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viernes, 2 de noviembre de 2012

Alex tiene cinco días


Alex tiene cinco días

por: Félix Manuel Olivera González,  Librilla  02/11/2.012


1er día. Alex despierta.

Alex se levantó a toda prisa de la cama, y al mirar el reloj de su mesilla, se dio cuenta de que iba a llegar tarde al trabajo. Clara le esperaba abajo en la cocina con el desayuno preparado y éste se bebió la leche a toda velocidad. Luego, se marchó sin mirarla y ella se quedó paralizada esperando el beso de despedida que nunca llegaría.
Alex posee un mercedes y se siente orgulloso atravesando las calles de la ciudad para llegar al trabajo. Cuando llega al bufete, deja el coche en su aparcamiento habitual y se fuma un cigarrillo malborox mientras revisa el automóvil buscando el arañazo que posiblemente le dedicó algún desgraciado.
Después, sube las escaleras de hierro del aparcamiento y se encamina a su oficina sin reparar en nada. Allí, le espera el trabajo atrasado por culpa de su jefa con la que últimamente ha estado liándose. Al comienzo Alex se sentía mal por lo que hacía, pero el hecho de que le subieran el sueldo a cambio de varios polvos al día lo hacía una oferta difícilmente rechazable.

Ordenando sus papeles en unas carpetas de derecho financiero, percibió que de entre ellos caía un sobre, lo recogió al vuelo y lo observó detenidamente. El sobre estaba bien cerrado y no tenía nada escrito por fuera, Alex lo abrió y descubrió una nota que narraba lo siguiente: 
Alex, tienes cinco días para realizar la tarea que te voy a encomendar, esto no es ninguna broma, de hecho yo podría hacer que todo lo que más quieres desaparezca para siempre. Tienes hasta las seis para contarle a tu mujer lo que estás haciendo con tu jefa, de lo contrario, ambas morirán.

El muchacho se quedó pensativo durante varios minutos y miró a su alrededor buscado la sonrisa burlona de alguno de sus compañeros, sin embargo, la gente seguía trabajando con normalidad.
Alex no le dio importancia a la carta, así que la rompió y la tiró a la papelera. Al llegar la tarde se marchó a su casa, y una vez allí, volvieron a atacarle los sudores fríos que comenzaron el mismo día en que empezó a ponerle los cuernos a su mujer. Se tiró al sofá y se puso a ver la televisión, luego apareció Clara preguntándole que tal le había ido en el trabajo, Alex no la miró a los ojos y le dijo simplemente que bien. Más tarde, Clara preparó la cena y después se fueron a dormir.

2º día. Alex despierta.

Alex se despertó, pero esta vez no por escuchar el despertador, sino una voz que parecía proceder del interior de su mente y que decía lo siguiente: ¡¡¡Alex busca a tu mujer!!! Miró a su lado en la cama y allí no estaba ella, tras esto, pegó un brinco de la cama y entonces se acordó de la carta. Con un ataque de nervios se puso a buscarla por la casa y al no dar con ella llamó a sus padres por teléfono. Estos le dijeron que quien era, que si había perdido la cabeza ya que Clara llevaba desaparecida dos días. Tres horas más tarde, Alex había denunciado su desaparición a la policía, estaba destrozado y ese día no fue a trabajar.
Alex se quedó todo el día frente al teléfono esperando una llamada de la policía, hasta que sonó por fin. Una voz deformada le dijo que se dirigiera a la entrada de la catedral de la ciudad y que buscara un paquete de tabaco en el suelo.
A los diez minutos estaba frente al monumental edificio, buscó el paquete y recogió la nota que había en su interior. La nota decía lo siguiente: 
Se que estás desconcertado y eso que este es mí segundo aviso. ¡Debes contarle a tu mujer que le pones los cuernos!, la encontrarás en un zulo que hay en el bosque cercano a la salida norte de la ciudad.
Al leer el segundo aviso, Alex sintió que su mujer podría ser la artífice de todo el asunto de las cartas y amenazas, quizás, al enterarse de su traición con el asunto de los cuernos, pese a todo, cogió su mercedes y se fue al zulo como señalaba la última nota.
En medio de un bosque sombrío y siguiendo las indicaciones del que lo amenazaba, Alex dio con su mujer. Ella estaba amordazada en una silla, que parecía sostenerse encima de una vieja trampilla. 

O se alegró de verle o estaba muy desconcertada, porque comenzó a chillar desconsolada tras la mordaza que le oprimía la boca. Él le recriminó que dejara de gritar y el desconcierto inundó la habitación cuando ella dijo que no le conocía, y que odiaba con todas sus fuerzas al secuestrador que la apresaba desde hacía varios días. Entonces, Alex, por primera vez en su vida, se percató durante unos segundos de que era un secuestrador de mujeres, cuyo único interés, era violarlas y matarlas tras inventarse una historia.


Fin

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