Bienvenido a La Carretera Expedientada

Un espacio para leer historias, pasarlo en grande, compartir textos literarios y comentar con libertad.

un saludo, Félix Olivera

viernes, 2 de noviembre de 2012

A través del tiempo









A través del tiempo 

 por:  Félix Manuel Olivera González,  Librilla  02/11/2.012

por Félix Olivera


No hace mucho, yo vivía en un pequeño pueblo de doscientos habitantes ubicado en los Pirineos y al que la soledad abarcaba. La malicia de las viejas leyendas dominaba en derredor, y cuentan que las brujas de feas berrugas y escoba campaban a sus anchas.
Una  nube oscura cubrió mi alma cuando el doctor me dijo que posiblemente  tuviera un caso prematuro de alzhéimer. Esta noticia era la peor que podía haberme dado, ya que los últimos días solo me habían traído desgracias.
Este último hecho cambió si cabe aún más mi vida, pero  no quise llorar nuevamente, no después de perder a la mujer que amaba,  ya no era tiempo para eso, ahora solo tenía que irme antes de que todo  acabara finalmente para mi. 
En realidad, pensé mucho sobre si debía marcharme de allí,  mis jóvenes alumnos me esperarían en la escuela y aún les debía todas mis posibles enseñanzas. También era consciente de la simpatía que  despertaba, pero ahora no podía quedarme y dejar que me vieran  destruirme lentamente, que me encerraran en un sitio y que de adultos  se acordaran solo de mi como aquel profesor que se volvió loco.
Creí  haber escrito una carta de despedida para mi familia, no una de esas que escriben los suicidas, pero si una carta de despedida para siempre. Mi  intención era que todos me recordaran con cariño y que no me buscaran  nunca. La gente debe entender que cuando uno quiere desaparecer para  siempre, deben dejarle marchar, aunque al principio yo no tuviera la  certeza de si realmente conseguiría alcanzar mi propósito.
Mas tarde, vacié la despensa y el  frigorífico, cogí varias mantas de lana y todos los utensilios o herramientas  que iba a necesitar para el gran viaje de mi vida, que es en definitiva, el que todos desearíamos realizar antes de morir. Me coloqué en la cabeza una vieja gorra de lana marrón, así con fuerza mi mochila y al final cerré con llave puerta de mi vieja casa. 
Salí a la calle a pleno día con los rayos del sol danzando por mi fría cara, no me escondí de nadie y saludé a todos  los que después de varios días comenzarían a buscarme con ahínco.
Anduve como un  vagabundo por la serranía, perdiéndome entre los preciosos bosques de hayas y abetos ensombrecidos por el otoño, y allí inmerso, me detuve a pensar que un día ya nos los  recordaría, que mi memoria ya no me pertenecería, y que si hay dios, ya  era consciente de que moriría sin saber las respuestas a las preguntas  que todos nos hemos hecho en algún momento de nuestra vida.

Medio sonámbulo y solitario caminaba de la mano de la oscuridad, y ya vencido el miedo. Porque jamás hubiera estado allí en mis plenas facultades mentales. 
-¡Mi vida, por la que tanto luché y de la que nada quedará!-era muy frustrante, y pensaba con frecuencia que todo esto del  mundo no era más que una sucia mentira de la propia mente. Algo solo  procedente de un ser maquiavélico que se regodeaba de mi en las sombras de un averno circense.

En un pequeño claro del bosque me senté a descansar sobre el gélido musgo del suelo y saqué de la mochila mis cálidas sábanas de algodón, para finalmente, extenderlas sobre la espesa manta  sobre el suelo. Por un momento, pensé en lo cómoda que resultaría mi cama con sus sábanas limpias, y en los parásitos que se agarrarían a mi piel allí  tirado toda la noche, pero, ¿qué importaba todo eso ahora?, ¿no? El cuerpo es solo eso, carne, pero la mente mientras está sana puede convertirse en la peor tortura para un hombre, lo  mejor sería que acabara olvidándolo todo, para mi hubiese sido lo mejor. Sin ninguna duda.

Mientras estaba tumbado y cubierto entre las sábanas, miraba las distantes estrellas y pensaba…
-No  soy nadie, solo un imbécil más perdido en medio del bosque, ¿ y qué narices hago aquí?  ¿En qué momento perdí el juicio?-me preguntaba, a la vez que me alzaba  del suelo con la energía necesaria para volver a casa. En ese instante,  sentí la presencia de algo que tenía a mi espalda. Luego, me giré  lentamente para ver lo que fuese, pero lo que hubiera detrás de mi se giraba al mismo tiempo  impidiéndome contemplarle, por más que giraba sobre mi e intentaba  localizarlo sentía con desasosiego a esa presencia escapándose por el  rabillo del ojo. Así, que huí asustado en cualquier dirección, mirando  hacia atrás sin ver nada más que la oscuridad de un bosque fantasmagórico. 
Corrí a la velocidad  del viento como en las películas infantiles, perdiendo toda la percepción de mi entorno. Todo comenzaba a  parecerme borroso  ante mis ojos legañosos mientras avanzaba presa del pánico, sintiendo la  respiración entrecortada y el fuerte latir de mi corazón. Sentía que iba a morirme en cualquier momento. Que todo se había acabado. Vi mi fin. No pude gritar.
Después, mi vista  se vio gravemente alterada y era posible que mientras corría como si aquel ser maquiavélico me hubiese espetado con un látigo, solamente delirara  en soledad. Porque correr delante de algo que no puedes ver es algo  tremendamente confuso. Una maldita locura. Pensé un instante y luego narré:
-Aunque…puede que quizás fuera ese gato maldito de color azabache, ese gato tuerto y de mirada infernal que tres días atrás se presentó en casa como el espíritu de la  maldad. Ese que YO MISMO ahorqué sin piedad en la rama del olmo de mi vieja hacienda, el que  provocó en mi la locura para que acabase con la vida de mi esposa de un hachazo en el cráneo, el mismo gato que me provocó la amnesia cuando huía del cadáver  emparedado  de mi esposa. ¿Lo recordaba? ¿Ocurrió finalmente así?-me explayé.
-Lamento decirlo muchacho pero sí, ese asesino soy yo, un GATO NEGRO DEL INFIERNO, y ese seré a través del tiempo.-dijo con mis labios una voz sepulcral que emanaba de mis cálidas entrañas.
Después,  volví a ser quien yo era, y dos segundos de lucidez no bastaron para continuar huyendo de unas deformes bestias salvajes que me devoraron en presencia de una sombra  oscura y felina. El destino nunca hace concesiones y el gato negro del infierno se rió de mí. 
SU ÚLTIMA CARCAJADA FUE SONORA COMO UN ECO PERDIDO ENTRE LAS MONTAÑAS Y AL MISMO TIEMPO BRUTAL.

Fin

  Basado en el Relato el Gato Negro...

