Azur y los Lobos
Por Félix Manuel Olivera González- Librilla -2.015
Azur era el hijo de una loba salvaje, pero él no era un lobo. Se trataba de un ser humano. Los lobos lo acogieron una noche fría y tormentosa tras ser abandonado por una caravana de gitanos en los Picos de Europa.
Azur y la manada pasaban los días de caza hasta que llegaron los fríos y las nieves del invierno y tuvieron que refugiarse en la madriguera que había buscado el líder de la manada.
Todos se apretujaban unos con otros y Azur se abrazaba al pelaje de la loba matriarca para no pasar frío. Acurrucado sobre ella Azur estaba en la gloria y los días transcurrieron felices y confortables.
Una mañana todos se sobresaltaron cuando escucharon unos disparos y los machos salieron y comenzaron a aullar para alejar a los cazadores de la madriguera.
Pese a este contratiempo los días fueron pasando tranquilos y la nieve y los hielos se derritieron con lo que fue apareciendo el verdor en los campos, y el despertar de las flores y los incontables insectos que recolectan los néctares que desprenden.
Azur ya apenas gateaba y empezó a andar.
El niño se sostenía agarrado al pelaje de la loba matriarca y se ayudaba de ésta para dar sus primeros pasos, mientras que la loba no paraba de lamerle para motivarlo. Así le felicitaba y premiaba por su buena conducta y también por su rápido aprendizaje.
Una noche cayó un rayo sobre el bosque y le prendió fuego con lo que tuvieron que alejarse de donde vivían a otro lugar más seguro, sin embargo no todos los lobos sobrevivieron y el líder de los lobos se vio atrapado entre las llamas y murió. Ese fue el día en el que Azur conoció el verdadero sufrimiento.
Sin un guía que los dirigiese la loba matriarca quedó al cargo de todos y ya no pudo estar tanto tiempo dedicada al cuidado de Azur.
De ese modo Azur tuvo que aprender a lavarse y a convertirse en un lobo adulto a una temprana edad.
Conforme pasaba el tiempo se daba cuenta de que poseía algunas habilidades distintas a las del grupo de lobos y que les valían a todos y que la madre aprobaba con cierta desconfianza.
Pasados algunos años Azur ya cazaba con los lobos ayudándose de sus propias herramientas. Una lanza de hueso muy afilada y una red de cuerdas que le servía para pescar en los ríos que descendían del deshielo de las montañas.
Cuando Azur se convirtió en un adulto fue descubierto por unos pastores de ovejas que se quedaron atónitos al descubrir a aquel hombre que había vivido toda su existencia como una bestia salvaje.
En seguida, la noticia recorrió toda la comarca y de pronto todos querían conocerle. Pero con viles engaños lo sacaron de allí y lo transformaron en lo que la mayoría de los hombres podemos considerar un hombre civilizado.
Azur aprendió español, se casó con una bella mujer, estudió y encontró trabajo de director en una asesoría de la ciudad, pero Azur no lograba olvidarse de la manada en la que creció y un día le ofreció a su esposa visitar los Picos de Europa. Y así lo hicieron, y cuando llegaron Azur le dijo a Elia, que era el nombre de su esposa, que iba a darse un paseo por los bosques. Elia lo consintió y Azur se adentró en ellos, luego se perdió hasta donde ya casi no le quedaron fuerzas para continuar y en el claro del bosque llamó a la manada a la que había amado tanto y a la que todavía amaba, y éstos le respondieron con sus aullidos de pena y alegría al mismo tiempo.
Ese mágico día Azur y los lobos lloraron en las montañas por el reencuentro que habían soñado desde que un triste día sus caminos se separaron en los Picos de Europa.
Y ya viejito Azur le contó esta historia a sus nietos junto al fuego de una chimenea, mientras que allá afuera en algún lugar del sitio en el que se crió los lobos seguían aullando y tratando de sobrevivir contando la increíble historia que recordarían sus lobeznos generación tras generación.
Fin
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