Había una vez una pequeña planta que depositaron en un humilde macetero y a la que señalaron con la siguiente etiqueta.
Primera regla: no siga usted las metas y el desarrollo personal de la planta estéril y que se cree una señoría del más alto nivel y que a todos molesta con sus impertinentes idas de olla y que sabe actuar muy bien, y sobre todo hacerse la víctima como nadie.
Al leer la etiqueta la planta se dio cuenta de quien era, una simple planta y lloró de impotencia por haberse sentido toda su vida como la orgullosa planta que no era, es, ni será jamás.
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