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La caza de Sora


La caza de Sora


por: Félix Manuel Olivera González,  Librilla  02/11/2.012



por Félix Olivera


Año 1.706


En una pequeña y humilde aldea rural del antiguo Imperio Español vivía Sora, una joven y hermosa muchacha de quince años que trabajaba hasta la extenuación en la antigua quesería de sus padres. La joven se quedó huérfana a los doce años y tuvo que encargase ella sola del cuidado de la granja. Algunas tardes, su amiga Carmen le ayudaba con la preparación de los quesos, pero la mayor parte del tiempo Sora estaba sola y triste.
Muchos aldeanos de Sotana envidiaban  su quesería y nunca le compraron sus productos, la mayoría prefería ir a otras tiendas en las que los quesos eran mucho más caros y de peor calidad. Sin embargo, no todas las personas en Sotana pensaban igual y Carmen su fiel amiga era una de ellas.

Una tarde, mientras Sora se disponía a cerrar la tienda después de un duro día de trabajo, descubrió que alguien había pintado una cruz roja en la puerta de la entrada de su casa. Pensó quitarla a la mañana siguiente porque estaba muy cansada, y al día siguiente, se despertó con energías renovadas y se preparó para limpiar la puerta, una tarea que le llevó casi toda la jornada. Sora tenía muchos animales en su granja: treinta y cuatro cabras, quince conejos, siete gallinas, dos perros y doce gatos. Y de ellos obtenía todo lo que necesitaba para vivir con decencia.
Por la mañana, Sora llevaba las cabras a los pastos y volvía cuando llegaba la hora del almuerzo. Luego, al llegar la tarde, Carmen le traía alguna noticia interesante del pueblo  y le contaba todo lo que había aprendido en la escuela.
Un día, mientras Sora estaba en su tienda, llegaron desde el pueblo dos mujeres conocidas por los lugareños como las Beatas, las dos corpulentas mujeres cogieron un solo queso del estante y cuando Sora les dijo el precio, estas se escandalizaron, la insultaron y se lo llevaron sin pagar arrebatándoselo de las manos. La muchacha se quedó paralizada y perpleja viendo como se marchaban y rompió a llorar de impotencia.
Al día siguiente, Sora fue al corral de las cabras para alimentarlas y allí se encontró con que alguien había roto el cerrojo de la verja y las había soltado a todas.
La joven estaba desconsolada y salió corriendo a buscarlas por los alrededores de la zona, y una a una las encontró a todas degolladas. Se preguntaba quién podía haberle hecho una cosa tan cruel y sin motivo alguno.
Más tarde, Sora llamó a su amiga Carmen, la visitó a su casa y le contó lo que le había pasado ese día. Las dos muchachas estuvieron llorando por ello toda la tarde, pero al final vislumbraron un atisbo de esperanza y se rieron de todo.
Cuando Sora se marchó a su casa, Carmen le contó la historia de lo que le había ocurrido a su amiga a su padre, y éste le dijo sin más explicaciones que jamás se volviera a juntarse con ella, y que si se atrevía a desobedecerle que la metía a monja.
En su lúgubre habitación, Sora estuvo pensando toda la noche en sus pobres cabras y en una solución a su terrible situación. Al final, se decidió por vender algunos muebles de valor para comprar otras cabras y así recuperarse aunque iba a ser difícil.
Varias semanas después, mientras paseaba por los pastos con sus fieles perros, descubrió unas setas que para ella eran desconocidas. Se llevó a su casa todas las que encontró, y en un alarde de imaginación, mezcló las setas con sus quesos y estos resultaron aún más deliciosos.
Con el paso de los meses la venta de quesos se disparó, llegaba gente de toda la comarca e incluso extranjera y su fama fue tan lejos que llegó a oídos del mismísimo Carlos III de España. No daba abasto con las ventas y sin la ayuda de Carmen se veía desbordada, pero con el dinero que estaba ganando pudo restaurar su casa y llegó a conseguir el mayor rebaño del pueblo. Lo que aún despertaría mas envidia.

Una fría mañana, llamaron a la puerta de Sora dos religiosos acompañados de tres corpulentos guardias. La prendieron por el cuello con fiereza y la acusaron de brujería. Le dijeron que las pruebas para llevársela consistían en la posesión de innumerables gatos negros, la utilización de setas demoníacas del bosque y los pactos que realizaba con el diablo para conseguir que el negocio le fuera bien estando completamente sola. Esto último dicho por las Beatas.
Mientras la arrastraban a la diligencia, apareció Carmen entre sollozos pidiéndole a los guardias que la soltaran pero no le hicieron caso. Carmen abrazó a Sora como pudo y rompió a llorar al tiempo que su amiga le susurraba unas breves palabras en su oído. Carmen comprendió rápidamente y se marchó corriendo con las lágrimas surcando sus mejillas.
En su juicio final, Sora fue condenada por la santa inquisición a morir en la hoguera y a la expropiación de todas sus propiedades para la Iglesia. Carmen, que estuvo presente en el juicio, no pudo contener su rabia y recordando las palabras que le dijo su amiga se marchó a la granja.
En la plaza del pueblo y delante de toda la gente que la odiaba, Sora murió calcinada y las llamas la abrasaron a la vez que le gritaban :
-¡Bruja! ¡Arderás en el infierno! ¡Puta endemoniada! ¡Vas a triunfar, sí, pero en tu tumba! ¡Mirad todos como arde! ¡JAJAJA!-
Después, todos  los habitantes de Sotana se dirigieron en tropel hacia la quesería para desvalijarla y se quedaron boquiabiertos cuando descubrieron la granja cubierta de llamas y elevadas columnas de humo gris.
Carmen, su verdadera y única amiga, había cumplido su promesa y había salvado la quesería.



Fin
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Joseph


Joseph

por: Félix Manuel Olivera González, Librilla  02/11/2.012

Por Félix Olivera

Joseph tenía once años, vivía en una ciudad aburrida y jamás había visitado el campo. Un buen día los padres de Joseph, Roman y Judth, decidieron hacer una excursión a las montañas nevadas para aprender a esquiar. Tras largas horas de viaje, la familia llegó a su destino, sus padres y su hermana Clara aprendieron pronto a mantener el equilibrio con los esquíes, pero a Joseph no se le daba bien esquiar y se retiró a descansar sobre una roca.

