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viernes, 2 de noviembre de 2012

Joseph


Joseph

por: Félix Manuel Olivera González, Librilla  02/11/2.012

Por Félix Olivera

Joseph tenía once años, vivía en una ciudad aburrida y jamás había visitado el campo. Un buen día los padres de Joseph, Roman y Judth, decidieron hacer una excursión a las montañas nevadas para aprender a esquiar. Tras largas horas de viaje, la familia llegó a su destino, sus padres y su hermana Clara aprendieron pronto a mantener el equilibrio con los esquíes, pero a Joseph no se le daba bien esquiar y se retiró a descansar sobre una roca.

Al apoyar sus manos sobre el suelo, sintió que una oleada de energía se desprendía de ellas, despertando las inmóviles semillas que se encontraban hundidas bajo la nieve a varios centímetros. Las semillas escucharon la llamada de Joseph y en cuestión de segundos brotaron plantas altas y exuberantes. Se quedó paralizado pero no asustado por lo que estaba ocurriendo y la situación le pareció tan graciosa que comenzó a reír. Mientras Joseph dibujaba su nombre en el suelo creando plantas, aparecieron sus padres cogidos de las manos de su hermana pequeña y estos se quedaron atónitos ante aquel extraño suceso. Así estuvieron varios segundos, hasta que unas raíces inmovilizaron las manos de Joseph y éste asustado comenzó a pedir auxilio. Las plantas cubiertas de espinas se le estaban enredando por todo el cuerpo y de no hacer nada pronto el niño se asfixiaría.
Cuando hubo entrado en razón, Roman intentó liberar a su hijo con desesperación arañándose los brazos, y tras varios angustiosos minutos pudo arrancarlo de la vegetación.
El padre en estado de soc puso en marcha el coche y llamó a toda su familia para volver a la ciudad.
Roman conducía por una estrecha carretera y no advirtió la presencia de un ciervo pastando, frenó de golpe y el coche derrapó en la nieve, luego arrastró el quitamiedos y finalmente cayó al vacío. Mientras caían, los padres y Clara lograron salir del coche, ésta última empujada por Joseph que no tuvo tiempo de saltar. Tras cincuenta metros de caída el coche aterrizó en la copa de una frondosa pinada, se tambaleó unos segundos sobre las frágiles ramas y cayó a la espesura del bosque. El pobre Joseph salió de lo que quedaba del coche cubierto de cardenales decidido a inspeccionar la zona, pero súbitamente se desmayó. 
Tras varios días de inconsciencia el niño despertó, se sentía muy débil y apenas pudo levantarse del sitio.

El viento invernal arrastraba un triste lamento que parecía provenir del corazón del bosque y Joseph trató de dirigirse hacia el lugar del que provenía, hasta que se encontró frente a un gran árbol de dimensiones colosales. El muchacho se apoyó sobre él para descansar y sus retorcidas ramas se movieron con rapidez tratando de acariciarlo. Otras ramas le acercaron frutos y Joseph pudo comer algo después de tantos días vagando en círculos.
Mientras tanto, sus padres y la policía lo buscaron por los alrededores del accidente sin encontrar indicios de que aún siguiese con vida, y tras varios meses de búsqueda las autoridades judiciales desistieron.

Cinco años más tarde, un grupo de ecologistas que normalmente hacían senderismo por el bosque en el que Joseph desapareció, contaron en el periódico local que habían escuchado la voz de un niño arrastrada por el viento, siguieron su voz y esta se extinguió frente a un joven olmo que se abrazaba con sus ramas a un olmo centenario.



Fin


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