar de aplastarlos.
En ese momento, algo parecido a un cometa ardiendo atravesó el cielo y cayó justo en la cabeza del gigante poniéndolo furioso por el golpe. Lo que parecía ser una nave del espacio deformada por las altas temperaturas, se precipitó contra el suelo, clavándose fuertemente y levantando una densa nube de humos gris.
Los cinco amigos se acercaron al lugar del accidente y vieron como una mujer trataba de incorporarse en su interior; parecía sorprendida de verlos.
Orión le preguntó que quien era y ella le dijo que sólo recordaba que viajaba en una nave en la que su marido fue asesinado y en la que perdió la noción del tiempo tras ser absorbida por un agujero de gusano, quizás, habían pasado varios años, ella lo desconocía.
Mientras hablaban, el titán enfurecido abrió las fauces y las dirigió contra ellos, que para protegerse se escondieron en el interior de la nave. La bestia comenzó a engullir la nave mientras que sus ocupantes trataban de aferrarse a lo que podían.
La extraña mujer se presentó a los compañeros entre los continuos bamboleos, extrañamente hablaba la misma lengua y respondía al nombre de Cleira. Ella les dijo que tenía el antiguo decodificador de idiomas de su marido.
Dentro del estómago del monstruo, Cleira se acordó de que la nave llevaba un arma láser muy potente, la accionó y el láser abrió un boquete en el barriga del animal, creando numerosos ríos de sangre por los que ésta se deslizó hasta caer nuevamente al suelo. La bestia gimió de dolor y se derrumbó justo encima de la nave que tuvo tiempo de despegar antes de quedar convertida en un montón de chatarra.
Luego, abrieron una brecha en el cráneo de la criatura, cogieron un trozo del cerebro y se dirigieron a la siguiente.
Cuando por fin llegaron al último gigante, este se encontraba desovando. Sus huevos fueron destruidos con el láser provocando la ira de la madre, de forma que esta reaccionó rápidamente contra ésta golpeándola brúscamente con la cabeza. La nave cayó en espiral y luego recibió un brutal aplatasmiento del que Tarso no tuvo tiempo de escapar.
Impotentes ante la muerte de su amigo, se vieron obligados a escalar el animal que no paraba de zarandearse. Cuando llegaron a lo alto de su cabeza, lo acuchillaron con sus armas hasta que la bestia ya no pudo moverse más y calló demolida.
Entre los continuos y bruscos bamboleos, Cleira descubrió unas piedras de colores que alguien había depositado en la cabeza del titán, y una a una las arrancó fuértemente de las hendiduras en las que estaban fijas.
Cuando recogieron el último trozo de cerebro se dirigieron al vórtice, allí, les esperaban las Garrapats, que contentas por la feliz noticia fueron a avisar a su reina.
Tras varias horas, ésta apareció y se comió los cerebros entregados, era el doble de grande que las otras y sin previo aviso se enganchó a Passkal por la barriga, clavándole los garfios de su boca. Lo comenzó a succionar hasta que le sacó los fluidos y le introdujo sus desechos, formándole una bambolla en el cerebro que le hizo estallar la cabeza. Los compañeros incrédulos ante lo que pasaba se dieron a la fuga, puesto que un ejército hambriento de Garrapats custodiaba a la reina.
Mientras Cleira escapaba, una de las piedras comenzó a vibrar en su bolsillo, haciéndola levitar del suelo.
De pronto se abrió una brecha en el techo del laboratorio y apareció una mujer semidesnuda respondiendo al nombre de Ceres, diosa del auxilio supremo y la tormenta de hielo, Cleira le rogó su ayuda .
Súbitamente la diosa desprendió una descomunal llamarada de hielo y agua contra los artrópodos, que huían protegiendo a la reina para evitar que muriera. Los jóvenes guerreros corrieron nuevamente y se escondieron gracias la segunda piedra que contenía al dios de la invisibilidad, la cual, los hizo invisibles durante seis días en la selva. Después se construyeron una balsa de madera y se dirigieron a Malezia.
Una vez allí, le contaron al senado la trágica muerte de sus compañeros e intentaron revitalizar de nuevo la orden para que contara con nuevos y valientes guerreros. Sin embargo, el senado que pensaba gastar todo el dinero en sus propios intereses, se interpuso al resurgimiento y finalmente los tres guerreros asesinaron a todos los senadores, alzándose con el mando del gobierno y de la orden. Más tarde, prepararon un ataque cuyo factor sorpresa eran las piedras que Cleira encontró en lo alto del último gigante.
Cuando organizaron diez mil unidades, se dirigieron a Vermezia para tratar de recuperar uno de los últimos bastiones perdidos y poco a poco las Garrapats se fueron replegando cada vez más hacia el vórtice.
En una de las numerosas y cruentas batallas, Ternezio murió empalado por una Garrapats, pero poco después fue resucitado gracias al dios de la vida, y la guerra finalizó cuando Cleira usó la penúltima piedra rúnica; la piedra del sello que cerró el vórtice para siempre.
Al transcurrir un año, las ciudades se repoblaron, la humanidad se alzó con nuevas tecnologías y las naves volvieron a surcar los cielos. Esta tranquilidad era ficticia, puesto que las Garrapats dejaron enterrados en el subsuelo doscientos millones de huevos para dar el batacazo final.
Tras dos años, los huevos eclosionaron y volvieron de nuevo las masacres, pero cuando parecía que todo estaba perdido, apareció una extraña raza alienígena con miles de naves. Lo primero que hicieron los Vergs al llegar a la tierra fue luchar con los millones de Garrapats hambrientas, y finalmente las dos razas se exterminaron.
Al dejar abandonadas sus naves, Cleira supo que los Vergs debían de tener la máquina del tiempo en su poder, así que se despidió de sus amigos con la esperanza de resarcir su pasado.
La reina de las Garrapats, enfadada por su expulsión, organizó búsquedas para encontrar las piedras, pero sus acólitos solo dieron con una que estaba escondida en el cuerpo sin vida de un coloso, la más poderosa de todas. Así que la reina pidió la ayuda del dios de la destrucción, convocando una lluvia de meteoritos que destruyó la tierra.
Mientras Cleira se alejaba en la nave Verg, había observado la destrucción de su planeta, y se cabreó tanto que viajo al pasado, concretamente a la época en la que los insectos viajaban en el meteorito, lo destruyó con el láser de su nave y regresó a su tiempo.
Cuando volvió a la época del matetamático, descubrió que el mundo estaba habitado por Garrapats, Vergs y humanos que vivían en paz y que J.R Martínez nunca había nacido.
Desesperada y harta de buscarle, cogió la piedra que había en la máquina del tiempo, la lanzó contra el suelo y al resquebrajarse invirtió el tiempo. Ella no lo sabía, pero todo volvería a repetirse y, quizás, si encontrara la forma de sobrevivir a los hechos transcurridos años atrás, podría reencontrarse con su esposo.
FIN
Asesinos
-Te contrato porque quiero que mates a mi mujer.-dijo un hombre de aspecto demacrado y de ropa oscura que se escondía bajo su gabardina de pana.
-¿Su mujer?-le preguntó el otro hombre, que ocultaba su identidad tras sus gafas oscuras. -¿Y no es usted capaz de hacerlo?-
-No, no puedo, ya te lo he dicho mil veces.-le contestó.
-¿Pero por qué?, sigo sin entenderlo.-
-Ella es, bueno ya sabes. Como yo.- dijo con un tono claro de obviedad.
-...-
-Entonces, eres un novato.-le dijo indignado el hombre que quería acabar con su esposa.
-¿Cómo lo has adivinado?-
-De no serlo, sabrías con certeceza quien es mi mujer, el por qué yo no la voy a matar y el peligro que corres en este mismo momento…¡¡agáchate!!-
Un afilado cuchillo zwilling atravesó la ventana de la sala de estar rozando el pelo oscuro del asesino contratado, yendo a parar a la televisión de plasma.
-¡¿Qué coño ha sido eso?!-dijo el hombre de las gafas oscuras.
-¡Mi mujer!-le respondió el hombre de la gabardina de pana marrón.
-¡¿Su mujer?!-
-¡Ahora no hagas nada que yo no te diga, sígueme el juego!-
-¡No voy a arrastrarme por el suelo, no le tengo miedo a una loca hija de put…!-
En ese momento, una katana katzbalger atravesaba la barriga del asesino a sueldo.
-¿Otra vez has vuelto a las andadas Karl?-le preguntó su mujer.
-Sabes que no puedo resistirme a ver fluir la sangre por el salón.-le dijo mirándola a los ojos.
-¿Qué coño pasa aquí?-dijo el asesino a sueldo.
-Justamente es lo que yo misma me estaba preguntando.-
-Lo siento, pero te avisé con antelación.-le dijo el hombre de la gabardina.
-Te parece suficiente antelación quince putos minutos.-
-A mi sí.-
-¿Y cuándo coño pensabas decirme que habías vuelto? Ya sabes que hicimos un trato.-le dijo intrigada.
-Sí, lo sé, no volver a matar, pero es que la espera se me hacía eterna.-
-Bien, déjate de palabreos y rájale el cuello al policía corrupto.-le dijo ansiosa.
-La corrupción es la corrupción.-sonrió Karl.
-Nosotros somos asesinos, no andamos por ahí con pistolas. Vamos con katanas, jajá.- declaró ella.
La asesina deslizó su katana sacándola del interior del que para ella era un policía corrupto, al tiempo que se la entregaba a su esposo.
-¡Cabrones, os mataré!-les dijo el supuesto policía.
-Mandamiento número uno del asesino, tú no matarás. Mandamiento número dos, aquí sólo mato yo.-dijo el hombre de la gabardina.
Tras decir esto, le abrió el cristalino de los ojos con el filo de la katana y el líquido viscoso comenzó a fluir por sus mejillas.
-¿Cómo vas a matarnos ahora, con qué ojos nos veras?-le preguntó el hombre de la gabardina sin esperar su respuesta.-Gracias cariño.-le dijo a su mujer interrumpiendo al tiempo sus ansias de sangre.
-¿Gracias por qué?-
-Por caer en mi trampa.-
Karl se sacó un machete collins de hartford del interior de sus pantalones y lo estampó contra la cabeza de su mujer, salpicando trozos de cráneo y cerebro ensangrentados por su cara.
-¡Era necesario que me quedara sin ojos desgraciado, para matar a tu mujer!-
-Sí, ahora te concedo la mano de mi hija, dejaré que te cases con ella.-
Una vez, maté a una persona que tú conocías muy bien, pero eres la primera en saberlo. ¿Cómo te sientes?-
-Ummm, ummm, ummm.-
-Ahh si, espera, sin la mordaza hablarás mejor.-
-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, socorro, ayúdenme!-gritaba una mujer desesperada.
-Para de gimotear. No sabes decir,¡oh no me lo esperaba, joder eres el mejor, que cabrón!, ¿cómo podías ocultar algo así?-
-¡John estás loco! Te pudrirás en la cárcel, ¡te encontrarán, no tiene sentido lo que estás haciéndome, suéltame y no se lo diré a nadie!-
-No te creo, llegado el momento le contarías a todo el mundo que asesiné a tu padre en el trabajo, que lo empujé por el andamio cuando se negaba a concederme la aprobación para casarnos.-
-No, no lo haré, ¡por favor suéltame!-
-Como ya había previsto tu negativa, ayer y sin demorarme mucho desenterré el cadáver de tu padre y lo traje aquí, porque ¿sabes? vamos a casarnos aquí y tu padre dirá, sí, sí acepto, tienes la mano de mi hija. Y todos seremos muy felices, como en las películas.-
-¡John estás loco, loco!-
-Papa, ven a ver lo que dice tu hijita, ahh si, que buena chica es. ¿Sabes John?, me gustaría besarla otra vez, hace dos años que no lo hago.-
-¡No, noo, no lo acerques a mí, ahhhhhhhh!-
-Bueno, todo queda en familia, y ahora te sacaré los ojos con este destornillador.-
-¡Ahhhhhhhhh!-
-Destornillador no, mejor un tenedor, ¿o primero, te saco las uñas con los alicates?-
-¡¿Por qué me haces esto?!-dijo ella.
-¿Querías a tu padre?-
-...-
-Dime, ¡¿le querías?!-
-No.-
-Entonces, porque no te alegraste cuando lo maté, porque no te alegraste porque dejó de violarte por todos los posibles sitios de tu cuerpo, porque no te alegraste de que pararan los abusos sexuales a tus hermanos pequeños…dímelo!-
-Porque en el fondo le quería.-
-Entonces vete, eres libre. Eres el ser más despreciable que pisa este mundo.-
-Puede que no sea fácil de entender, pero hice mi trabajo para salvar a mi familia. No buscaba una justificación, sólo quería lo mejor para ellos. Desde que me hecharon del trabajo no pude rehacer mi vida, y tu creías que aún vivíamos bien, que teníamos dinero, sí, mi sueldo eran nuestros ahorros, los mismos que más tarde recuperé tras matar a mi primera víctima. Ese día estuve muy enfermo vomitando, cariño, sé que esto no justifica nada, pero es que al enterarte me abandonarías.