Al apoyar sus manos sobre el suelo, sintió que una oleada de energía se desprendía de ellas, despertando las inmóviles semillas que se encontraban hundidas bajo la nieve a varios centímetros. Las semillas escucharon la llamada de Joseph y en cuestión de segundos brotaron plantas altas y exuberantes. Se quedó paralizado pero no asustado por lo que estaba ocurriendo y la situación le pareció tan graciosa que comenzó a reír. Mientras Joseph dibujaba su nombre en el suelo creando plantas, aparecieron sus padres cogidos de las manos de su hermana pequeña y estos se quedaron atónitos ante aquel extraño suceso. Así estuvieron varios segundos, hasta que unas raíces inmovilizaron las manos de Joseph y éste asustado comenzó a pedir auxilio. Las plantas cubiertas de espinas se le estaban enredando por todo el cuerpo y de no hacer nada pronto el niño se asfixiaría.
Cuando hubo entrado en razón, Roman intentó liberar a su hijo con desesperación arañándose los brazos, y tras varios angustiosos minutos pudo arrancarlo de la vegetación.
El padre en estado de soc puso en marcha el coche y llamó a toda su familia para volver a la ciudad.
Roman conducía por una estrecha carretera y no advirtió la presencia de un ciervo pastando, frenó de golpe y el coche derrapó en la nieve, luego arrastró el quitamiedos y finalmente cayó al vacío. Mientras caían, los padres y Clara lograron salir del coche, ésta última empujada por Joseph que no tuvo tiempo de saltar. Tras cincuenta metros de caída el coche aterrizó en la copa de una frondosa pinada, se tambaleó unos segundos sobre las frágiles ramas y cayó a la espesura del bosque. El pobre Joseph salió de lo que quedaba del coche cubierto de cardenales decidido a inspeccionar la zona, pero súbitamente se desmayó. 
Tras varios días de inconsciencia el niño despertó, se sentía muy débil y apenas pudo levantarse del sitio.

El viento invernal arrastraba un triste lamento que parecía provenir del corazón del bosque y Joseph trató de dirigirse hacia el lugar del que provenía, hasta que se encontró frente a un gran árbol de dimensiones colosales. El muchacho se apoyó sobre él para descansar y sus retorcidas ramas se movieron con rapidez tratando de acariciarlo. Otras ramas le acercaron frutos y Joseph pudo comer algo después de tantos días vagando en círculos.
Mientras tanto, sus padres y la policía lo buscaron por los alrededores del accidente sin encontrar indicios de que aún siguiese con vida, y tras varios meses de búsqueda las autoridades judiciales desistieron.

Cinco años más tarde, un grupo de ecologistas que normalmente hacían senderismo por el bosque en el que Joseph desapareció, contaron en el periódico local que habían escuchado la voz de un niño arrastrada por el viento, siguieron su voz y esta se extinguió frente a un joven olmo que se abrazaba con sus ramas a un olmo centenario.



Fin


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Alex tiene cinco días


Alex tiene cinco días

por: Félix Manuel Olivera González,  Librilla  02/11/2.012


1er día. Alex despierta.

Alex se levantó a toda prisa de la cama, y al mirar el reloj de su mesilla, se dio cuenta de que iba a llegar tarde al trabajo. Clara le esperaba abajo en la cocina con el desayuno preparado y éste se bebió la leche a toda velocidad. Luego, se marchó sin mirarla y ella se quedó paralizada esperando el beso de despedida que nunca llegaría.
Alex posee un mercedes y se siente orgulloso atravesando las calles de la ciudad para llegar al trabajo. Cuando llega al bufete, deja el coche en su aparcamiento habitual y se fuma un cigarrillo malborox mientras revisa el automóvil buscando el arañazo que posiblemente le dedicó algún desgraciado.
Después, sube las escaleras de hierro del aparcamiento y se encamina a su oficina sin reparar en nada. Allí, le espera el trabajo atrasado por culpa de su jefa con la que últimamente ha estado liándose. Al comienzo Alex se sentía mal por lo que hacía, pero el hecho de que le subieran el sueldo a cambio de varios polvos al día lo hacía una oferta difícilmente rechazable.

Ordenando sus papeles en unas carpetas de derecho financiero, percibió que de entre ellos caía un sobre, lo recogió al vuelo y lo observó detenidamente. El sobre estaba bien cerrado y no tenía nada escrito por fuera, Alex lo abrió y descubrió una nota que narraba lo siguiente: 
Alex, tienes cinco días para realizar la tarea que te voy a encomendar, esto no es ninguna broma, de hecho yo podría hacer que todo lo que más quieres desaparezca para siempre. Tienes hasta las seis para contarle a tu mujer lo que estás haciendo con tu jefa, de lo contrario, ambas morirán.

El muchacho se quedó pensativo durante varios minutos y miró a su alrededor buscado la sonrisa burlona de alguno de sus compañeros, sin embargo, la gente seguía trabajando con normalidad.
Alex no le dio importancia a la carta, así que la rompió y la tiró a la papelera. Al llegar la tarde se marchó a su casa, y una vez allí, volvieron a atacarle los sudores fríos que comenzaron el mismo día en que empezó a ponerle los cuernos a su mujer. Se tiró al sofá y se puso a ver la televisión, luego apareció Clara preguntándole que tal le había ido en el trabajo, Alex no la miró a los ojos y le dijo simplemente que bien. Más tarde, Clara preparó la cena y después se fueron a dormir.

2º día. Alex despierta.

Alex se despertó, pero esta vez no por escuchar el despertador, sino una voz que parecía proceder del interior de su mente y que decía lo siguiente: ¡¡¡Alex busca a tu mujer!!! Miró a su lado en la cama y allí no estaba ella, tras esto, pegó un brinco de la cama y entonces se acordó de la carta. Con un ataque de nervios se puso a buscarla por la casa y al no dar con ella llamó a sus padres por teléfono. Estos le dijeron que quien era, que si había perdido la cabeza ya que Clara llevaba desaparecida dos días. Tres horas más tarde, Alex había denunciado su desaparición a la policía, estaba destrozado y ese día no fue a trabajar.
Alex se quedó todo el día frente al teléfono esperando una llamada de la policía, hasta que sonó por fin. Una voz deformada le dijo que se dirigiera a la entrada de la catedral de la ciudad y que buscara un paquete de tabaco en el suelo.
A los diez minutos estaba frente al monumental edificio, buscó el paquete y recogió la nota que había en su interior. La nota decía lo siguiente: 
Se que estás desconcertado y eso que este es mí segundo aviso. ¡Debes contarle a tu mujer que le pones los cuernos!, la encontrarás en un zulo que hay en el bosque cercano a la salida norte de la ciudad.
Al leer el segundo aviso, Alex sintió que su mujer podría ser la artífice de todo el asunto de las cartas y amenazas, quizás, al enterarse de su traición con el asunto de los cuernos, pese a todo, cogió su mercedes y se fue al zulo como señalaba la última nota.
En medio de un bosque sombrío y siguiendo las indicaciones del que lo amenazaba, Alex dio con su mujer. Ella estaba amordazada en una silla, que parecía sostenerse encima de una vieja trampilla. 

O se alegró de verle o estaba muy desconcertada, porque comenzó a chillar desconsolada tras la mordaza que le oprimía la boca. Él le recriminó que dejara de gritar y el desconcierto inundó la habitación cuando ella dijo que no le conocía, y que odiaba con todas sus fuerzas al secuestrador que la apresaba desde hacía varios días. Entonces, Alex, por primera vez en su vida, se percató durante unos segundos de que era un secuestrador de mujeres, cuyo único interés, era violarlas y matarlas tras inventarse una historia.


