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un saludo, Félix Olivera

viernes, 2 de noviembre de 2012

El Largo Invierno


"El Largo Invierno"

por: Félix Manuel Olivera González,  Librilla 2.012



Recuerdo que una vez fui alguien que de pequeño se subía a los tejados y caminaba con cuidado sobre viejas tejas enmohecidas. Recuerdo el aroma de la lluvia contra la piedra de la calzada romana, ese aroma que precede al otoño. También recuerdo los largos días de verano en el castillo, el desafío que supone la guerra, pero ahora trato de olvidar lo más importante, la razón por la que me encuentro atravesando el túnel de la muerte.
El río Grande nace en el pico más alto de las montañas de la sombra, el lugar donde moran criaturas malparidas y los espectros de guerreros traicionados, y discurre hacia el sur atravesando antiguos bosques en los que viven jabalíes, lobos y ciervos del tamaño de un carruaje real, hasta convertirse en dos afluentes que riegan los valles de más abajo que son cultivados con verdes hortalizas por los afanosos labriegos de los pueblos.
En este momento, me hayo con medio cuerpo sumergido en uno de sus afluentes, agarrado a unas rocas resbaladizas, empapado de sangre y atravesado por el costado con un mandoble que solo portarían los espectros de las montañas de la sombra.
Mis ojos se encuentran cada vez más agotados y sé con seguridad que habré muerto en unos pocos segundos. Pronto, dejaré de hablar para siempre y entonces serán los espíritus los que continúen con la tarea de arrastrarme hacia el final de claro. Abrazo entre mis dedos ensangrentados el colgante con forma de cuervo y grito mi nombre para que se alce entre las nubes.
-¡Soy Azrael, el sabio! ¡He vivido una vida corta pero intensa, que luchó con coraje en mil y una batallas, y que ahora se despide de este mundo con honor!-

Después, hubo un silencio sepulcral que se extendió durante segundos, luego en minutos que dieron paso a horas, a días que se convirtieron en años, que finalmente se volvieron décadas.
El afluente del río Grande arrastró sus restos cadavéricos hacia el mar, y un siglo más tarde despertó su esqueleto todavía atravesado por la inmensa espada enrobinada, y bajo las aguas del delta del río Grande el esqueleto del guerrero caminó durante semanas hasta alcanzar el pico más elevado de las montañas de la sombra.
Era medianoche y comenzaba el invierno del nuevo milenio, los pasos de Azrael lo llevaron hasta unas luces extrañas que formaban un círculo perfecto en la nieve. Se trataba de una congregación de esqueletos ataviados con trajes de todas las épocas más representativas de la humanidad, que hablaban y discutían propinándose insultos y dándose empujones, otros parecían beber un mejunje rancio que parecía emborracharlos. De repente, todos se detuvieron para centrarse en el nuevo visitante y seguidamente dirigieron sus miradas hacia el juez, un hombre mitad cuervo mitad hombre que llevaba en la cabeza una peluca ridícula de lord y unos anteojos colocados a unos centímetros de distancia del anaranjado pico.
-¡Tenemos un nuevo caso de suicidio mi letrado!-habló el esqueleto de un cantante de rock que se llamaba Kurt. -¡Se trata del valeroso guerrero de las leyendas, Azrael el sabio!-concluyó.
-No es necesario que grites, Kurt, ni que narres lo que ya es sabido. ¡Estúpido!-dijo el juez con desprecio y salpicando saliva. -Que hable él. ¿Por qué te suicidaste Azrael? ¿Por qué teniéndolo todo aparentemente elegiste este camino?-
-Porque tú me entregaste aquel collar junto al río Grande, y me dijiste que mientras permaneciese en mi cuello me volvería inmortal.-relató el guerrero con desesperación.
-¿Y es que acaso te mentí, Azrael?-le interrogó el ave infernal con una mueca burlona.
-¡Sí malparido, me mentiste, y yo, yo, yo, yo…!-
-Tranquilo muchacho, tienes todo el tiempo del mundo para explayarte. ¿No es así señores?-
Detrás del juez y de Azrael se oyeron estridentes carcajadas que se perpetuaron toda la noche, que dio paso al día siguiente, y el siguiente a meses que acabaron siendo años, que dieron paso a la más injusta eternidad, la del pobre ignorante Azrael, el guerrero que se creía un sabio. ¿O?
-No, no será así. Pondré fin a esta locura.-señaló Azrael.
-Vamos, te reto a que lo cambies.-le contestó el cuervo.
-Nada de esto está ocurriendo en realidad, son solo fantasías de un escritor y su cuervo fiel en una fría y larga noche de invierno junto a la hoguera. ¿Qué es la fantasía sino la realidad contada desde otra perspectiva? ¿Cuervo, muerte, hombre, espada, anillo único? Nada existe, ni tan siquiera el fin.
Entonces, el cuervo se deslizó del hombro del escritor, se posó en sus rodillas moviendo las patitas con vacilante admiración, abrió el pico por el cual el aire se deslizó, ¡¡y como si toda la vida se lo estuviese guardando gritoooÖ!!


¡F A N T A S Í A! ¡I E•• Y E A =K! 




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