Todo lo que hecho lo he hecho por ellos, por eso cuando llegué a casa y te encontré con aquellos hombres en la cama sin que me vieras, todo se me vino abajo y la única razón de mi existencia fue la única razón por la que maté a nuestros hijos lanzándolos al lago. Pero eso nunca lo sabrás, porque esta carta está enterrada a siete metros bajo el suelo. Ojalá que tus amantes me perdonen por la inyección letal, ojalá que mis pequeños desde el cielo me perdonen, pero eso no cambiará que la próxima en morir seas tú.
-Mierda las llaves.-Leonard entra en su casa.- ¡¡Marie!!, ¿has visto las llaves del coche?-pero ella no le contesta.-
Leonard entra en su dormitorio, descubriendo a su esposa en la cama con otro hombre.
-¡Marie, que haces en la cama con mi hermano! ¡Cerdo traidor, te voy a cortar las pelotas!-
-No es lo que crees que ves.-le dijo el hermano.
-¡¿Qué, maldito cabrón, que no es lo que veo?!-en ese momento, Leonard saca una pistola del cajón del armario que había frente a él.- ¿Por qué me haces esto Marie?-
-Hace tiempo que ya no te quiero y no siento lo mismo, sólamente discutimos.-
-¡Cabrón, cómo has podido, mi propia sangre!-le dijo a su hermano.
-Leonard, vete a trabajar, que es lo único que se te da hacer bien. Mañana iremos al juzgado y me separaré de ti, nunca te volveré a ver.-le dijo Marie.
-Yo tampoco.-se oye un disparo y Marie cae sobre el blanco colchón lanzando un chorro de sangre desde el centro de la frente.
-¡Que has hecho hijo de ####, la has matado cabrón!-
-He hecho lo que debía.-y tras decir esto se escuchó otro disparo que le acertó de lleno en el tórax, reventándole la pleura y dejándole sin respiración.
Como todos los días, Leonard se dirige al instituto, pero este día lleva una pistola desert eagle magnum 4 en su maletín.
En la entrada del instituto, hay dos hombres de raza negra peleándose, diciéndose cosas como: ¡Cabrón, hijo ####, te voy a matar, no volverás a tocar a mi gente!
Suena el timbre de las 8:00 y todos los estudiantes entran en sus correspondientes aulas.
Leonard entra a su clase de matemáticas sudoroso y con un leve tembleque en las manos. De pronto, los alumnos que anteriormente discutían en el patio se levantan de sus asientos para seguir insultándose. Uno de ellos saca una pistola 1516 magnum, mientras que los demás alumnos se ocultan debajo de sus pupitres muy asustados.
El otro alumno saca también una pistola, una blow mod 2342 magnum que llevaba guardada en los pantalones y apunta a la cabeza de su odiado compañero. Leonard está en su asiento temblando de arriba abajo, y perdiendo el sentido se dirige al maletín, lo abre y coge su pistola apuntando a ambos alumnos a la vez.
Los tres están muy nerviosos y se apuntan unos a otros fuera de control. De repente, suena el timbre del recreo y se oyen tres disparos.
Tres cuerpos caen al suelo…
. . .
-Todos mis hijos, todos acabaron siendo asesinos. Todos menos uno asesinaron a sus respectivas mujeres.-
-¿Los odias?-le preguntó el inspector de policía.
-Ellos son mis hijos, no podría odiarlos jamás.-
-Pero estarás de acuerdo en que fallaste en su educación, todos son casos de violencia machista. ¿Tienes algo que decir al respecto?-
-Sí y no, me considero una buena madre. Ven aquí Tom, dile algo al señor inspector de policía, demuéstrale que se equivoca y que yo os he cuidado bien.-
-Mi madre tiene razón señor, es una buena mujer.-le dijo el joven que al ver pasar por la calle a la compañera de clase que le ponía los cuernos, sentía un profundo escalofrío. Un escalofrío infernal.
Fin
El Ruido
Por Félix Olivera
Cada noche antes de dormir, me leía un relato corto de terror. Por llegar a tan altas horas de la madrugada, a veces, escuchaba ruidos procedentes de lugares ocultos, quizá peligrosos, para mí excitantes.
El advertir cosas que nadie percibía me hacía sentir afortunado, no era casualidad que el resto del día no lo fuera, no es que el físico acompañara.
Escuchar ruidos misteriosos, pensar en la oscuridad, que esa ropa enmarañada que había sobre la silla del escritorio era en realidad alguien observándome, siempre fueron mis aficiones favoritas.
Pero justo antes de dormir comenzaban los truenos, el crujir del cielo en la fría noche. Fuera el exterior y nada más.
Como miles de antiguos motores de aviones oxidados de la Segunda Guerra Mundial sonaba el ruido. Y siempre, antes de acostarme.
Nunca me levanté, jamás salí a la calle a comprobar lo que era que hiciese tanto ruido, no me aventuré quizás, porque le hubiera quitado intriga al tiempo precedido al sueño, quizás, porque en todo el mundo, solo yo podía oírlo.
El caso es que fueron pasando los años y al cambiar cambié de casa, de familia y tanto cambié, que me hice una propia.
Por la noche, mientras mi querida esposa dormía, yo leía otro relato de terror y esperaba ansioso hasta altas horas el silencio, la oscuridad y el ruido. Pero hacía tiempo que lo último nunca sucedía. Así, que harto de esperar, una noche me levanté de la cama y me asomé al fin por la ventana. Las calles estaban desiertas, el viento movía el papel de los periódicos describiendo infinitas espirales y nada parecía aventurar que algo fuera a ocurrir.
Después, miré a mi esposa que seguía durmiendo, y cogiendo mis zapatillas descendí las escaleras de caracol a toda velocidad. Justo cuando me decidía a saltar el último escalón, vi a mis hijos pequeños cerrándome el paso, con los ojos cerrados y cogidos de la mano.
-Sonámbulos otra vez.-pensé, hasta que sus frágiles voces me interrumpieron diciendo.
-Papa, ya no eres un niño.-
Fin
Félix Gilbert y la tumba perdida del rey Maletón
Prólogo
La iglesia guardó durante siglos el poder que oculta el camino entre los mares; el nuevo moisés de la humanidad. Imposible trabajo que no cabe concebir más que para la civilización que oculta durante milenios, talló la roca, se enfrentó a la lava de los rifts e incluso doblegó a criaturas marinas hoy perdidas en el tiempo.
Año 1.993 Egipto
Ya habían transcurrido más de dos semanas desde que comenzamos a vagar sin rumbo por el desierto; la gran caravana de camellos que partió del Cairo ya casi había desaparecido y no superábamos las veinte personas. Era como si la arena nos hubiera tragado, apartándonos cualquier esperanza de supervivencia.
El lunes de la tercera semana de expedición, sufrimos una grave tormenta de arena que casi nos deja enterrados bajo el suelo, pero que a su vez, logró dejar a la vista un hermoso pero derruido templo egipcio. Era justo lo que estábamos; estaba buscando.
Todos los miembros de la expedición empezamos a gritar y a saltar eufóricos, olvidándonos por un momento de la cercanía que teníamos en ese momento a la muerte, pues mi teléfono vía satélite estaba estropeado y solo podíamos confiar en que al menos fuera un lugar que sirviera de cobijo.
Discúlpenme por no haberme presentado antes, soy Félix Gilbert, el famoso a mi pesar, arqueólogo y egiptólogo de la universidad de Princeton.
Mi misión consistía en encontrar la tumba perdida del Faraón Maletón antes que la compañía Universal Art; que también andaba tras ella.
Por fin nos adentramos a la sombra de decenas de simétricas columnas de piedra caliza, que se sumergían en la arena del desierto abriendo una boca oscura. Encendimos todas las antorchas iluminando en la entrada una serie jeroglíficos que se repetían continuamente y que logré descifrar fácilmente. Narraban una historia, una profecía sobre el ser humano a lo largo de los siglos.
-Bobadas-pensé, nada de lo que contaba me interesó.
Seguimos avanzando a la vez que el corredor de una altura cercana a los cuatro metros se hacía más estrecho, hasta que en un punto ya solo se podía avanzar de rodillas. Aquí, la mitad del grupo decidió parar alegando que esperaría fuera para protegernos la espalda. Yo los maldecí en silencio para que me vieran enojado, pero la repentina noticia me alegró bastante, sobre todo después de encontrar lo que buscaba.
Lidia González Escudero la famosa filóloga madrileña me seguía a la espalda bromeando de vez en cuando sobre mi forma de arrastrarme por el corredor, al igual que yo, estaba divorciada, y en ese momento nuestra relación era amistosa.
Conforme avanzábamos percibí que las paredes se iban volviendo rojas, un rojo color sangre muy intenso.
-Lidia, te encuentras con ganas.-le dije poniendo la cara que no esperaba otra que la que siempre ponía tras hacerle la misma pregunta.
-Con las mismas que tenía la primera vez que me lo preguntaste hace tres años en Nueva Zelanda.-me dijo alegremente mirándome con sus felinos ojos verdes que relucían a la luz de las antorchas.
Detrás de la joven Lidia iba el padre Milano representando al Vaticano; calvo y robusto, vestía un traje de colonizador africano.
Hacía tiempo que era de lo más común que nos acompañara un sacerdote, pues la iglesia de Roma estaba empeñada en meterse en todas las expediciones importantes desde el descubrimiento de los manuscritos del mar muerto. Nos costeaba la misión pero a cambio de ocultar cualquier secreto que hiciera tambalear sus dogmas.
Tras el padre Milano avanzaba Barend, el guardia alemán y corpulento armado hasta los dientes e imbecil que no debía faltar en este tipo de misiones.
Por último y no menos importante, mi colega de Princeton Dennis Alexander; alto, delgado y que siempre llevaba barba de tres meses. El típico triunfador de la vida al que todo el mundo ha envidiado alguna vez. Creo que desde que nació se empeña en ser mejor que el resto y para colmo lo consigue, fue él quien descubrió la ciudad perdida de Tartessos; secreto que guarda con el Vaticano por el mismo motivo que anteriormente citaba. A los cuarenta años ya era un ricachón asentado con familia y tesoros ibéricos en su cuidada sala de estar. Todo un ejemplo.
Seguíamos avanzando por el pasillo que se estrechaba cada vez más hasta que llegados a un punto, tuvimos que arrastrarnos por el suelo.
El color rojo de las paredes ya empezaba a marearme y si esa era la intención, lo conseguía, pues la cabeza empezó a darme vueltas.
-¿Te encuentras bien?- me preguntó Lidia.
-Me estoy mareando, creo que me cuesta demasiado avanzar. Debe ser por el color rojo de las paredes.-dije.
-Deberíamos parar unos minutos Félix.-me sugirió preocupada.
-Sí, será mejor que descansemos.-en ese momento perdí el conocimiento.
Cuando desperté, estaba solo y a oscuras. Comencé a llamar a mis compañeros pensando al principio que debían de haberme gastado una broma. Pero nadie podía oírme allí, pues mis gritos no atravesaban el cuarto hermético y perfectamente cerrado en el que estaba metido. A oscuras sentí el terror por primera vez en mi vida y me golpeé varias veces en la cara tratando de despertar del sueño que quizás me tenía atrapado.
-¿Qué ha ocurrido?-preguntó Alexander desde atrás.
-De pronto, el suelo se abrió y Félix cayo al vacío, no se escuchó golpe alguno.-le contestó Lidia.
-¿Qué el suelo se abrió?-le volvió a preguntar.
-Primero empezó a sentirse mareado por el color rojo de las paredes, luego se abrió el suelo y desapareció. De hecho, me extrañó que dijera que las paredes rojas lo estaban mareando.-le dijo Lidia.
-Que extraño, obviamente las paredes no tienen ese color.-le dijo Alexander mientras miraba la pared.
-¡Deberíamos volver!- dijo el padre Milano con cara de preocupación.
-Vuelva usted si quiere, pero yo no abandonaré a un amigo.-le dijo Alexander sin vacilar un momento.
Ya avanzada la tarde, un helicóptero de dos palas avistaba la situación de varios beduinos con sus camellos alrededor de una estructura de columnas de piedra.
El helicóptero aterrizó con dificultad debido al viento arenoso y nada más abrirse las puertas de éste, comenzaron a descender militares con uniformes verdes portando metralletas, que no duraron un momento en disparar indiscriminadamente a los beduinos apostados en la entrada.
Los últimos en bajar eran los dos mafiosos contratados por Universal Art, estos no se andaban con tonterías y siempre conseguían para su empresa lo que ésta demandaba. Los generales Madfet y Harmajis controlaban el comercio de armas de la zona y manifestaban abiertamente el uso del terrorismo para lograr sus propósitos. Situación que conocía desde un primer momento la compañía americana Universal Art.
Yo estaba en un espacio reducido de no más de un metro cincuenta, demasiado bajo para mi altura. Con las palmas abiertas fui deslizando mis dedos por el contorno de las caras de pared que me rodeaban, quizás hubiese un mecanismo capaz de abrir una salida secreta que me sacara de allí, pero nada, no encontré ni rastro. Lo daba todo por perdido y desesperado me abandoné contra el suelo cerrando los ojos y esperando una lenta y agónica muerte.