Fin

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Mamá Asesina


Mamá asesina

por: Félix Manuel Olivera González, Librilla 02/11/2.012



Soy Job James, tengo veinte años y estoy en la cárcel. Bueno, antes de todo debo expresar el rencor y el odio que siento al saber que estoy aquí, pagando por algo que yo no hice.
Y tu dirás que claro, que eso es lo que dicen todos los presos, pero solamente deseo con todas mis fuerzas que no te toque en la vida una persona tan puta como lo fue mi madre.
Yo vivía en un chalet apartado a las afueras de California con mis hermanos gemelos de seis años; la pequeña Selma, el pequeño Tim y con nuestra madrasta Mary Blody.
Había entrado el otoño y yo comenzaba a preparar mis papeles de automatrícula para la universidad, cuando se cumplía un mes de la misteriosa desaparición de mi padre; el famoso abogado Donald James. Se fue una mañana a hacer footing y nunca más lo volvimos a ver…
Tras la desaparición de papá, mamá se había vuelto muy estricta con nosotros y ya no nos dejaba salir a la calle. Creo recordar que mis amigos me animaban a hacerlo, pero yo les decía que debía estar con ella; apoyándola en el mal trago.
También teníamos un perro que se llamaba Coffe, pasaba muchas horas con él y se convirtió en aquellos solitarios y fríos meses en mi mejor amigo. Después de venir del instituto, me iba con Coffe al jardín de los chopos, que estaba en la parte trasera de la casa. Estábamos tan compenetrados que comprendíamos lo que queríamos el uno o el otro en todo momento.
Entonces, una de esas tardes otoñales vi como el perro empezaba a olfatear una esquina del jardín y en cuestión de segundos comenzó a excavar. Luego, me acerqué intrigado y tras medio metro de excavación, apareció entre gusanos de tierra y escarabajos negros, una mano putrefacta y amarillenta que desprendía un olor desagradable.
Me sobresalté y un escalofrío me recorrió el cuerpo de los pies a la cabeza, seguidamente me quedé fijo como una estatua de piedra, mientras que un cuervo que había sobre una rama se lanzó contra la mano y le arrancó un dedo con el pico. En ese momento, me pude mover y logré espantar a ese malnacido bichejo infernal. En un acto de precaución decidí no gritar y pedir ayuda, así que volví a enterrar la mano del que posiblemente era mi padre. Después, a la hora de la cena me encontré con mi madre que acababa de llegar del trabajo.

-¿Qué hay de cena esta noche mamá?-le pregunte fríamente.

-La comida favorita de tu padre, sesos de cordero al horno.-me contestó como si no ocurriese nada.

-Yo me resistía a cenar, ¿y si se trataba del cerebro guisado de mi difunto padre?-me preguntaba a la vez que mi estómago se cerraba a cal y canto.

Mientras miraba a mis hermanos engullir tan delicado y blandito bocado me entraron náuseas, unas ganas de vomitar terribles, así que me contuve hasta llegar al baño para descargar las espinacas del medio día.

-¿Job te ocurre algo?-me preguntó mamá a la salida del baño. Parecía sorprendida.

-¡Claro que no, tu tranquila, estoy mejor que nunca!-le contesté con una euforia desmedida que trataba de ocultar el terror que sentía en esos momentos.

Al día siguiente mamá se fue al trabajo, a la carnicería llamada el descuartice perfecto. A este punto te preguntarás el por qué no llamé a la policía, me comprenderás perfectamente cuando te diga que no serías capaz si vivieses con una asesina que le da de cenar a tus hermanos el cerebro de tu padre tras aderezarlo con piñones y perejil. Maldita sea.
¿Qué cómo estoy seguro de que fue mi madre? Pues volví nuevamente al jardín, desenterré el cadáver y además de confirmar que era mi padre, pude comprobar que no tenía masa encefálica a pesar de ser un tipo inteligente.
Llegó la noche y mamá psicópata regresó del trabajo, mis hermanos dormían plácidamente en sus camitas, mientras que yo, sintiéndome un inútil total, permanecí con los ojos abiertos como un búho.
Creí escuchar el ruido de unos cuchillos afilándose abajo en la cocina, así que salí al pasillo y me encontré de frente a mi madre que todavía llevaba puesto el delantal ensangrentado. Parecía salida de la matanza de Texas.

-¿Qué haces despierta a estas horas?-le pregunté mientras temblaba de terror.

-Lo se Job.-me dijo seriamente.-¿Qué?-le contesté secamente mientras que una gota de sudor frió se deslizaba por mi frente.

-Que sabes que papá está enterrado en el jardín.-me dijo sin la menor preocupación.

-No, no se nada. ¿¿Cómo, qué papá está en el jardín?! ¡¡¡IMPOSIBLE!!!-le respondí con un tono tan falso que me sorprendió hasta mí.

-Job, no te hagas el tonto conmigo…esta es mi tercera familia. Además, puse una videocámara escondida en el jardín con una duración de veinticuatro horas.-

-¿Y qué vas a hacerme? ¿Matarme a mi también para después enterrarme en el jardín?-le pregunté mientras buscaba algún objeto arrojadizo que asir con la mano.

-No, te haré lo mismo que a tus hermanos.-me dijo la muy zorra.

Y en ese momento, me enseñó su brazo derecho que ocultaba tras ella las cabezas ensangrentadas de mis hermanos menores. No pude reaccionar durante unos segundos, pero sin pensármelo dos veces me abalancé contra ella y caímos enzarzados por las escaleras. Después, solo recuerdo despertar atado a una silla, sin luz y posiblemente en el sótano. Cinco minutos más tarde escuché el sonido de varias sirenas de la policía y…ya te he contado todo lo que sé.

-Muy bien, ¿tienes algo más que decir antes de recibir la inyección letal?-me preguntó el verdugo de la prisión.

-No.-le contesté.

¡¡¡JODER!!!

Fin

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La vida artificial


La vida artificial



por: Félix Manuel Olivera González   Librilla 02/11/2.012

Esto es o parece una ida de olla de las que escribía hace cinco años XD. 
Aún así, creo que merece la pena darle una oportunidad al relato y leerlo. 
Un saludo :)



"La Vida Artificial  trata de situar la vida tal como es dentro del contexto de la vida tal como podría ser."
 
Christopher Langton




Los recuerdos te salvarán… 


Por Félix Olivera



No se porque, hoy se me viene a la cabeza el momento en que cuando bajaba del autobús, no calculé bien el tiempo para salir de este y se me cerraron las puertas teniendo que saltar para impedir que me empalaran. Salté de cabeza al vació y me estrellé con la acera solo para recibir un leve rasguño y una pequeña magulladura en la pierna derecha…es curioso, quizás, este recuerdo fugaz me lleve ahora a ponerle un principio a tanto desorden en mi cabeza.