-¡Habéis escuchado los disparos!-gritó Alexander.
-Afuera tenemos compañía. Debo salir a echar un vistazo.- dijo Barend alarmado.
-No, te necesitamos aquí, no sabemos a que clase de peligro nos enfrentamos.-le dijo Lidia temerosa de que la situación pudiera empeorar más.
-Tenemos que avanzar continuando el trayecto y esperar encontrar otra salida.-dijo Alexander.
-¡Esperar!, ni hablar, prefiero morir fuera que morir encerrado aquí adentro.-dijo el padre Milano.
-Usted mismo Milano.-le dijo Alexander enfadado.
-¡Deteneos o moriréis cuando os demos caza!.-dijeron las voces de los militares con un extraño acento inglés desde el otro extremo del túnel.
-Padre Milano, aquí llegan sus salvadores, ¡Lidia, Barend, larguémonos!-gritó Alexander.
-¡Inútiles!, que clase de confianza los lleva a adentrarse ahí, el lugar que se ha tragado a Félix, soy un sacerdote y me respetarán.-pensó para si, al tiempo que avanzaba en la dirección contraria de sus compañeros de expedición.
-La Universal Art nos encomendó recuperar el secreto que oculta la tumba de Maletón antes que ese catedrático de Princeton, parece ser que lo que oculta este lugar tendrá suma relevancia en el transcurso de la historia de la humanidad.-dijo Madfet.
-No podemos permitir que ese secreto caiga en manos de esos idiotas, debería ser nuestro, ni siquiera de la Universal Art. El secreto de esta tumba solo pertenece a Egipto.-le dijo Hamifir tratando de convencerle.
-¿Estás otra vez cuestionando la misión?, si sigues así me veré obligado a avisar al consejo y pedir que te expulsen, modera ya tus sentimientos nacionalistas y atáñete a lo dicho, no cometamos las mismos errores que los que toman el asunto por su mano.-le dijo Madfet.
-Hermano, no vacilaré. En ningún momento.-le contestó al tiempo que su antorcha advertía la presencia de un hombre que avanzaba hacia ellos con las manos en alto.
-No disparéis, soy sacerdote…dejadme salir afuera.-dijo el padre Milano con cierta inexpresión en su rostro. De pronto, más de diez soldados le apuntaban directamente con sus metralletas.
-Hermano, ¿quieres una prueba de que doy mi palabra hasta el final?-le preguntó Hamifir.
-Sí, quiero esa prueba ya.-le contestó Madfet mientras miraba extrañado a Milano.
Cerré los ojos, pero aún así tuve que volver a abrirlos ya que el cubo se había iluminado de pronto. Me incorporé con lentitud cegado por una luz roja diferente a la luz solar y volví de nuevo a observar las paredes. Tras varios minutos, la luz se apagó e intrigado esperé nuevamente, y más pronto que antes volvió a aparecer. Este proceso se repetía cada vez con mayor frecuencia hasta llegar a un punto en que el cubo se iluminaba y apagaba en segundos.
Empecé a marearme por la luz, de modo que cerré los ojos, pero la intensidad de esta se adentraba en mis párpados. Seguidamente comencé a gritar con fuerza desesperado hasta que visualicé fotogramas de unos relieves escritos en lenguaje arcaico. Intenté analizar los jeroglíficos, que narraban la vida de un ser humano desde el nacimiento hasta la muerte, y que acababan en un largo túnel cubierto de peligros para incautos. En el centro de los dibujos había un cofre vacío con dos manos dibujadas en su eje.
-¡Cómo no me he enterado antes, la respuesta está en mis manos no en mis pies! En la base del cubo.-dije mientras ponía mis manos sobre los relieves que tenían la misma forma y que se iluminaban de color rojo cuanto más las acercaba.
-Ahora …veamos que sucede.-dije.
Alexander, Lidia y Barend avanzaban con dificultad por el corredor de la gruta mientras que este aumentaba paulatinamente a lo alto.
Lidia los obligó a detenerse unos segundos para observar unas inscripciones en la pared.
-Alex, no consigo descifrar estos jeroglíficos, los que se intercalan con los egipcios. Debe de tratarse de una antigua escritura.-le dijo Lidia intrigada.
-Yo diría que los jeroglíficos egipcios fueron tallados con posterioridad, algunos ocupan el espacio que separa a los antiguos, me es imposible descifrarlos.-dijo Alexander.
-En egipcio dice: “Aquel que aquí avanza, que busca pero realmente no sabe que esta buscando sigue aquí, otros, los que ya han percibido el poder que esconde este lugar no se encontraran con vosotros. Aquel que lee esto va a morir, el que cayó verá la luz, pero también morirá.
El templo fue sellado por la guerra que se avecinaba y seguirá en funcionamiento para la defensa de Egipto por milenios, para proteger a nuestro adorado Faraón, Dios del sol y las demás estrellas”.-relató Lidia.
-¿Maletón?-preguntó Barend.
-Esta no es la tumba de Maletón, ni siquiera egipcia. Parece ser que los egipcios hallaron este lugar y lo sabotearon tan sólo para proteger al faraón de algún peligro. Temo que este sitio nos oculte un terrible destino.-dijo Alexander preocupado.
-Tenemos que encontrar a Félix y salir cuanto antes de aquí.-dijo Lidia.
-Estoy de acuerdo.-dijo Alexander.
-¡Sigamos, cada vez están más cerca!-les instó Barend.
Siguieron avanzando hasta llegar a una gran sala en la que retumbaba el murmullo del agua y en la que aparecían dos direcciones. Una tenía tallado en el marco de piedra el símbolo de un pez y la otra la imagen de un guerrero portando una lanza afilada. Al final, llegaron a la conclusión de que si querían encontrar el verdadero camino, tenían que averiguar antes algo sobre los dos túneles.
-Dinos cuales son vuestras intenciones, ¿¡qué sabéis de este lugar?!-le preguntó Madfet.
-Matadme, no voy a revelaros el poder que oculta este sitio, ni siquiera ellos lo saben.-le contestó Milano.
-El templo, ¿no lo construyeron los egipcios?.-le preguntó Madfet.
-¡Vamos avanzad, no perdáis tiempo se escapan!- gritó Hamifir a diez de los doce soldados, mientras que su hermano hablaba con Milano.
-Claro que no, ¿lo dudabas?-le dijo Milano.
-¿Quiénes lo hicieron?-le preguntó Madfet.
-La iglesia guardó durante siglos el poder que oculta el camino entre los mares; el nuevo moisés de la humanidad. Imposible trabajo que no cabe concebir más que para la civilización que oculta durante milenios, talló la roca, se enfrentó a la lava de los rifts e incluso doblegó a criaturas marinas hoy perdidas en el tiempo.-relató Milano.
-Cuentos para niños. ¿Dónde está el tesoro del rey Maletón?-dijo Madfet con rotundidad.
-No me venga con idioteces general Madfet.-le contestó Milano.
-¡Dánoslo o morirás!-dijo Madfet con una furia desmedida.
-De acuerdo, si insistes.-dijo poniendo una mueca burlona.
Milano se sacó del bolsillo derecho de los pantalones una piedra de color rojo que emitió intensos destellos rojizos. La luz escandiló a Madfet, a Hamifir y a los dos militares que les acompañaban, mientras que el sacerdote comenzó a correr hacia la salida.
-¡No dejéis que escape, se lleva la reliquia!-gritó Madfet a los militares.
-¡Disparadle!-gritó Hamifir.
Los militares cegados, dirigieron sus metralletas hacia la entrada sin ver a donde apuntaban. Milano se reía mientras se daba cuenta de que lo había conseguido, lograba escapar con el tesoro del templo. Cuanto más se acercaba a la salida más intenso era el brillo de la piedra y más caliente se volvía, hasta que al llegar a la entrada la piedra le comenzó a quemar las manos.
-Tengo que sacarla de aquí, aunque parece que la luz del sol la está despertando. Está liberando su poder.-
Justo en la salida, la piedra empezó a derretirse emitiendo un destello increible.
-¡Noooooo, que, que me está ocurriendo, me abrasa. ¡No se supone que pasaría esto! ¡Félix me engañaste, aaaaaahhhh traidor!-gritó el padre Milano retorciéndose de dolor.
La piedra se incrustó en la piel de Milano derritiéndole los músculos y huesos del antebrazo, mientras que los rayos del sol rebotaban en él creando una gran cantidad de luz y energía que le abrasaba todo el cuerpo. La piedra de los Tmanoujis brillaba en todo su esplendor.
-¡Te mataré traidor!-gritó enfurecido mirando al cielo.
-¡Disparadle!-
El padre Milano volvió lentamente al interior del templo con todo el cuerpo abrasado mirando con ojos de furia propia de otros tiempos a Madfet, a Harmajis y a los dos mercenarios. Su brazo dejaba entrever el hueso fundido en la piedra. Lo alzó hacia la entrada y lanzando una descomunal ola de energía roja, hizo retumbar los cimientos del templo. Grandes bloques de piedra cayeron sellando la entrada esparciendo polvo y tierra en todas direcciones.
-¡Vosotros seréis los primeros en morir!-gritó Milano con una voz sepulcral que daba escalofríos.
-¡Hamifir huyamos!-le dijo Madfet asustado por primera vez en su vida.
-¡No, antes lo mataré! ¡No dejaré que se quede con el tesoro, te hice una promesa hermano!-gritó Hamifir fuera de control.
-¡Olvida el tesoro Hamifir!-le gritó Madfet dirigiéndose hacia él tratando de detenerlo.
En ese momento, Hamifir le arrebató a un militar su metralleta y corriendo en su dirección empezó a disparar a Milano, que al tiempo se cubrió con una esfera roja de energía capaz de frenar las balas.
-Al contrario que vosotros los humanos tengo un control total sobre la energía. ¡Muere!-dijo Milano mientras que su brazo se cargaba y posteriormente lanzaba un rayo rojo. Sin poder hacer nada por evitarlo, Hamifir recibió una onda que lo partió por la mitad dejando caer desparramadas sus vísceras por el suelo.
-¡¡¡Hamifirrr!!!-gritó Madfet desconsolado.
Al posar mis manos sobre el relieve del suelo se encendieron los jeroglíficos del cubo y este comenzó a abrirse dejándome caer alrededor de veinte metros en el aire, para aterrizar finalmente sobre el agua.
Estaba congelada y pensaba que si no salía pronto de ella moriría de hipotermia. Comencé a nadar en busca de la orilla, cuando una sombra sospechosa pasó debajo de mi creando unas turbulencias que me hundieron unos pocos centímetros.
-¿No tengo aún suficientes problemas?-me dije cerrando los ojos y moviendo la cabeza. Nadé todo lo rápido que pude hasta llegar a un saliente rocoso en medio la gruta. En ese momento, una cabeza semejante a la de un cactus emergió del agua.
-¿¿Qué cojones es eso??-me pregunté tiritando de frío.
La criatura alzó aún más su cuello abriendo una boca cubierta de púas que comenzó a absorber aire y a expulsarlo después. A los pocos segundos, percibí que el aire era difícil de respirar porque llevaba impregnado una toxina que hacía toser. Así que estornudé, y al escucharme, el animal sacó su cuerpo entero fuera del agua para dar conmigo; chocando contra el techo de la bóveda de la gruta.
Dejó ver sus enormes patas superiores, semejantes a aletas con garras erosionadas por la longevidad y al localizarme se dirigió hacia a mí velozmente. Entonces, saqué de mi bolsillo la piedra de los Tmanoujis y se la mostré.
Un resplandor rojo e intenso inundó la gruta y el monstruo se sacudió hacia atrás moviendo grandes cantidades de agua a la vez que escupía sus espinas del tamaño de un brazo en todas direcciones.
Una de ellas me acertó en el gemelo interno atravesándome únicamente el músculo, y otra pasó silbando rozándome la oreja.
Estaba clavado en el suelo, muerto de frió y tratando de liberarme de la espina del monstruo mientras que me desangraba por la pierna. En esos momentos, pensaba que todo había acabado.
¿Qué hubiera hecho Scolmat? Lanzársela y destruirla, era quizás la única llave que quedaba, pues pensaba que el padre Milano debería estar muerto al intentar sacarla del templo.
Nadie se dio cuenta del momento en que mientras observaba los jeroglíficos de la entrada sin prestar mucha atención, giraba con cuidado una roca en la pared y sacaba dos piedras antiguas. Una se la entregué a Milano para deshacerme de él y otra me la quedé para mí. Milano y la iglesia eran ya un estorbo, sus ansias de poder los llevaban consumiendo desde hacia varias décadas, cuando se descubrió el manuscrito quemado del mar muerto. Era mi particular venganza después de tantos años de cooperación infructuosa.
La bestia se me acercaba con la boca abierta y yo no me decidía a hacer lo que debía hacer. El tiempo se había agotado y la criatura me arrancó del suelo atravesándome con sus colmillos por la barriga. No sentí dolor, solo me desvanecí…
El largo y negro pelo ondulado de Lidia se cubría de pegajosos hilos verdes semejantes a la tela de araña, mientras trataba de avanzar con su antorcha por la gruta. Delante iban Barend y Alexander que se habían parado frente a una pequeña cascada a refrescarse; descubriendo que tras ella había un gran hueco.
-Bien, Lidia nos esperarás oculta tras la cascada, nosotros iremos a echar un vistazo al túnel con el símbolo de la lanza.-le dijo Alexander.
-¡Esperar!, ¿pero qué os creéis?, ¡puede que aún nos sigan!-les reprochó Lidia.
-En el interior de la cascada estarás a salvo créeme y no aceptaré un no por respuesta.-le dijo Alexander con seriedad.
-¡Que imbecil!- dijo Lidia para si.
-Debe quedarse señorita Lidia.-le repitió Barend.
-Y así haré… -le contestó a ambos mostrando una sonrisa falsa.
En el momento en que Alex y Barend se adentraban en el túnel de la lanza, Lidia también se adentraba en el del símbolo del pez.
Mientras Lidia avanzaba, con su antorcha alumbraba en la pared dibujos circulares de criaturas marinas que se iban repitiendo con frecuencia.
-¡Este lugar es increíble!-pensó para si, cuando tras andar un cuarto de hora atravesando el largo túnel, advirtió la presencia de un ave a la altura de sus hombros metida en su madriguera.
-¡No es posible, es un quetzal!-dijo sorprendida mientras miraba atónita al ave que no podía verle.
Después siguió avanzando hasta que llegó a los pies de un estanque de aguas oscuras del que se perdía la vista en la oscuridad.
-¿Se supone que debo cruzarlo? ¿Cómo?-se preguntó sin saber realmente que debía hacer.
Alex y Barend avanzaban por un pasillo oscuro hasta que dieron con una sala iluminada por gemas rojas incrustadas en la dura roca de las paredes. Las piedras reflejaban su luz sobre una hermosa lanza de piedra roja.
-Es increíble, jajá, jamás había visto algo tan hermoso, exceptuando a la señorita Lidia, ¡brilla con la intesidad de las estrellas!-exclamó Alexander impresionado.
-A mi me da mal augurio señor Alexander.-le dijo Barend presagiando lo peor.
-Barend, ya contaba con que quizás hubiese trampas, así que tomé las precauciones debidas, mi tirachinas de la suerte, jajá. Espera y verás, un lanzamiento certero y comprobamos en breves momentos si hay trampas.-dijo con seguridad en si mismo.
-¿Con un tirachinas?-le preguntó Barend incrédulo.
La piedra se catapultó en el aire golpeándo la lanza con fuerza y toda la sala brilló aún con más intensidad.
-Ves Barend, no ocurre nada, espera, ¡¿qué es ese ruido?!-dijo Alexander sorprendido.
La sala tembló y las paredes se hicieron transparentes, pudiendo ver un lago oscuro en el que una mujer permanecía inmóvil. Tras acercarse a la pared descubrieron que se trataba de la filóloga. La llamaron insistentemente, pero sus voces no pudieron atravesar los más de veinte metros de roca que los separaba, también pudieron ver algo que al parecer Lidia no percibía.
El agua del estanque estaba repleta de esqueletos humanos y extrañas bolas palpitantes adheridas al suelo; un mar repleto de siniestras bolas palpitantes.
-¡Debemos avisarla, pero Barend, antes coge la lanza!-le gritó Alexander.
-¡Sí!-le contestó.
-¡Vamos date prisa!-le instó Alexander.
La cabeza de Barend cayó al suelo rodando tras el tajo dado por una cuchilla colgante de dos metros. Fue al levantar el pie de la losa que pisaba y que había justo en frente del altar de la lanza. Su cuerpo siguió andando y lanzando sangre a borbotones por el cuello cercenado, mientras que Alex horrorizado permanecía inmóvil mirándolo.
-¡¡¡Barend!!!- gritó con la cara desencajada.
-Alex se dirigió de un salto hacia su compañero cuando la sala empezó a iluminarse cegándole y obligándolo a tirarse al suelo para evitar los quemantes destellos rojizos.
Después se levantó y se dirigió hacia el altar de la lanza rozándose con el tronco de Barend que por un espasmo le agarró fuertemente por la espalda. Mientras Alex trataba de coger la lanza del altar, el cuerpo de Barend permanecía agarrado con fuerza a él clavándole los dedos. Alex se estiró todo lo que pudo, logrando alcanzar la lanza con una mano.
Al levantarla del reposador accionó otra trampa que en milésimas de segundo levantó dos afiladas cuchillas verticales que le seccionaron las orejas.
-¡¡¡Aaaaaaaahhhhhhhhhhh!!!- gritó Alexander, retorciéndose de dolor mientras blandía la lanza con el tronco de Barend agarrado.
De pronto, las piedras de las paredes brillaron aún con mayor intensidad y comenzaron a explotar una a una mientras que la sala entera se venia abajo.
Continuará...
Soy un zombie
Un día que no era de resaca me levanté de la cama, me miré al espejo del aseo y descubrí que era un zombie. Salí a la calle, vi a mis amigos y los vi tan zombie como yo.
En la universidad me senté en una silla y asistí a la clase de un zombie. Después escapé en el autobús que conducía un zombie para terminar comiéndome un croissant de jamón york y queso, hecho también por zombies del corte inglés.
Más tarde, volví al autobús conducido por otro zombie, para estar rodeado de zombie ancianos, jóvenes y niños. Bajé del autobús y me dirigí a prácticas acompañado de una chica zombie de mi clase que acababa de conocer. Me adentré en clase y apunto estuve de dormirme de no ser por mis insistentes ganas de salir consciente de allí.
A las 7:30 subí al tren después de comprarle al taquillero zombie el billete para mi pueblo. Finalmente llegué a mi casa tras un largo camino andando, comí el arroz que hizo mi madre para mi, me quité la ropa lanzándola con fuerza al aire sin mirar donde caía y me lancé sobre el colchón.
Me refugié en las sabanas, tras dejar solo la luz de la lámpara de mi mesilla, cogí de ella las 9 revelaciones y al mirar unas palabras decidí que el libro y todo lo demás era basura. Así que dormí, dormí como nunca antes lo había hecho y tras esto en mi vida nunca más pude volver a decir que yo, era un zombie.
Fin
Komoro
En la tierra de las nieblas se crió Komoro, incubada por la oscuridad de un alma. Siempre se repetía el mismo ritual en el que sola, renacía frente al frío arroyo serpenteante enclavado en las montañas ancestrales de Arrang.
Ella siempre supo que un nuevo día, los espíritus del bosque la buscarían e intentarían detenerla, pues su vida siempre quedaría ligada a la de ellos con cada nuevo nacimiento.
Cada mil años emprendía una odisea, un largo viaje para llegar al altar del templo de uno de los dioses olvidados, antes de que fuera detenida por sus incansables enemigos. El mundo cenagoso en que apareció, nunca volvió a ser el mismo tras que se escondiera en la apariencia de una Snolble, una transformación casi irreconocible para los espíritus. Si estos no la encontraban a tiempo, el mundo cambiaría de alguna forma que nadie antes había conocido. El problema residía en que ella había ido adquiriendo fuerza milenio tras milenio....
Yo pertenezco a la raza de los Snolbles, originaria de las llanuras de Ozmiel que se extendió con rapidez por esas extensas planicies. Somos parecidos a los humanos, pero con cuatro ojos en vez de dos y algo más bajos de estatura.
Entonces sin esperarlo, Komoro fue descubierta por nosotros, dos Snolbles que realizaban la peregrinación musical desde su lejano país.
Treves y Jumjiaux nos llamaban. Éramos dos nuevos trovadores que habían creado un modo de música inédito y que pretendían mostrar en todos los lugares que conocieran. Así que caminando durante meses por las sucias tierras nos perdimos, sin percatarnos que habíamos entrado en la morada de los espíritus.
Ya vencidos por el agotamiento, vimos a una joven acercarse, era tan oscura y transparente como una sombra, y aunque no hablaba porque boca no tenía, si lo hacía su imagen a distinción de la de otros seres etéreos relatados por trovadores. No sabíamos que hacer, pues ella permanecía junto a nosotros sin inmutarse como esperando nuestra reacción. Finalmente decidimos que debía acompañarnos por no dejarla sola y abandonada.
Le tendí la mano y ella solo sonrió, parecía que se le dibujaba un atisbo de sonrisa siendo por unos segundos más bella. Esos breves instantes nos inspiraron la letra de una nueva canción que titulamos de esta forma:
La extraña aparición inexpresiva
Como el camino que es recorrido
sin saber, a la soledad lleva la búsqueda,
pero,
no al encuentro esperado.
La incertidumbre es noche,
y empieza con el miedo pero…
Luego se dibuja en su rostro y se convierte en
bella.
Una bella y radiante sonrisa que todo cambia y hace del nuevo camino algo esperanzador.
Ella es la esperanza que en la oscuridad,
aún queda…
A lo largo del viaje, le mostramos nuestro mapa a la muchacha en numerosas ocasiones, pero ésta solo parecía negar con la cabeza cuando creía que íbamos por mal camino. Anduvimos durante días, escribimos nuevos versos y canciones inspirados en ella y sólo para ella. Nunca la vimos pasar hambre, ni quejarse, ni dormir; siempre permanecía a nuestro lado esperando reanudar la marcha.
Hasta que al fin, llegamos a la altura de unas ruinas colosales. Ella pareció reconfortarse al verlas y su rostro volvió a parecernos más joven. Entonces, se nos adelantó girándose luego y animándonos a seguirla.
Los dos nos habíamos enamorado de la joven, la habríamos seguido eternamente, hasta el fin del mundo, hasta la destrucción de nuestras almas...
Al adentrarnos en las ruinas se hizo la oscuridad, y el templo empezó a cargarse de una tensión palpable en el ambiente, mientras, los espíritus cruzaban bosques y ríos tratando de localizarla. Estaban desesperados, partieron desde los astros del cielo en dirección al templo y otros en dirección a las tierras perdidas.
Nosotros llegamos a una sala circular que tenía un altar en el centro, ella sonrió nuevamente dirigiendo su mirada hacia el altar. Jumjiaux la miró fijamente y se subió encima, cuando Komoro sacó de sus ropajes un puñal ondulado. De pronto, desperté de la hinnopia al ser rozado por uno de los espíritus que había llegado, sintiendo la necesidad de ayudar a mi hermano. Luego vi como la muchacha introducía lentamente el puñal en su pecho.
Pero entonces recordé que la amaba y escapé como un cobarde, mientras miraba hacia atrás viendo como el alma de mi hermano flotaba en el aire perdiéndose para siempre en la oscuridad. Más tarde, llegaron todos los espíritus y la acorralaron a ella, pero Komoro solo sonrió, consciente de que la próxima vez volvería fortalecida después de que ellos la sacrificaran en el altar.
¿Sabio Treves, no entiendo por qué la amas aún?-
-Mi amor es una tormenta que no cesa, no tiene calma y durará toda la eternidad, joven humano. Haces bien en amar a una de tu raza, yo he malgastado el tiempo y mi vida amando a la reina de la oscuridad que ahora nos esclaviza.-
-Algún día saldremos de aquí Treves, y podrás librarte de esa culpa.-
-Nunca podré, de otro modo, hubiera tenido en cuenta la memoria de mi hermano en vez de ayudarla una segunda vez.-
Fin
Isaí
-Esta mañana me desperté de un sueño extraño. Ya hacía mucho tiempo que no soñaba con nada y creo haber tenido una revelación que coloca a mi vida en un punto opuesto a lo que creía. Eso me da miedo. No sólo por lo que me sucedió, que helaría el alma de cualquier persona que lo hubiese vivido en su propia piel, sino porque ese sueño da la razón a los curanderos y profetas de tres al cuarto que advertían a mi madre cuando era pequeño.
Todas las personas que conocen mi verdadero nombre acaban desapareciendo en extrañas circunstancias. ¿Debo aceptarlo ya y olvidarme de años de terapia?, ¿debo creer que lo que me sucede es cierto? De algún modo, solo a ti puedo contarte este sueño.-
-¿Y por qué te diriges a mí ahora, acaso quieres que solucione tus problemas?-me preguntó enfadado.
-Sé que no eres el diablo, solo una ilusión de mi mente debida a la esquizofrenia. Pero seas real o no vas a escucharme.-
-Claro Isaí.-dijo con ironía.
-Todo comienza en medio de una niebla espesa, de pronto me veo corriendo y agitando los brazos con fuerza tratando de apartarla. Luego veo una serie de casas ruinosas y me adentro en una de ellas. No temo a la oscuridad y eso asombra a mi otro yo, el cual aún permanece dormido. Entonces, se enciende la luz y puedo ver montañas de muñecos apilados: arlequines, payasos y osos de peluche desmembrados.-
-Eso se refiere a tu infancia.-
-¿Estás seguro?-pregunté.
-Claro, ¿acaso dudas de mi palabra?-
-Pues... El caso es que empiezo a marearme con lentitud y al final me caigo al suelo desplomado. Alguien me toca el hombro y trata de despertarme.-
-Descríbelo.-
-No tiene rostro, pero viste igual que un sectario.-
-Creo que es tu padre.-
-No lo creo, él es testigo de Geová. Ellos no visten así.-
-Yo veo a tu padre.-
-Entonces, él intenta darme algo, pero no sé que es. Parece un medallón.-
-Veo un crucifijo.-
-¿Una cruz, para qué?-le pregunté extrañado.