En la casa de alquiler…

-Los años que llevo en este mundo me han hecho percatarme, de que, hay algo que no funciona en esta sociedad, que hay 
verdades que nos ocultan para conducirnos por donde unos pocos quieren. No eres más que un producto de esto que 
llamamos sociedad, en la que creamos expectativas de la gente que queremos imitar y adorar, y que en definitiva, se frotan las manos con el dinero que ganan gracias a borregos como tú y como yo.
La realidad es muy simple diría yo, cree solo en ti mismo y en la vida que dejas atrás desde que naciste, puesto que eso, es lo único real.
Si no te sientes inferior a un rey, a un cantante, o a un dios, es porque eres muy superior y ni siquiera eres reconocido. Por eso, hace tiempo que decidí salir de ese mundo artificial al que llamamos sociedad humana, para crear, mi propia realidad.
Desvaratar el mundo de las mentiras no es nada nuevo y es difícil, algo que muy pocos apoyan, ¿quién no es feliz acaso creyendo todavía en las fantasías?-argumentó Oscar como si fuera el discurso de su vida.

-No trates de filosofar conmigo, ya me sé de memoria tus historias sobre la religión, y que piensas que Nietzsche tiene el secreto de la vida y todas esas lindezas…¿nos vamos a comer ya?-le dijo Marta.

Oscar y Marta eran novios desde hacia varios años, y aunque compartían el amor que sentían el uno por el otro, estaba claro, no compartían los mismos ideales.
Era viernes y como mandaba la tradición vierneniana, se dirigieron al Macdonals de una gran superficie de la ciudad; luego se pidieron dos sendas hamburguesas.

-¿Sabes…?, el otro día leí en el periódico una historia corta llamada la isla fantasma, la verdad es que para ser la primera obra de su autor no esta nada mal, solo tenía catorce años cuando la escribió.-le dijo Oscar.

-Sabes que no me la voy a leer, odio la fantasía, solo me gustan las historias que tienen que ver con la realidad.-le contestó Marta.

-¿Nunca lo has pensado?-le preguntó.

-¿El qué?-le contestó formulando otra pregunta.

-Que de que esta hecha la bebida de cola.-le dijo después de tanto redundar.

-No.-le contestó algo distraída.

-Siempre me pregunté si sería más importante el hecho de saber si la cola es una patente de la que no tenemos derecho a saber nada, o posiblemente un producto perjudicial para la salud.-dijo Oscar con los ojos fijos en los de su novia.

-¿Entonces si me lo preguntas, por qué te la bebes?-le preguntó.

-Quizás porque esté buena.-le contestó con leve asentimiento.

-Entonces, tú también eres como los demás.-le dijo con ironía.

-Yo no soy como los demás, ellos ni siquiera se lo preguntan. ¿Y los emo?-

-¿Qué son los emo?-le preguntó Marta.

-¿Aún no sabes qué es un emo? Es una cultura que tiene a la tristeza como dogma.-

-¿Ahora no se lleva lo de ser hippie, bacala o heavy?-

-Que va…esa moda perteneció a finales de los 90 y a principios del siglo XXI.-

-Nunca entenderé las modas.-dijo ella mientras movía la cabeza de un lado a otro.

-La gente siempre necesita sentirse identificada con un sector de la sociedad en la vida. Si Allan Poe levantara la cabeza, volvería a esconderla al darse cuenta de la corriente que ha generado.-

-¿No te caen bien esos emo?-le preguntó mientras sorbía su cola.

-Solo digo que es una moda tan pasajera como las otras.-

-¿Podríamos hablar de otras cosas…?-le preguntó ya cansada de sus aburridas conversaciones.

-¿De qué quieres hablar?-le preguntó Oscar.

-De gran hermano y de las últimas nominaciones...-le respondió con un esbozo de sonrisa.

-¿Gran hermano…?-le contestó indignado.

-Si, también es interesante, es más, un experimento sociológico suspervisado por psicólogos...más interesante si cabe que algunas de tus absurdas conversaciones.-le dijo enfadada.

-Entonces, porqué que no te presentas el año que viene y así descubres lo que es sentirse una rata de laboratorio emo.-le dijo para mosquearla.

-¿Por qué no dejas de ser un pesao que no disfruta los momentos de su vida y que se deja de hacer preguntas absurdas?-le preguntó para que se callara de una vez.

-Soy filósofo.-dijo Oscar.

-Y yo peluquera.-le contestó pensando en que al menos Twin Peaks respecto a gustos televisisvos, era algo en lo que coincidían.

Después de tan larga e innecesaria conversación, se fueron a casa a descansar. Pusieron algo de música, creo que algún tema de los Radiohead.
A la mañana siguiente, Marta tenía reconocimiento médico con el especialista de ginecología, y en el hospital, le diagnosticaron un cáncer que estaba en un proceso muy avanzado.

-Me han hecho una gammagrafia, tengo metástasis ósea y quizás me quede un mes de vida…¡abrázame Oscar!-dijo mientras rompía a llorar.

-Marta, esto no va a quedar así. Voy a hacer todo cuanto pueda por salvarte.-le dijo tratando de reconfortarla, cuando en realidad trataba de hacerlo más por si mismo.

El repentino cambio de vida que sufrió Marta, la hizo interesarse de pronto por la enfermedad que sufría, así que le encargó a su novio todos los libros que encontrara sobre el tema.

-Oscar…si mi cuerpo es el que me está matando, quizás haya alguna forma de vengarse.-afirmó.

-¿Qué sugieres?-le preguntó Oscar.

-Quiero que me lleves a ver el mar, quiero sentir que estoy viva, si siento continuamente que me estoy muriendo, quizás muera antes.-dijo Marta algo optimista.

-No me digas más que te vas a morir, no quiero volver a escucharlo.-dijo mientras miraba al suelo.

Al día siguiente, Oscar llevó a su compañera a la playa, un emplazamiento único rodeado de desfigurados acantilados. Allí prepararon una buena  merienda.

-Hoy no voy a leer nada, solo quiero contemplarte y escuchar cada palabra que digas…

-...-después de escucharla, Oscar no pudo contener las lágrimas.

-El mar …nunca lo había visto con los ojos con los que lo veo ahora. Quizás no exista el dios de mi religión, pero esta claro que mi fé en él, me aporta nuevas energías para vivir.-dijo con felicidad.

-Ten cariño…esto es para el dolor.-dijo Oscar mientras le mostraba algo de hierba.

-¿Marihuana?.-le preguntó extrañada.

-Si.-le dijo mientras comenzaba a prender fuego al porro.

El día después, Marta le pidió a su novio los mejores libros de filosofía junto a los que más apreciaba.

-¿No deberías descansar un poco?-le preguntó preocupado.

-Oscar...-dijo ella con una mirada que valía más que mil palabras.

-Toma, Ecce homo.-le ofreció.

-¿Ese es un buen libro?-le preguntó la joven peluquera.

-Es la autobiografía de Nietzsche, la escribió a los 44 años justo antes de perder la cabeza, y en el trata de ver la vida con sus propios ojos. No es necesario que lo leas entero, te indicaré algunas partes.-

-Lo leeré entero …-dijo sin dudar.

-No es necesario que hagas esto.-dijo muy angustiado.

-No hago esto por eso. Antes vivía por el simple hecho de vivir.-concluyó.

A la mañana siguiente; en la cama del dormitorio.