-Para evitar que llegaras a mí. Te la entregó el día que naciste.-dijo mientras señalaba con una de sus garras la cruz que rodeaba mi cuello.
-Él no consigue despertarme y se va por donde viene. Cuando se marcha puedo moverme y ver que la habitación entera ha cambiado, ahora estoy rodeado de tubos de color verde brillante, que se entrelazan unos con otros y que atraviesan la sala por los cuatro costados.
Todos los tubos van a parar a un mismo sitio. Me dirijo hacia ese lado viendo un panel con botones y marcadores antiguos. Voy a pulsar el botón que hay en el centro del panel y mientras dirijo mi dedo, me palpita el corazón con intensidad.-
-¿No serías capaz de pulsarlo?-
-¿Por qué?-
-Si de verdad lo pulsaste obraste mal, porque a partir de ese momento ellos serán capaces de controlar tu realidad.-
-¿Ellos?, dan miedo. Mucho más que tu aspecto.-
-Yo no tengo la culpa jajá.-
-La gente que controlaba mi sueño me obligaba a descubrir cosas como aquel panel, y cuando cumplía sus órdenes me flasheaban el cerebro con descargas que me dejaban aturdido. Después, me llevaban a otra realidad distinta con la única y cruel finalidad de asustarme. ¿Quiénes son?-
-¿Has oído hablar a esa gente, la que quiere que vuelvas?-
-Sí.-
-Son ellos Isaí.-
-Yo no tengo muchos recuerdos de antes del accidente. Pero tengo claro que quieren ayudarme.-
-No es cierto, quieren que sufras, por eso lo cambian todo. No quieren lo mejor para ti. Al contrario que yo, que te ayudé y facilité las cosas durante cinco años, sólo para ver que de la noche a la mañana vas a un psiquiatra y me apartas de un plumazo.-
-Es que tú no eres real.-
-Isaí, sabes que soy el mendigo del desierto, el cuervo de la sombras, el guía del rey. Que te dijeran eso no significa nada.-
-Saldrá una vara del tronco de Isaí y un vástago retornará de sus raíces.-
-De verdad crees en esa frase, ¡es mentira! Como mentira es todo ese rollo del accidente y del coma. No estás en coma, mira a tu alrededor. ¡Si estuvieses durmiendo esto no podría ser tan real!-
-Pero tú no eres real.-
-Bueno y ¿qué me dices de tu novia? Si no fuese real no hubieses quedado con ella después de, ¡oh si!, trabajar en una pequeña pizzería de Nueva York.-
-Esta noche volveré soñar y averiguaré toda la verdad.-
-La verdad es relativa Isaí...-me dijo el diablo.
La mañana siguiente desperté en una camilla, entubado y casi sin fuerzas. Al parecer si que había estado en coma, y me puse muy contento después de comprobar que la visión de aquel demonio había desaparecido para siempre. Pero de pronto, algo interrumpió mi alegría, unos pasos lentos procedentes del exterior se escuchaban en el pasillo, provocando un sonido inquietante. Entonces, vi acercarse a una enfermera desde la puerta de mi habitación, y al verla, lancé un soplido liberando toda la tensión de mis músculos.
-Buenos días.-
-¡He despertado, avise al médico!-dije muy asustado.
-¿Qué avise al medico?-me preguntó extrañada.
-Si por favor, se lo ruego.-
-Los dos sabemos que eso nunca va a pasar.-
-¡No, no me pongan otra vez esa maldita inyección!-
-Isaí, si no cambias esa actitud pasarás el resto de tu vida atado a esta cama. Recuerda que antes de acuchillarme el brazo te dejábamos salir al patio con los demás.-
-¡Mi nombre no es Isaí, p.u.t.a, es Jehová, y yo gobernaré con integridad, seré diferente a todos los presidentes y reyes que el mundo ha conocido, mi temor no será servicio de labios, ni charla política, seré un rey justo sobrehumano y fiel al humilde!-
3 semanas después
En un largo pasillo del hospital psiquiátrico de Nueva York, dos hombres de mediana edad mantienen una conversación.
-¿Has visto a Karen últimamente?-pregunta uno de ellos.
-No, hace dos días que no viene a trabajar.-le contesta el otro extrañado.
-Es muy raro en ella, jamás pierde un día de trabajo.-
-¿Sabes qué voy a hacer?, tengo su número de teléfono.-dice mientras repara en el bolsillo derecho de su pantalón.
-Igual no hace falta que la llames, puede que sólo esté enferma.-
-Entonces hubiera llamado. Voy a ver si logro hablar con ella.-
-Como quieras.-
-¿Karen....?-
-¿Qué pasa, ha contestado?-pregunta intrigado.
-Sí, pero lo ha hecho un hombre con una voz que nos es familiar.-
-¿Y qué ha dicho?-
-Que se llama Isaí.-
-¡No es posible!, ¡¿cómo ha escapado?!-grita sorprendido.
-No, no lo a hecho Alex.-
-¿Cómo lo sabes?-
-Porque minutos antes de hablar contigo, yo venía de su habitación.-
Fin
El hombre que no podía morir
Dentro de la inmensidad de nuestra raza, hubo casos muy extraños, algunos incluso vieron la luz, pero otros, sólo quedaron en el imaginario colectivo tras ser contados por personajes excéntricos en diversos medios de comunicación. Así, que el hecho de resolver tal singularidad, no corresponde a una individualidad, sino al género entero de la humanidad.
Por aquel entonces, las cosas no iban muy bien encaminadas, seguíamos enfrascados en guerras, la biotecnología campaba a sus anchas infectando nuestros genes con insecticidas artificiales y la inteligencia robótica ya no se limitaba al 0 y al 1.
Un hombre renovado nació dentro del cosmos, perteneciente a una raza que ya contaba con 10.0000 millones, y por vez primera, uno capaz de desenmarañar el origen de todo.
Estaba claro que ese humano tenía algo insólito, un claro componente diferenciador que lo hacía eterno, ese bebé no podía crecer, de hecho, no podía hacer otra cosa que vivir.
Pero no había nacido para experimentar por si mismo, él nunca fue consciente de su importancia. Además, sus deformaciones, su pálida piel, sus ojos rojizos y su anatomía palpitante, provocaban más vómito que admiración.
Sin embargo, este caso llamó la atención de cientos de científicos de todo el mundo. El niño fue mostrado al exterior como un nuevo caso de patología desconocida que se debía estudiar.
Queda dicho que sus padres, pertenecientes a una sociedad pobre más basada en el amor que en los teléfonos móviles, no dejaron que su hijo se convirtiera en su nueva rata de laboratorio, y frente a las cámaras de televisión, dos científicos de una millonaria multinacional tiraban de los pies del niño, mientras que su madre, gritaba histérica acercándolo a sus senos. Partieron al bebé por la mitad.
Cinco cámaras de televisión habían recogido los hechos y los estaban retransmitiendo en directo para una audiencia de 300 millones de televidentes. Casi nadie se inmutó, miles de personas incluso vitorearon e hicieron palmas.
Pero los que siguieron frente a la televisión vieron algo que les asustó de manera profunda, las dos partes del bebé seguían vivas. Las piernas oscilaban desde la extensión a la flexión y los ojos rojizos seguían parpadeando con normalidad. Sobra decir que hubo miles de infartos en ese momento.
Con el transcurrir de los años, los laboratorios de todo el globo se llenaron de células del bebé inmortal. Se utilizaron en la biotecnología y después su uso dio paso a la fusión de éstas con las células madre. Se consiguió atenuar esos rasgos tan feos, y que esos seres se desarrollaran inmortales con un tope máximo de apariencia cercana a la de un hombre de 30 años.
Todos estos acontecimientos conllevaron a que nadie muriese, permitiendo al hombre prolongar la vida de unas células que ya no se oxidaban por el O2, ni se afectaban al someterse al vacío. En el oxígeno estaba la clave de la muerte, ahora nadie respiraba y la humanidad pasó a un estado semejante al de un virus.
Se construyeron potentes naves espaciales y se llegó hasta los confines de nuestra galaxia. El hombre no necesitaba sobrevivir en el medio que colonizaba, era suficiente con que hubiera un sitio, y ése, era todo el universo.
Más tarde, los humanos dieron el salto al espacio desde sus naves unidos por la fuerza de sus brazos, y la conexión fue tal, que después jamás se soltaron. Pronto, necesitaron evolucionar para no ser despedidos por las peligrosas corrientes estelares que surcaban el espacio, así que toda esta evolución dio paso a un ser que se propagaba por el universo a la velocidad de la luz y que transmitía sus ideas con la misma rapidez.
La materia estaba ya compuesta en un 99% de células humanas y casi todo el universo se había transformado en un ente complejo que había sido el resultado de una evolución acelerada, hasta llegar a ser como un árbol de infinitas ramas con la conciencia de tener en sus manos la respuesta sobre el origen y el final de todo.
Ahora, el hombre tenía la oportunidad de crear, pero al no poder seguir expandiéndose y al seguir aumentando su masa, llegó a comprimirla hasta hacerla negativa, y fue tal esa compresión, que finalmente se formó un agujero de gusano, conectado con la tierra como último deseo de esa mente colectiva.
Siempre en el mismo año, día, hora, segundo… ese agujero de gusano expulsa una pequeña célula comprimida, que antes era el cosmos y que eternamente cae sobre el ojo de una agricultora pobre en Perú. La conciencia de esa célula aún recuerda a la tierra, pero, ¿quién conocía a esa célula? Pues bien, había alguien que la conocía y también sus intenciones, un científico que la descubrió en su laboratorio por casualidad y que podría haber evitado esa serie de consecuencias catastróficas no habiéndola soltado.
-Si, soy yo, el que habla, consciente de la eternidad de mis actos y de que con esta sucesión, encontraré el verdadero significado del principio de los tiempos.-
Fin
Sangre libre
La dehesa andaluza se extiende a lo largo de cientos y cientos de kilómetros, pero gran parte de esos metros pertenecen a una sola persona que no corrió la misma suerte que la burguesía francesa en su momento, una lástima.
En esas enormes dehesas viven animales casi en estado salvaje, unos alimentándose de pasto como el toro bravo y otros de bellota como el guarro (cerdo).
Entre esos bosques de alcornocales y encinas nació nuestro protagonista, un seis de Junio de dos mil seis. Pese a que él no puede hablar, voy a hacerlo yo, si es que puedo describir con fidelidad la parte más importante de su agitada y sorprendente vida.
Voy a darle un nombre, porque si no algunos se quejarían de falta de afinidad, cosa que yo no comparto, mi afinidad por los animales es incluso a veces superior a la que siento por algunas personas que conozco.
Como dije anteriormente, allí nació un becerro al que llamaré Negro, y él era feliz. Claro, diréis por inconsciencia, pero es que los animales no tienen la maldad de muchas personas que viven entre España y Méjico.
Negro tenía un mayoral, que a su vez era siervo de aquellos aburguesados que nada tenían que ver con los cuidados que allí le brindaban. Ellos solo eran conscientes del dinero que generaban por corrida. Bueno, ya no hablaré más de eso.
De pequeño, Negro caminaba siempre al lado de su madre, de vez en cuando le mamaba un poco las ubres y por la tarde se revolcaba sobre la tierra salobre, para así, librarse de las dolorosas picaduras de las garrapatas.
Al caer la noche, su manada se dirigía a los establos y entonces dormían cobijados por la inmensidad de la Vía Láctea. A veces, Negro miraba esas estrellas, y quizás, pese a parecer una tontería, soñara un día con alcanzar su eternidad.
Todos los años, uno de los toros adultos era conducido por el mayoral hasta un enorme camión, y allí, era visto por última vez. Más tarde hablaré de esos camiones.
Negro fue desarrollándose y ganando kilos en un breve periodo de tiempo, y transcurridos tres años, logró convertirse en un gran toro bravo.
Pese a ello, él siguió siendo tan juguetón y saltarín como cuando era pequeño y le gustaba embestir a casi cualquier cosa que se moviese. Así que el mayoral nunca le quitó ojo, porque sabía que por el pagarían más que por ningún otro de la manada.
Una noche, mientras Negro dormía junto a su familia, se despertó sobresaltado al escuchar unos pasos humanos. Así que se levantó y acudió al lugar de los ruidos creyendo que se trataba del mayoral. Allí, vio a dos muchachos sosteniendo un agitado capote y enfrentándolo a él con la valentía digna de un cobarde.
Tras esto, el toro arrastró la tierra con sus pezuñas y embistió contra uno de los jóvenes, atravesándolo con furia por el tórax, el cual, soltaba bocanadas de sangre desde su abertura por el cayado aórtico.
El otro adolescente salió corriendo mientras se limpiaba la sangre que le había salpicado su amigo, y Negro lo persiguió alrededor de cincuenta metros con el cuerpo ensartado en un cuerno. Al final el chico escapó, pero volvería más tarde, eso lo contaré después.
Al perder a su presa, Negro se desprendió del cadáver del joven y se encaminó al establo para continuar durmiendo.
Varias horas más tarde, llegaron a la propiedad los padres de los jóvenes armados con rifles y portando linternas; el mayoral también iba con ellos.
Cuando vieron el cuerpo deformado del adolescente, una furia enorme los invadió, así que siguieron el rastro de sangre que uno de los toros había dejado con sus huellas. Luego, descubrieron que Negro no estaba en el establo y pensaron que quizás se hubiera ido al lago tras cometer la fechoría.
Los hombres lo buscaron por el perímetro de la laguna, pero al no encontrarlo, volvieron a los establos, y allí, dieron con el otro joven, al que por insensatez, habían vuelto a dejar solo después de que lo trajeran para que les mostrara el lugar del suceso.
Mucho antes, el toro había tenido un encontronazo con el otro chico y recordando su intimidación, volvió a embestirle por la espalda golpeándole con fuerza en la cabeza, que emitió un sonido agudo y un espontáneo crujir de huesos rotos.
Después de que los furiosos padres experimentaran lo que le había ocurrido al otro muchacho, vieron aparecer a Negro entre los árboles, y sin pensárselo dos veces, comenzaron a dispararle. El toro huyó asustado entre los feroces disparos saltando una valla de espino de metro y medio como si fuese un caballo de carreras para acabar en la propiedad del vecino.
Seguidamente, los hombres atravesaron la valla haciéndose jirones la piel y le persiguieron a toda velocidad, dividiéndose en dos grupos para agilizar la búsqueda.
El mayoral se alejó del grupo que capitaneaba siendo el único que pudo encontrarlo más tarde. Él lo llamó varias veces en medio de un silencio solo interrumpido por el cri cri de los grillos, y entonces, Negro acudió a su característico silbido.
El hombre llevaba en su mano izquierda un puñal que escondía tras su espalda, se acercó al animal con lentitud, y a la vez que le acariciaba la frente con su mano derecha, movía su izquierda en dirección a la nuca. Pero el toro se movió en el último momento recibiendo la puñalada en el lomo, y muy dolorido, se giró con velocidad rajándole la garganta al dueño. El mayoral cayó sobre sus rodillas, tratando de taponar con sus manos una herida que solo podía conducirle a una lenta y agónica muerte.
Minutos después, Negro abandonó al amo y a su familia para siempre, avanzó unos kilómetros por la dehesa y luego se paró a descansar bajo unos árboles. Convaleciente por la herida, parecía comprender lo último que había hecho.
Mientras que el mayoral de la otra finca se dirigía a su vehículo, dio con Negro, y al descubrir que no era suyo, pensó en devolvérselo a su propietario cuando dispusiera de más tiempo. El buen hombre le curó la herida del lomo, lo dejó con sus toros en el establo y finalmente se marchó a su casa del pueblo en su antiguo 4 L.
Negro tuvo fortuna después de todo, porque el día siguiente el mayoral se equivocó al elegir un toro y lo escogió a él para llevarlo a Ronda. Cuando los padres de los jóvenes fueron a ver al mayoral y todos se dieron cuenta de la equivocación, ya era demasiado tarde para ejecutar su venganza, el toro estaba en medio de una plaza entre los vítores y gritos de una gente ansiosa de sangre.
Poco a poco salieron los toreros y Negro se preparó para atacarlos. Los mató a todos de la forma más horrible y sucia, algo inaudito y jamás contemplado en una plaza. Se quedó solo en medio de la arena, sus ojos oscuros hervían de furia y mugía como nunca un animal de su especie ha hecho a lo largo de los siglos. Allí, había un toro bravo de verdad, y nadie podía vencerlo.
Pero la insensatez humana no tiene límites, y como cabía esperar, varios hombres armados empezaron a dispararle desde sus asientos. Al escuchar los disparos herrados, el toro saltó la barrera y se abalanzó contra la gente lanzando mujeres, hombres y ancianos por los aires hasta que llegó al borde de la grada. Desde allí, se catapultó al vacío con la fortuna de caer sobre la acolchada lona de un camión que circulaba por la carretera que había frente a la plaza. Dije que volvería a hablar de los camiones.
Negro se quedó inconsciente durante unos segundos, y cuando se despertó, trastabilló cayéndose del automóvil en dirección a la cuneta. Una vez recuperado del golpe, se levantó malherido y comenzó a trotar internándose de nuevo en el profundo bosque. Todos estos sucesos transcurrieron sin que en ningún momento me diera cuenta de que llevaba al famoso Negro encima de mi camión.
Como Zenón de Citio, el toro atravesó cientos de kilómetros abandonando Andalucía y Castilla la Mancha para finalmente llegar hasta Castilla y León; el cinco de Agosto se encontraba en un pueblo de Soria llamado Medinaceli.
En esa villa lo acogió una familia cariñosa en apariencia, porque varios meses después, sus cuidadores lo llevaron a un recinto cerrado, le cubrieron el rostro de arcilla y le pusieron dos antorchas incendiarias en la cabeza, una en cada cuerno.
Negro intentó quitárselas saltando enloquecido y evitando el combustible ardiente que le abrasaba los ojos, al tiempo que la gente que había a su alrededor le lanzaba dardos afilados cubriéndolo casi por completo.
Esa gente estúpida no sabía que Negro no era como los otros toros, y esa noche todos los que se acercaron a él ardieron en el infierno; hasta tuvieron que acudir los bomberos para apagar a unos cuantos locos de atar. El toro saltó de nuevo la cerca de barrotes de hierro en la que estaba preso y se escapó del pueblo. Se alejó a la carrera como en San fermines de ese infierno llamado “fiestas en Medinaceli”, y tras varias semanas de viaje llegó a la provincia de Valladolid.
Una fría y lluviosa mañana, dos guardias civiles dieron con Negro, el más buscado de todos los animales perdidos en la historia de España, y en vez de ponerlo en conocimiento de todas las autoridades, lo llevaron a las cuadras de un amigo que tenían en común, donde le borraron la marca de su viejo mayorazgo. Allí, el toro estuvo alrededor de un año integrado en una nueva manada, hasta que un caluroso día de Septiembre lo llevaron hasta las afueras del pueblo, donde podía verse a decenas de hombres que iban montados a caballo y llevando unas lanzas tan largas como las del famoso cuadro de Velázquez.
Lo querían matar a lanzazos, pero antes de que recibiera el primero, Negro saltó sobre uno de los caballos y lo abrió en canal por la barriga desparramando sus fétidas tripas por el polvoriento suelo. Ante la brutal sacudida, el lancero se cayó al suelo y detrás de él fue el lomo del caballo que aplastó su cráneo, salpicando en derredor una mezcla de sangre y líquido cefalorraquídeo por ojos, orejas y orificios nasales.
De pronto, se frenó la persecución y todos los jinetes fueron a socorrer a su compañero, pero el toro siguió corriendo, porque él no nació para morir como algunos dicen, nació para seguir viviendo y siempre vivirá mientras corra, y quizás, como en sus mejores sueños, Negro alcance la eternidad de las estrellas.
Fin
Al final,
serás esclavo
de tu propia oscuridad.
serás esclavo
de tu propia oscuridad.
El libro de Golkuv
Hacía mucho tiempo que aquel montículo de tierra bajo el avellano me llamaba, había pasado tantas noches dándole vueltas a la cabeza que casi creía estar perdiendo la cordura. No sabía a ciencia exacta el motivo por el que dejé de escribir, tampoco cual era el título de mi última historia, pero había llegado a un punto en el que aborrecía las letras.
¿Por qué lo hice y no me limité a seguir con lo de siempre?, no lo sé, pero mis pensamientos fueron interrumpidos por dos sonoros toc toc en la puerta de la entrada. Así, que me levanté del sofá y sin quitar el cerrojo abrí a medias. Era un niño de unos trece años que estaba llorando sin consuelo. Al verle tan derrotado abrí del todo.
-¡Por qué lo escribió, por qué lo hizo! ¡Desde que lo leí solo albergo deseos de suicidarme!-Me dijo entre gemidos y restregándose los mocos de la nariz.
-Lo siento, hice todo lo posible por retirarlo, pero no pude evitar que quedaran algunos ejemplares. Si puedo hacer algo por ti, haré lo que esté en mis manos.-Le dije preocupado.
-Quiero que me veas morir y que sufras como cuando tú hablabas de ese futuro…-
Entonces, sin mediar palabra el joven sacó de su bolsillo una cuchilla de afeitar y se rajó el cuello en mi presencia, desvaneciéndose con la cara mas tenebrosa que jamás había contemplado. No pude hacer nada por él.
Más tarde, llamé a la policía y tras hacerme un largo interrogatorio se marcharon con el cadáver. No podía sacarme de la mente las palabras de aquel niño, como tampoco podía hacerlo con las de aquella mujer de Alabama, ni con las de aquel viejo de Berlín: -…y que sufras como cuando tú hablabas de ese futuro…-
No recordaba haber escrito nada sobre adivinaciones, pero mis lectores suicidas siempre me lo habían de rememorar antes de morir.
En 1.973 nadie creía lo que me estaba ocurriendo, yo era un tipo extraño al que la gente visitaba antes de suicidarse y algunos de mis vecinos me tacharon de asesino. Pero jamás tuvieron pruebas y no las tendrían, porque mi destino distaba mucho de acabar en ese tipo de rejas.
Harto de esa situación me largué de allí, me cambié el nombre y pasé a llamarme Dustin Horner. Me fui al Norte, cerca de Canadá, y me instalé en los Grandes Lagos. Construí una cabaña con mis manos y dediqué mi alma a la meditación y a la soledad.
Al transcurrir los años no recibí visitas, quizás, porque nadie podía localizarme, pero la soledad estaba haciendo mella en mí y podía ver con pequeños flashes algunos de los motivos que me llevaron a escribir aquella obra. ¿Recuerdas Peter?
-¡Autor de éxito, ja, no me interesa, como pueden decir que soy tal, que he llegado a tanto! ¡Mi intención no es la de hacerme famoso, detesto la fama, la odio! ¡Odio que me paren por la calle y me acosen los admiradores, que si me firmas el libro que si lo otro, estoy harto, harto!-Dije a viva voz desde la ventana de mi cuarto.
-¡Cállese, no ve que estamos durmiendo, son las jodidas cinco de la mañana Peter, métete esa sucia lengua por el culo y apriétala bien con las nalgas!-
-¡Claro que me callaré pero antes os joderé yo a vosotros, porque Dios me ha dado un don pero Satanás no me ha escondido la mano!-
Recuerdo esos momentos, llevaba varios días rondándome en la cabeza la idea de visitar al arcipreste Golkuv, un ex párroco ortodoxo que se alejó de las sagradas escrituras y al que conocí por un antiguo libro de rituales de mi biblioteca particular.
Quería ver a aquel hombre a toda costa, hasta que un día decidí marcharme en su busca y atravesar las escarpadas montañas del Sur. Al final conseguí dar con su morada, una vieja gruta excavada en una extensa pared de alabastro, era tal y como la describía en su libro.
-Sabía que vendrías Peter, pero antes de nada déjame decirte que en un futuro no muy lejano te llamarás Dustin Horner.-
¿El viejo me lo dijo?
-Golkuv, quiero escribir un libro que haga que la gente me odie, que sienta tal rechazo que entristezca sus corazones sin descanso, que los torture con la peor de las pesadillas a cada instante, quiero que me des el don de escribir ese libro para ellos.-
-Te entregaré el poder que ansias, pero has de saber que tarde o temprano te arrepentirás y querrás desenterrar ese libro de tu vida.-
-¿Desenterrarlo de dónde?, ¡esto para mí ya es un sin vivir!-Dije con la más absoluta de las desesperaciones.
Entonces, puso sus pálidas manos sobre mi cabeza y mi mente se volvió fría como la más gélida de las noches. Logré ver más allá de los muros, de los sueños, de los pensamientos, y tuve la idea perfecta para el libro…
¡Esperanto, ese era su nombre! Quería engañarles, darles esperanza y cuando hubiesen empezado a leerlo ya no pudieran escapar de sus garras.
Al fin lograba recordarlo, tenía que volver a mi casa de los Estados Unidos a por el libro.
Y al regresar tras una larga temporada pude comprobar que la casa había desaparecido, que el viejo avellano estaba seco y que el montículo en el que escondí a Esperanto había crecido de forma sobrenatural.
Comencé a excavarlo arañándome las manos y ladeando la tierra hasta llegar a desenterrar una caja metálica oxidada, después cogí de mi bolsillo su vieja llave y abrí la cerradura sin esfuerzo. Luego saqué el libro con sumo cuidado y cuando me disponía a leer la primera página, alguien me interrumpió a mis espaldas.
-¿Nunca lo has leído verdad?-Me dijo una voz grave pero reconocible.
-No Golkuv, no sé lo que escribí pero me arrepiento.-Le dije.
-No es necesario que lo leas, yo recitaré el final por ti: “Que vengan a mí con sus vidas y me las entreguen, por una vida eterna y una eterna soledad en las montañas...” Y por suerte se cumplió Peter…-
-¿Se cumplió…?-pregunté sorprendido.