-¿Oscar?, Nietzsche habla de un superhombre, ¿es quizás su fuerza lo que necesito para salir adelante? -dijo con la voz muy débil.

-Es posible, pero no le hagas caso. El solo te tiene en cuenta como a una borrega más.-

-¿Es que no lo era…dónde esta mi iglesia ahora? Son solo piedras Oscar, una encima de la otra que intentan aparentar y esconder más que aclarar y dar a conocer. La vida es esto, que tú estás a mi lado tratando que no me falte de nada en los últimos días de mi maldita vida. Yo me iré y la iglesia seguirá contando lo mismo una y otra vez . ¿Puede algo que no cambia, compararse con la vida de una persona que cambia constantemente?-

-Hubieras sido una gran filósofa, incluso mejor que yo.-le dijo mientras se dirigía a ella para abrazarla.

Al día siguiente en la cama…

-Te traigo el desayuno.-dijo Oscar mientras avanzaba a paso firme desde la cocina.

-Los dolores Oscar…otra vez.-dijo mientras se retorcía espasmódicamente.

-¡Espera un momento, voy por las pastillas!-le dijo mientras se apresuraba por traerlas.

-¡No puedo aguantar este dolor!-dijo llorando.

-Aquí están, toma y bébete el agua hasta arriba.-le dijo con lágrimas en los ojos.

-Ya no tengo más fuerzas, ¡me voy a morir Oscar!-

-…tus padres han llamado.-le dijo enfadado.

-Diles que quiero verles, diles que vengan y que todo esta olvidado.-

-¿Segura…?-le preguntó esperando otro gesto por parte de ella.

-Sí, segura, es así como quiero que me vean.-

-Que poca vergüenza, cinco años sin llamar…y justo ahora.-dijo Oscar para si.


A la mañana siguiente…Marta cerró los ojos para siempre; dejando una nota arrugada en su mano.

-Marta, Marta…no, no, ¡Marta mi amor, no me dejes!- dijo Oscar casi sin voz y llorando.

La nota narraba lo siguiente: 
Oscar, algún día nos volveremos a encontrar. En algún lugar del mundo… 





Dos días más tarde y tras el funeral se dirigió hacia el hospital comarcal.

-¡¡¡Hijos de ####, no habéis hecho nada, no habéis podido salvarla, que clase de médicos sois!!! ¡¡¡Aquí no podéis hacer nada, no sois más que marionetas de multinacionales farmaceúticas. La vida no está en vuestras manos, solo el dinero!!!-Entonces, salió un guardia del hospital que lo redujo y lo puso de morros contra el suelo. Finalmente lo envió a comisaría.

-Mire, este hombre estaba alterando el orden público a altas horas de la madrugada.-le dijo el guardia de seguridad al comisario.

-Eres un pobre desgraciado, ¿qué coño hacías gritando a la entrada del hospital?-le preguntó el comisario Julles.

-Buscaba venganza, pero no es eso lo que me va a devolver a mi novia. El odio hacia el destino es el odio hacia el curso normal de las cosas.-contestó con resignación.

-Le soltaremos, no parece un mal tipo. De hecho, creo que usted es mejor persona de lo que jamás seré yo, usted no está hecho de la misma energía. Puedo percibirlo…y no se preocupe más por su novia, la tenemos a buen recaudo.-

-¿Mi novia?, perdone, ella ya no está entre nosotros.-dijo Oscar con incredulidad.

-Se lo vuelvo a repetir, señor Oscar, no se preocupe más, ¡olvídela!-

-¡Esto es increíble!, ¿qué sabes de mí?.-

-No sabemos más de lo que nos ha contado ella, pero no se preocupe. No trate de saber.-

-¿De qué coño está hablando?-le preguntó sintiéndose engañado.

-Está bien Oscar, solo le diré que su novia no murió.-dijo el comisario.

-¿Cómo?-le preguntó Oscar apunto de estallar.

- Marta se encuentra en el otro estado. Digamos que usted ahora mismo piensa algo, lo que sea, y yo tengo la capacidad de introducirme en su mente y encerrarlo en ella para siempre.- 

-Ustedes están locos, esto no puede estar sucediéndome a mí.-

-¿Cree usted en las segundas oportunidades?-

- Ustedes creen ser ángeles, además de locos de remate.-

-No, se equivoca de medio a medio.-dijo el comisario con una sonrisa entre dientes.

Entonces, Oscar se levantó sudoroso y tembloroso como de una pesadilla. Al día siguiente, fue a la tumba de Marta para llevarle unas flores.

-Quizás este sea el momento de cambiar de ciudad, de alejarme de aquí para siempre; juro que cumpliré tu promesa.-dijo mientras besaba su más apreciada fotografía.

Luego de hacerle una visita en el cementerio, Oscar regresó a casa. Después, cogió las pertenencias de Marta, las metió en una bolsa de plástico y las tiró al mar. Ella hubiera preferido que las hubiera reciclado, pero a parte de ser más cómodo, le resultaba más poético deshacerse uno a uno de los objetos.

Mientras tiraba las pertenencias, Óscar sintió una llamada desde lo profundo de la solitaria cala, quizás, una voz que le invitaba a tirarse, quizás, una sirena que pretendía acabar con él, posiblemente su amada Marta, que como un ser etéreo, le recordaba su presencia entonada ahora por los silbidos del viento marino.
No, no era ella y aunque hubiese sido ella, ya era demasiado tarde para escuchar lo que hubiese dicho, ya lo había aceptado, escuchar ahora sus palabras le hubiesen hecho replantearse el tirarse él. ¿Acaso la personas no nos comportamos como el objeto roto del ser querido que se muere, ese juguete que ya nunca más va volver a ser usado?

-No soy un puñetero objeto, soy un ser humano y mi conciencia quiere que lo pase mal, que caiga en las redes de la locura y que también que me suicide, que no quiera conocer otras mujeres para que la familia de mi novia me odie y blasfeme sobre mí. Acaso no tengo yo derecho a vivir. No, no soy un objeto y por eso me marcho para siempre de esta ciudad, a la que no volveré más que para alzar la mirada una última vez.-


¿Qué es la muerte?
Para mí no es el final de la persona, puesto que la persona vive aún conmigo, para olvidar a Marta, yo también debería morir y así que continuara la larga cadena que creó su historia.


Y fue en ese razonamiento, cuando Oscar lo tuvo claro, tuvo conciencia de que para olvidarla debía asesinar todo lo que le recordara a ella, cosa imposible, así que la buscaría por los recuerdos de su última frase.

Pensareis que ese pobre filósofo perdió la cabeza, porque después de la muerte todo se acaba para el ser humano, pero ,¿es en los sueños donde es posible abstraer lo que se quiere y es perdido? ¿Y si lo haces con la fuerza suficiente, puedes traer esa realidad al mundo real, el mundo que Oscar creó para si?
Esa noche, Oscar soñó que hacia el amor con Marta y soñaba que la estrechaba entre sus brazos, que olía su perfume habitual. Pero ella no hablaba, no era más que un esbozo desdibujado por los meses de la desaparición; con el rostro difícil de apreciar.