-Claro, es el año dos mil trescientos cuarenta y tú, querido Dustin Horner, mi sustituto en las montañas.-
-¡Nooo!-
Fin
El final perdido de Lost
Se oye una música celestial de violines y
piano orquestada por Michael Giacciano. La cámara hace un barrido de un
cielo azul cubierto de nubes y acaba enfocando a un coche de la
compañía Oceanic Airlines, se acerca muy despacio al féretro que
contiene y aparece ante nosotros el nombre de Christian Sheppard.
Poco después aparece Desmond vestido con traje y corbata, se quita las gafas de sol de la cara y mira sonriente al conductor del coche que aguarda su llegada fumándose un pitillo.
-Buenos días, he venido por el féretro de Christian Sheppard y quiero que lo dejen en el interior de esa Iglesia.-dice Desmond.
-¿La que tiene el péndulo de Foucault para encontrar la isla?-
-¿Cómo sabes eso?-le pregunta Desmond intrigado al repartidor con pinta de hippy.
-Uno que tiene sus contactos. ¿Qué tal te fue pulsando la tecla?-
Desmond lo mira extrañado y rememora aquellos momentos vividos durante años atrapado en la isla sin poder despegarse de la pantalla del ordenador.
Pero todos esos malos recuerdos se desvanecen en segundos porque Desmond sabe que está muerto, y que aún tiene trabajo que hacer.
La cámara se aleja de la conversación, hay un fundido en negro y nos encontramos en la isla. Todo está apunto de desmoronarse y el hombre de negro se ha vuelto mortal, una lluvia torrencial lo envuelve todo.
Jack y el humo negro se encuentran junto a un acantilado forcejeando intensamente, justo en el momento en que Jack recibe una puñalada en el costado y queda sorprendido por el inesperado ataque. Segundos después, aparece la ex fugitiva Kate que atraviesa el pecho del hombre de negro con varios disparos, un momento que aprovecha Jack para propinarle una patada en el costado y precipitarlo por el acantilado hasta que finalmente muere desangrado entre las rocas y el oleaje del mar.
Jack y Kate se funden en un intenso abrazo y se besan. Después aparece el resto de sus amigos, Ben, Hurley y Sawyer, todos se despiden y Jack acepta su destino de morir por la isla.
Ben y Hurley le ayudan a reponerse y Jack vuelve a restablecer el poder de la isla antes de fallecer en el mismo punto en el que despertó tras sufrir un grave accidente de avión. El bosque de bambú en el que comenzó todo.
Mientras que Jack muere, despierta en otro mundo rodeado de sus amigos de la isla y también aparece su padre, Christian Sheppard, que le toca el hombro como señal de un trabajo bien hecho, luego se dirige hacia la salida de la iglesia de todas las religiones donde todos se encuentran reunidos y se encamina hacia la luz mística.
Después, cada uno de ellos se levanta de su asiento, se abrazan unos con otros y se dirigen juntos hacia la luz, la atraviesan con felicidad y todo parece haber terminado cuando de repente se ven rodeados de oscuridad en el siguiente nivel. Aquí no arden llamas, o rojo es el color predominante, pero saben que han llegado al infierno otra vez.
Ven sus vidas pasar ante ellos, no una sola, sino todas, y pronto se dan cuenta de la insignificancia de la existencia. Cuantas veces, cuanto tiempo tendría que transcurrir hasta que pudiesen alcanzar la luz verdadera, quizás nunca estuviesen preparados y seguirían cometiendo los mismos errores en un círculo eterno en el que vuelven a estrellarse con un avión en una misteriosa isla desierta.
Y así es, de pronto, la cámara enfoca a un hombre tumbado en el interior de un bosque de bambú, el hombre se llama Jack y no se ha redimido aún porque la isla todavía sigue en pie. Oye gritos desesperados en la lejanía, el zumbido de un motor de avión estropeado, segundos más tarde ve a un hombre calvo llamado John Locke que se está alzando del suelo tras sanarse milagrosamente de una paraplejia, y todo vuelve a empezar. Se aleja la cámara y vuelve el fundido en negro.
Se acerca la cámara de nuevo y volvemos con Desmond, pero en su realidad la isla está sumergida bajo las aguas, incluida la estatua de cuatro dedos o los números de la escotilla 4 8 15 16 23 42.
-¿Qué hay de especial en esa isla en la que trabaja la Iniciativa Dharma que causa tanto interés?-le pregunta el repartidor de Oceanic Airlines.
-Tu mismo acabas de responder a esa pregunta, los seres humanos somos los que hacemos que las cosas que vemos sean especiales, la isla es sólo un lugar de paso más para alcanzar la luz celestial, y está en una dimensión diferente de la nuestra, allí todo es posible. Pero lo que la hace verdaderamente interesante es el misterio. El qué es o el de qué se trata.-
-Vale. Pero lo que dices no tiene ningún sentido y no explica nada.-
-Sí que lo tiene, aquí la isla no existe porque está bajo las aguas, por lo tanto, en algún punto de su historia se hundió y el infierno que habitaba en ella se acabó, y de una vez por todas mi amigo Jack Sheppard podrá descansar de una vez, no repetir el círculo de despertar en el bambú y poder alcanzar la eterna luz verdadera al otro lado del mundo de la isla.-relató Desmond.
-¿Entonces, por qué sigues todavía aquí, encerrado en este nivel? ¿Qué es lo que haces?-le interrogó el repartidor.
-Eso sólo te lo contestaré en otra vida.-concluyó Desmond Hume.
Finalmente, el conductor de la compañía se queda a cuadros, sabe que quizás Desmond tenga razón y que también él esté muerto, nada de suma importancia comparado con que nunca conseguirá saber qué es la isla y un montón de cosas más.
Desmond se aleja hacia su coche sin mirar al repartidor con la tranquilidad del trabajo bien hecho, sabiendo que lo importante es recorrer el camino. La cámara también se aleja para siempre, hay un fundido en negro y luego un…
Poco después aparece Desmond vestido con traje y corbata, se quita las gafas de sol de la cara y mira sonriente al conductor del coche que aguarda su llegada fumándose un pitillo.
-Buenos días, he venido por el féretro de Christian Sheppard y quiero que lo dejen en el interior de esa Iglesia.-dice Desmond.
-¿La que tiene el péndulo de Foucault para encontrar la isla?-
-¿Cómo sabes eso?-le pregunta Desmond intrigado al repartidor con pinta de hippy.
-Uno que tiene sus contactos. ¿Qué tal te fue pulsando la tecla?-
Desmond lo mira extrañado y rememora aquellos momentos vividos durante años atrapado en la isla sin poder despegarse de la pantalla del ordenador.
Pero todos esos malos recuerdos se desvanecen en segundos porque Desmond sabe que está muerto, y que aún tiene trabajo que hacer.
La cámara se aleja de la conversación, hay un fundido en negro y nos encontramos en la isla. Todo está apunto de desmoronarse y el hombre de negro se ha vuelto mortal, una lluvia torrencial lo envuelve todo.
Jack y el humo negro se encuentran junto a un acantilado forcejeando intensamente, justo en el momento en que Jack recibe una puñalada en el costado y queda sorprendido por el inesperado ataque. Segundos después, aparece la ex fugitiva Kate que atraviesa el pecho del hombre de negro con varios disparos, un momento que aprovecha Jack para propinarle una patada en el costado y precipitarlo por el acantilado hasta que finalmente muere desangrado entre las rocas y el oleaje del mar.
Jack y Kate se funden en un intenso abrazo y se besan. Después aparece el resto de sus amigos, Ben, Hurley y Sawyer, todos se despiden y Jack acepta su destino de morir por la isla.
Ben y Hurley le ayudan a reponerse y Jack vuelve a restablecer el poder de la isla antes de fallecer en el mismo punto en el que despertó tras sufrir un grave accidente de avión. El bosque de bambú en el que comenzó todo.
Mientras que Jack muere, despierta en otro mundo rodeado de sus amigos de la isla y también aparece su padre, Christian Sheppard, que le toca el hombro como señal de un trabajo bien hecho, luego se dirige hacia la salida de la iglesia de todas las religiones donde todos se encuentran reunidos y se encamina hacia la luz mística.
Después, cada uno de ellos se levanta de su asiento, se abrazan unos con otros y se dirigen juntos hacia la luz, la atraviesan con felicidad y todo parece haber terminado cuando de repente se ven rodeados de oscuridad en el siguiente nivel. Aquí no arden llamas, o rojo es el color predominante, pero saben que han llegado al infierno otra vez.
Ven sus vidas pasar ante ellos, no una sola, sino todas, y pronto se dan cuenta de la insignificancia de la existencia. Cuantas veces, cuanto tiempo tendría que transcurrir hasta que pudiesen alcanzar la luz verdadera, quizás nunca estuviesen preparados y seguirían cometiendo los mismos errores en un círculo eterno en el que vuelven a estrellarse con un avión en una misteriosa isla desierta.
Y así es, de pronto, la cámara enfoca a un hombre tumbado en el interior de un bosque de bambú, el hombre se llama Jack y no se ha redimido aún porque la isla todavía sigue en pie. Oye gritos desesperados en la lejanía, el zumbido de un motor de avión estropeado, segundos más tarde ve a un hombre calvo llamado John Locke que se está alzando del suelo tras sanarse milagrosamente de una paraplejia, y todo vuelve a empezar. Se aleja la cámara y vuelve el fundido en negro.
Se acerca la cámara de nuevo y volvemos con Desmond, pero en su realidad la isla está sumergida bajo las aguas, incluida la estatua de cuatro dedos o los números de la escotilla 4 8 15 16 23 42.
-¿Qué hay de especial en esa isla en la que trabaja la Iniciativa Dharma que causa tanto interés?-le pregunta el repartidor de Oceanic Airlines.
-Tu mismo acabas de responder a esa pregunta, los seres humanos somos los que hacemos que las cosas que vemos sean especiales, la isla es sólo un lugar de paso más para alcanzar la luz celestial, y está en una dimensión diferente de la nuestra, allí todo es posible. Pero lo que la hace verdaderamente interesante es el misterio. El qué es o el de qué se trata.-
-Vale. Pero lo que dices no tiene ningún sentido y no explica nada.-
-Sí que lo tiene, aquí la isla no existe porque está bajo las aguas, por lo tanto, en algún punto de su historia se hundió y el infierno que habitaba en ella se acabó, y de una vez por todas mi amigo Jack Sheppard podrá descansar de una vez, no repetir el círculo de despertar en el bambú y poder alcanzar la eterna luz verdadera al otro lado del mundo de la isla.-relató Desmond.
-¿Entonces, por qué sigues todavía aquí, encerrado en este nivel? ¿Qué es lo que haces?-le interrogó el repartidor.
-Eso sólo te lo contestaré en otra vida.-concluyó Desmond Hume.
Finalmente, el conductor de la compañía se queda a cuadros, sabe que quizás Desmond tenga razón y que también él esté muerto, nada de suma importancia comparado con que nunca conseguirá saber qué es la isla y un montón de cosas más.
Desmond se aleja hacia su coche sin mirar al repartidor con la tranquilidad del trabajo bien hecho, sabiendo que lo importante es recorrer el camino. La cámara también se aleja para siempre, hay un fundido en negro y luego un…
LOST
Moscas Verdes
J. Laurent odiaba el olor de la carne humana podrida, y por contra, se había convertido en el mayor generador de esta de toda la ciudad. Laurent desollaba a sus víctimas mientras dormían. Oteaba el cuello y la profunda respiración, observaba con atención, después hurgaba en el bolsillo de su pantalón y extraía de él un cuchillo, la hoja desprendía resplandores de luz sobre la perfecta curva de los cuellos de sus doblegados, poco después aplicaba el sedante con su fuerte mano derecha y cerraba la boca de la indefensa persona que abría los ojos por unos segundos y más tarde caía rendida viendo desfilar el metal justiciero por su piel liberando pequeños surcos de sangre caliente salpicando la cara del condenado Laurent.
Laurent tenía un amigo invisible que siempre le acompañaba y le aseveraba hasta que cometiese los asesinatos, y que le dijo que solo así desaparecería, y cuando por fin lo hacía, éste se transformaba en una nube de moscas verdes que le recordaban a algún hecho traumático en su infancia. Laurent fue violado pero no recordaba por quién y solo percibió en su memoria moscas verdes.
Departamento de policía de Londres 1.845
Habla un detective_¿Sabes Thomas? Nos encontramos ante un extraño caso de homicidios encadenados en los que las víctimas aparecen degolladas y después violadas en el caso masculino vía rectal por lo que parece ser un varón de raza blanca que a juzgar por sus actos debe rondar los cuarenta.
Thomas_La situación no hace más que empeorar y seguimos sin un rastro definido.
Andrew_Tranquilo, tenemos una testigo, la señora Ruterfodio que dice haber visto a un hombre con una gabardina marrón oscura salir disparado desde el edificio Gran Rex hasta saltar al canal del río para huir nadando.
T_Entonces sigamos el patrón del asesino y vayamos al río para encontrar las ansiadas pistas.
T y A llegaron al río del suceso que contó la señora Ruterfodio y repitieron el itinerio del asesino cuando de pronto la niebla los cubrió a los dos y seguidamente apareció una voz fantasmal y cadavérica que les habló en arameo e inglés, una extraña mezcla.