-¡Marta por favor, vuelve conmigo!-gritó desesperadamente en la oscuridad de su habitación.

-…-

-¡Contéstame!-

-Te hecho de menos.-

-¿¿Dónde estas??-

-No me sacarás de aquí, estoy atrapada.-le dijo una voz distante.

-Déjame intentarlo, recuerda aquellas conversaciones, mis divagaciones sobre la vida…quizás pueda salvarte.-dijo desesperado.

-De que, ¿de la muerte para volver a morir? No me refiero a eso…-

-De ese lado para traerte al mío.-afirmó Oscar.

-No eres nadie Oscar, nunca lo has sido y ahora me doy cuenta.-dijo la voz distorsionada de la mujer que parecía ser Marta.

-Déjame intentarlo.-le dijo suplicando.

-¿Por qué quieres liberarla?-le preguntó otra voz con un acento extraño.

-¿Ahora hablo contigo?-preguntó extrañado.

-Ahora ella forma parte del pasado, tu futuro es el mismo que el del resto de los mortales, olvídate de poder devolverla, nadie puede, el pensamiento no te salvará, tampoco la sabiduría, la nada es lo que te espera y el único destino nosotros.-

-Nunca he creído en dios, ¿por qué iba a creer ahora?-


Finalmente Oscar se despertó, tenía que coger una avión hacia el Tibet, había leído en una revista llamada universal geografic un artículo sobre un dogma de Buda que había permanecido oculto 4.000 años, del que se decía que podía convertir el cuerpo en energía y después canalizarla hacia el deseo más importante del ser humano. No podía perder más tiempo, la nota de su novia hablaba sobre un viaje soñado, quizás la búsqueda era el principio de un difícil viaje hacia la resurrección.


Ya es difícil no morir en  accidente de avión, sin embargo, lo es más cuando lo que se estrella es un avión de tercera clase, y en el centro de las nevadas y altas cumbres del Himalaya.
La noticia fue recogida por todos los medios de comunicación del mundo, no se sabía si había supervivientes del vuelo transoceánico, se mandaron búsquedas desde los EE.U.U y Europa pero éstas nunca lograron dar con los restos, que curiosamente, permanecían aislados en el glaciar; invisible a todos los satélites.
Oscar iba junto a 33 supervivientes el mismo día que cumplía 33 años, en busca de uno de esos pueblos olvidados que sobreviven gracias a la carne y la leche de los Yaks.
Curiosamente quedó intacto un cargamento de comida, que tras un mes se agotó. Viendo que no encontraban más alimento, comenzaron las disputas entre los supervivientes, que acabaron con feroces muertes y un sádico canibalismo del que Oscar escapó durante varios solitarios e interminables días.
La soledad lo dejó caminado hasta que finalmente cayó exhausto en mitad de la nieve.

-¿Por qué te empeñas en buscarla?, te ponemos en serios problemas y aún así sobrevives. No la volverás a ver.-dijo la voz extraña.

-Déjale al menos la esperanza de que la encontrará.-le dijo otra voz.

-De acuerdo, pero tú lo has querido y posiblemente sufra las consecuencias. Ve hacia el templo de Tam Nutur y escucha las enseñanzas del último Buda.-enunció la primera voz.

Oscar se despertó y semiconsciente se dirigió hacia una estructura de tejados escalonados que parecía ser un antiguo y derruido templo. Allí dentro, parecía haber una joven sacerdotisa, la más bella mujer que después de Marta, sus ojos marrones habían contemplado.
La joven era una yankie estadounidense de ideología hippie, que se había refugiado en la soledad del templo a meditar. Era una mujer mística que vivía como pocas en el mundo. En aquel apartado lugar sólo buscaba la paz interior.

-Hola, soy francés pero hablo el inglés. Sufrí un grave accidente de avión del que milagrosamente salí ileso y del que pude escapar tras que algunos de los supervivientes optaran por comerme. Estoy muerto de hambre y sed.-dijo casi sin saliva en la boca.

-Tome, ¿señor…?- dijo la joven que escondía detrás de las gafas de estilo Janis Joplin, unos preciosos ojos verdes.

-Oscar.-asintió el muchacho.

-…mi odre de agua de las montañas, extraída hace quinientos años por un Buda en el K2.-le dijo sonriendo.

-Este agua es especial, no debería aceptarla.-le dijo negando con la cabeza.

-La guardaba para esta ocasión, pues certero es el destino que coloca los acontecimientos en el lugar en el que correspoden. El agua siempre fue para usted.-dijo con la sabiduría propia de los antiguos monjes tibetanos.

-Bueno, no me queda más que darle las gracias, y…¡joder, que fresca esta!-

-¿Usted cree en el destino?-le preguntó la sacerdotisa.

-La verdad es que no, sin embargo me engaño a mi mismo, porque trato de encontrar el espíritu de mi novia muerta por el mundo. He perdido la razón y posiblemente me haya vuelto loco.-dijo resoplando.

-No creo que estés loco. La energía está en continuo movimiento, quizás nunca encuentres a tu novia físicamente, pero la búsqueda incasable por ella te aportará la energía que necesitas para vivir, y que con el tiempo ya no necesitaras. Toma mi amuleto de la diosa Ceres, te ayudará a encontrarte a ti mismo.

-¿Y cuándo crees que llegará el momento?-

-Cuando hayas olvidado que puedes vivir sin ella.-

-Casi lo había olvidado hablando contigo. ¿Cómo te llamas?-le preguntó intrigado.

-Marta.-
-…-



Seis meses después



La Catedral de Viena estaba preciosa aquella mañana. Las familias de los novios estaban felices por el largo viaje que habían realizado, pues merecía la pena ver que sus hijos se casaban y consumaban su felicidad.
Marta no quería un matrimonio católico ya que no era religiosa, pero la mayor ilusión de la madre de Oscar, era que se casaran allí, donde varias décadas antes, ella también lo hizo, y donde su abuelo Oscar años atrás, también contrajo matrinominio.

Pese a estas puntualizaciones, los novios estaban muy decididos a hacerlo, querían formar una familia, tener muchos hijos y disfrutar de una vida feliz en la tierra natal de Oscar, que como único heredero, había recibido la antigua masia de su abuelo en la Camarga.

Comenzó la ceremonia con la aparición del obispo, y los doscientos invitados se levantaron de las butacas para reverenciarle; todo transcurría con normalidad.
Sin embargo, Oscar perdió la vista en los santos que en sus elegantes tribunas, parecían aprobar la boda con honorable reverencia. Encantado ante aquella catarsis que parecía cargar el ambiente y lo volvía todo hiperlento, dirigió la mirada hacia la virgen María que sostenía al niño Jesús entre sus brazos. Su cara parecía difusa a diferencia de las caras de los otros santos. Trató de enfocar mejor y comenzó a visualizar unos relieves faciales que ya le eran conocidos, la cara tomó forma finalmente, y ante su atónita mirada, se transformó en la cara de su antigua novia muerta. Era ella, Marta. Tras esto, Oscar lloraba descoconsolado y lanzó un alarido de rabia desgarrador que heló los palpitantes corazones de las decenas de invitados.