Voz del infierno -¡Dejad al chico en paz! ¡El tan solo es un recipiente de los miles más! ¡Abandonad el caso o la ciudad será arrasada en tan solo una hora!-
Cuando se fue la voz T y A se encontraron con las caras pálidas y completamente aterrorizados.
T_¿Lo has oído?
A ¿El qué?
T_¿Cómo que el qué?
A_¿Al demonio de las moscas?
T ¡Si! ¡Exacto! La leyenda era cierta.
A ¡Pues no! Venga Thomas deja de fumar porros, no te sientan nada bien, yyy sigamos buscando las pistas joder.
Deposito de cadáveres
Forense Samuelejackson_Nos encontramos a esta mujer Mairana que tenía una nota introducida en su garganta y que narraba lo siguiente:
Anónimo _ Parecía el paraíso pero no lo… Me hicieron daño y se cobraron mi venganza, esto… y solo quedó uno para terminar con esto, dejadlo si leéis esto policías de Londres, no os inmiscuyáis porque no tenéis ni idea…muertos, moscas, …drew.
T_¿Qué te parece?
A_Una sobera gilipollez ¿Vamos a hacer caso a un verdadero psicópata?
T_Creo que en este momento el caso se nos está yendo de las manos y deberíamos dejarlo en manos del jefe del departamento.
A_¡No! Ahora estamos más cerca que nunca.
Suena el telégrafo de pronto interrumpiendo la fría y estática tranquilidad de la sala.
Lo sostiene Thomas_¡Han encontrado otro cadáver pero esta vez en tu casa, Andrew, dicen que se trata de tu esposa y que ha sido brutalmente degollada, y que cientos de moscas sobrevuelan tu apartamento!
Apartamento de Andrew
El cadáver lleva en el suelo dos horas y tiene la garganta seccionada. Ambos se acercan con cautela, cuando de pronto, oyen el ruido al fondo del pasillo tras el trastero. Abren la puerta mientras apuntan con las pistolas y allí encuentran a Laurent con las venas seccionadas y una breve nota de papel a sus pies cual borrosa caligrafía.
-¡Os dije que no pasaseis, os lo advertí! No confíes en tu amigo Andrew, señor Thomas, te ha engañado desde el principio y yo solo lo ayudé a rebanar cuellos. Yo Laurent soy el que fue violado por todo el departamento de policía cuando solo era un pobre niño ratero. ¡No confíes en el Señor moscas verdes!
Entonces, Thomas se giró hacia Andrew pero para ese momento apareció de nuevo la niebla y Andrew gritó. Thomas no vio nada e intento huir pero se encontró rodeado por una nube de moscas, luego siguió un rastro pálido ante si, cadavérico.
Andrew ya no era el mismo, casi parecía un vampiro de los viejos cuentos. Vestía un traje y un manto negro y raído de color obsidiana. Gritaba palabras en un extraño idioma y la ciudad entera se convirtió en un nido de moscas en el que todos huyeron despavoridos hasta encontrar la muerte. Londres muere, desparece en la noche y se folla a las tinieblas o algo así.
1.995
Padre de Julios_Hijo hemos encontrado una nota perdida en un antiguo cofre enterrado bajo un edificio ruinoso de Londres que narra los siguiente_ Cuando cae la noche en Londres y muere alguien nunca se ha cometido un asesinato. Siempre se trata del Lord moscas verdes. Firmado A. J. Laurent
-¡A ver! ¡Déjame que lo lea bien!-dijo Julios a su padre.
Julios Thomas, el tataranieto del detective Thomas dice_ ¡Bah tonterías, nadie sabe lo que ocurrió tras aquel grave huracán! ¡Moscas! ¡Ja!
-¡Oye Julios ha venido a verte tu profesor de literatura y trae los libros que habías olvidado!-dice la madre.
El profesor aparece tras la puerta con solemnidad.
-Hola Julios.-
-Gracias por traerlo profesor Andrew.-
-No me gusta que me llamen así, mejor profesor A. J. Laurent _ sonrió inocentemente.
-¡Oye como en la nota que encontró mi padre en el cofre!-
-A ver déjame que la lea.-dice el profesor.
Entonces, sin mediar palabra se la arrebató con ferocidad, la hizo añicos en un tris tras y se la arrojó a la cara con desprecio.
Puto niño.-le dijo Andrew. -¡Hasta cuando se perpetuará tu saga!
Seguidamente le mordió el cuello con sus vampíricos colmillos, se oyó un alarido infantil por todo el vecindario, sangría oscura, tendones rotos, músculos del cuello seccionados, arterias danzantes, venas huecas, y al final llegaron las esperadas moscas verdes para otro entierro más.
FIN
Kiaras
Kiaras tenía también un fiel e incansable amigo, y siempre le perseguiría el tormento de no haber hecho todo lo posible por salvarlo.
-------------------------------------------------
Cuando hubo cumplido diecisiete años, Kiaras ya se había transformado en una bestia solitaria, que rechazaba excepto para alimentarse, cualquier contacto con los seres vivos.
Su piel y ropajes pasaron a adoptar el color oscuro de su entorno y se volvió casi invisible a los ojos de los mortales.
De vez en cuando, Kiaras asaltaba una carreta de comercio en el paso atacando a sus ocupantes y asesinándolos sin piedad, para después, volver al amparo del bosque.
Y fue en estos últimos asesinatos, cuando percibió que algo extraño sucedía en su cuerpo.
Con cada muerte, Kiaras recibía del cuerpo inerte una luz oscura que absorbía y que se le quedaba impregnada en la piel. Durante esos días trató de limpiarse las manchas en un arroyo del río Elhood, hasta que finalmente se dio cuenta de que era imposible hacer algo para eliminarlas.
Una fría mañana en un solitario y frondoso claro del bosque se le apareció un majestuoso ciervo blanco cuya cornamenta debía medir en torno a siete metros.
Pronto, Kiaras se quedó maravillado ante tan armonioso y bello animal mientras lo observaba en secreto, y decidió dirigirse sigilosamente en su dirección. Y cuando agazapado entre los helechos llegó frente a él, alzó la cara en la dirección de sus enormes ojos negros.
De pronto, el ciervo lo miró fijamente con sus ojos legañosos perdiendo pronto el interés por semejante escoria. Varios segundos después, el ciervo dirigió su vista hacia el bosque,y percatándose de que allí no había nadie más ,comenzó a trotar rodeando al guerrero con lentitud .
Mientras que el ciervo caminaba Kiaras percibió que la oscuridad de su piel se desvanecía con lentitud, y esto pareció reconfortarle.
-¿ Ciervo del bosque, estás aquí para curar mi enfermedad?-le prenguntó esperando asqueado la respuesta más bella y perfecta de los dioses del bien.
El ciervo no habló, pues no es en los seres del bosque donde reside el dominio del lenguaje humano, pero si que negó con la cabeza.
-¿Entonces, ha qué has venido? ¿Qué quieres?-tras formularle su pregunta el ciervo dirigió su cornamenta contra el suelo resquebrajando uno de sus afilados cuernos. Después, alzó su pata hacia delante y con la pezuña rozó en varias ocasiones el cuerno sangrante. Luego, le arrancó del cuello el emblema oscuro con sus dientes afilados arrojándolo frente a él e indicándole que lo destruyera con su cuerno roto.
-¡No voy a destruirlo...!-le dijo Kiaras , mientras recogía el amuleto del suelo y lo protegía con suma delicadeza.
Entonces, el guerrero dio la vuelta y se marchó hacia la espesura del bosque; el ciervo le siguió internándose en la oscuridad.
Dos horas más tarde ya había oscurecido totalmente y viendo que no lograba librarse del animal Kiaras se paró y se giró hacia el.
-¡Si no me dejas en paz te mataré ciervo, y lo haré con tu propio cuerno!-le gritó enfurecido, mientras posaba la afilada punta del cuerno en su garganta peluda.
En ese mismo instante el bosque retumbó con un sonido atronador que procedía de lo más profundo de la Montaña Prohibida, y el cielo se iluminó con infinidad de vivos colores.
El muchacho y el ciervo se quedaron petrificados observando el cielo durante unos minutos, cuando fueron interrumpidos por los resoplidos jadeantes de varios hombres que corrían en su dirección.
-¡Maldito explorador!-gritó un hombre que huía resoplando con las pocas fuerzas que le quedaban.
-¡Bolten malnacido, ahora que careces del poder no te me podrás escapar!-gritó con bravura una voz desconocida procedente de los árboles más cercanos a kiaras y al ciervo ancestral…
fin
Historia espacial
En año 3.057 un objeto del espacio exterior se precipitó contra la Tierra con la mala fortuna de caer sobre una enorme metrópolis olvidada de la mano dios y el tiempo.
Se trataba de un huevo gigante de tonos opacos que tras varios meses eclosionó liberando una extraña enfermedad que comenzó a diezmar toda la población humana. Pero algunos sobrevivieron y en su ADN estaba la clave par resolver el problema, y en su supervivencia, el futuro de la humanidad y la ciudad desértica de Mossy.
Laran huía a toda velocidad de dos policías estelares armados mientras que miraba en sus manos la sandía que había robado probablemente de un huerto ecológico de los bajos fondos.
Los policías le gritaron que se detuviera pero Laran aún tenía fe en la antigua tecnología humana y sacando de su bolsillo un viejo CPU escribió una contraseña de color neón con el dedo índice en el aire y su espalda crujió como el chasquido de los huesos tras manipularlos. Dos alas virtuales se desprendieron de su espalda mientras que el joven cogía carrerilla tratando de alzarse en el aire desde el edificio más alto de Mossy, la antigua ciudad interplanetaria.
-¡Esta vez no se nos puede escapar! ¡Esa sandía vale unos diez mil Raccas!-
La tecnología era para el disfrute de unos pocos ricos y peor aún pasaba con los alimentos verdaderos, que ahora, eran sustituidos por complejos vitamínicos y proteicos introducidos en minúsculas cápsulas.
Huérfano y sin familia lo único que hacía Laran en su vida era huir de todos, vivía como podía retirado en una antigua playa del mar ácido a las afueras de Mossy. Escondido en la cueva de una cala.
Ya sabía que casi todos los humanos habían muerto en las viejas guerras neóticas y los pocos que quedaban se habían organizado en tres clanes obsesionados con el poder y con la solución de la enfermedad a la que solo 20 de cada 100 nacidos sobrevivía.
El virus que salió del huevo meteórico pululaba en el ambiente y éste era totalmente indestructible.
Laran sobrevolaba los policías del clan Muctu mientras que estos disparaban rayos gamma a diestro y siniestro hasta que uno de ellos le acertó en el CPU perturbando el programa de las alas virtuales y provocando la caída de Laran sobre la ciudad.
El chico se estampó contra el suelo y se reventó las entrañas. La sangre fluía por sus orificios nasales y besaba la tierra enrojecida de Mossy con sus labios resecos por la jadeante huida.
-¡Ahí lo tienes, el ladrón siempre acaba siendo detenido, y la sandia en las manos del que no la robó y que sí la va a degustar!-afirmó el comisario interestelar de Mossy.
Los impulsos electrónicos del cerebro de Laran aún impulsaban su córtex cerebral, haciéndole reaccionar de repente, y movió los dedos de su mano para apoyarse y con la mano izquierda levantó su otro brazo tratando de sostenerse.
Entonces, su cuerpo comenzó a mutar y su piel se volvió rojiza como la fría arena de Mossy. La enfermedad del ADN lo estaba salvando de la muerte y poco a poco sus heridas se revitalizaban. Estaba mutando.
De pronto, un nuevo asteroide pasó sobre el, cayó sobre la ciudad y fue a terminar sobre el huevo contaminante. El líquido viscoso que emanó del huevo envolvió toda la ciudad y elimino las heridas de Laran. Luego, el muchacho alzó la vista y vio miles de huevos asteroides precipitándose contra la Tierra. Al final, la atmósfera del planeta se volvió verde, húmeda y pegajosa, y la temperatura comenzó a subir por momentos.
Los tres clanes de Mossy dieron la alarma y en cuestión de pocas horas tenían organizados a sus ejércitos estelares. De los meteoros impactados llegaron verdaderas hordas de Humnos con armas gamma –Z y todos los clanes se temieron lo peor pues las viejas profecías hablaban de aquella invasión alienígena interplanetaria que acabaría por fin con los humanos.
Laran probablemente sería su salvador pues ahora de él no brotaban alas cibernéticas sino biológicas, y un poder incalculable para desarrollar en tan basto escenario espacial.
fin
Porque
Porque la vida vida era más alegre,
porque sabías escuchar y sorprenderte con lo que te contaba
de pequeño,
porque el campo siempre fue tu pasión y empezó a criar
malvas cuando te fuiste,
porque te dí la mano en el hospital aquel amargo día,
pasando de eso que no quería creer que sucedía,
porque eras pura vitalidad,
porque nunca pensé que te irías de ese modo,
porque sé que me quisiste,
porque me contagiaste tu pasión por la naturaleza,
porque tu vida no fue fácil,
porque eras mi abuelo.
Y porque nunca volverás…
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