-¡Maldito destino, trate de…¡¡¿¿por qué no acabas conmigo y me liberas de este eterno sufrimiento??!! ¡¡Acaso prentendes volverme loco!!-

Entonces, cuentan, relatan según con que invitados hables a día de hoy, que Oscar saltó entre los asistentes, se dirigió al pedestal de la virgen y agarrando con fuerza la cabeza de uno de los invitados, la elevó con una fuerza sobrenatural y la estampó  contra la cara de la estatua, cubriedo de sangre oscura la tierra santa.


-…y aquí acaba la historia, ¿Sara, qué te parece?-le preguntó Oscar.

-Bueno…me parece bien salvo por una cosa.-dijo un poco extrañada.

-¿Qué cosa?-le contestó.

-¿Quién es realmente Marta, en quién te inspiraste para crear su personaje?-

-¿De verdad quieres saberlo? No es necesario.-

-Sí.-dijo con rotundidad.

-En una chica que ya forma parte de mi pasado.-le dijo pensativo.

-Ahh, murió igual que la joven tu historia.-

-No Sara…eres tú …me encerraron en un psiquiátrico por matar a ese hombre.-

-¡¡¡Es cierto, ahora te recuerdo, como iba a olvidarte!!!.-dijo Sara tratando de parecer creíble.

-Me dijiste que te buscara por el mundo y no he cesado en mi empeño, pero me daba miedo decirtelo y ver como reaccionabas.-

-Claro, voy un momento arriba. Enseguida vuelvo.-le dijo temerosa.

Entonces, Sara se dirigió al otro teléfono de la casa, el que había en el salón de la buhardilla, y en voz baja pero enérgica se habló con la policía.-

-¡¡Por favor vengan, mi marido ha perdido la cabeza...!!-

Luego regreso con él.
    
-¿A dónde has ido?-le preguntó Oscar.

-A recoger unas cosas de arriba.-dijo casi inexpresiva.

-¿Cómo?-le preguntó extrañado.

-A por unas ropas que me dejé esta mañana sin doblar.-le contestó esperando que le apartara su mirada de la cara.

-Ya …bueno, voy a ducharme.-le dijo con una leve mueca de sonrisa burlona.

-Claro, ya estabas necesitando una ducha urgente.-

-Sí, es necesario estar bien limpio para recibir a la policia. Les debo mucho.-dijo mientras su mirada parecía recordar algo agradable.



Experimento



-No somos lo que piensan, somos tan solo investigadores trabajando con el cerebro inerte de Oscar, en un laboratorio pionero en la búsqueda y el desarrollo de la vida artificial. Gracias por formar parte del experimento siendo testigos del mismo. Mi más cordial saludo, Fiedrich Muller.-


-¡Fiedrich apaga la grabadora, el experimento…!-gritó Vladimir.

-¡Que ocurre, no permitas que sucedan más atrasos!-le recriminó.

-¡¿Quiénes sois vosotros, qué me hacéis?!-preguntó un Oscar totalmente ido.

-¡Inyéctale de nuevo la anestesia, haz que se calle!-dijo Fiedrich tratando de mantener la situación bajo control.

-¡Por favor, no me hagáis daño !-les dijo Oscar asustado.

-¡Cállate!-le sentenció Fiedrich con un brutal golpe en la cabeza.

-¡Fiedrich que has hecho, le has matado. No fue así como lo acordamos!-le dijo Vladimir.

-Yo no soy el asesino, fue él quién mató a mi hermano en aquella maldita boda.-dijo enfurecido.

-¡Pero él es la clave, solo él puede completar nuestras aspiraciones!.-le dijo Vladimir decepcionado. 

-¡¡¡No estoy muerto, hijos de putaaa!!!- 

Entonces, Oscar arremetió contra ellos proporcionándole a ambos una tremenda patada en las sienes que los dejó aturdidos. Tras esto, aprovechó el momento para escapar.

-No llegará muy lejos, Vladimir pulsa el botón.-dijo Fiedrich mientras trataba de incorporarse del golpe.

-No Fiedrich, me niego.-le dijo con sinceridad.

-Entonces lo haré yo.- dijo arrebatándoselo bruscamente de la mano.

Mientras que Oscar escapaba, notó que algo en su interior pitaba con un sonido extraño, como el sonido que produce un despertador roto.

-No puedo creerlo, ¡que me han implantado!-se dijo Oscar con incredulidad, percatándose de que un autobús anaranjado estacionaba en una parada que estaba a tan solo treinta metros de él.

-Tengo que coger ese autobús como sea.-pensó mientras cruzaba la calle esquivando los coches a toda velocidad.-¡Ayúdenme, quieren matarme!-gritó una vez dentro del vehículo público.

-¡Apártese de aquí, que en su estado puede provocar un accidente, reduzcan a este hombre por favor!.-dijo el conductor en el que aún no había reparado su mirada, un hombre que llevaba en la cabeza una capucha oscura. La cual tenía bordada en letras blancas una cuchara y un tenedor. Oscar no pudo articular palabra ante aquello que contemplaba y de repente todo cuanto le rodeaba se volvió muy lento.
Al observar a los pasajeros del autobús, le vinieron a la mente sucesos pasados, aquella gente formaba parte de un rompecabezas que de alguna forma encajaría perfectamente si encontraba la fórmula correcta para descifrarlo.
Allí, sentado frente a él se encontraba un emo, justo detrás de él, un hombre leía un libro titulado la isla fantasma, a su derecha, una mujer bebía un refresco de cola, delante de esa mujer, un anciano hablaba de Nietzsche con su compañera que lo miraba despreocupada…y así estaban alrededor de 40 pasajeros.

-¡Paren el autobús, paren!-gritaban continuamente dos hombres desde afuera.

Y cuando parecía que el autobús los dejaba atrás, uno de ellos sacó de su bolsillo un pequeño aparato negro con un interruptor amarillo, seguidamente lo pulsó y el vehículo de transporte estalló en mitad de la calzada, provocando una tremenda llamarada de fuego y causando la muerte instantánea de todos sus ocupantes.



Solución


-¡Marta, Marta…despierta!-le dijo Oscar entusiasmado mientras la zarandeaba con su hombro.

-¿Siiiii…?-le respondió mientras se giraba en la cama con los ojos entrabiertos.

-¡Te dije que lo conseguiría, que encontraría la forma de salvarte, y lo he hecho!-gritaba eufórico apretando entre sus dedos el viejo amuleto del Himalaya. 

-Oscar no has hecho nada, sólo estabas durmiendo.-dijo ella mientras estrellaba su cabeza contra la almohada.

-Marta te curé el cáncer, debes recordar que estabas muy enferma.-le dijo Oscar con tono preocupado.

-¿Qué cáncer?, de sobra sabes que nunca he padecido esa enfermedad.-le contestó sin hacer mucho esfuerzo en buscar la frase adecuada.



FIN


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