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un saludo, Félix Olivera

lunes, 18 de noviembre de 2013

El Castillo Infinito. Capítulo 2. La prioridad.



El Castillo Infinito

La prioridad

Capítulo 2

por Félix Manuel Olivera, Librilla 18/11/2013

Las llamas se elevaban en la hoguera hacia las estrellas provocando reflejos tenues en las caras de Marcos y el Rey Desterrado. La noche era fría y el viento del lejano Norte soplaba helado.
Mientras que Marcos sacaba brillo con un estropajo a la armadura de su amo, el rey canturreaba una antigua canción que hablaba sobre el significado de la pérdida, y cuando acabó de cantar le habló al muchacho por curiosidad.
-¿Extrañas tu hogar, jovenzuelo?-
Pero Marcos tan solo le echó una mirada seria que hablaba por si sola.
-Te ayudaré a volver a tu casa. Te lo prometo. Justo antes de que todo este asunto haya terminado.- 
En ese momento, cuando Marcos se disponía a contestarle fue interrumpido por los jadeos y la respiración entrecortada de un extraño que apareció de la nada.
Marcos y el rey se levantaron con presteza del suelo y se acercaron al hombre que se tambaleaba de un lado a otro.
De modo que Marcos sujetó al hombre de edad avanzada por la cintura y observó que tenía sangre en las comisuras de la boca.
De pronto, el desconocido miró a Marcos con los ojos desorbitados y lo agarró del cuello de la camisa con fuerza.
-¡Una extraña enfermedad los ha vuelto locos a todos, y los desertores están prendiendo fuego a Ciudad fronteriza!-afirmó el hombre desdichado.
Luego, tomó un poco de aire y continuó con las explicaciones.
-¡También han capturado a la reina Era, que está cautiva en las mazmorras del Palacio!
¡Ayudadnos a resolver este conflicto! ¡Os lo ruego Guerrero Errante!-
Pero esas fueron sus últimas palabras pues el lugareño cayó al suelo desplomado, y el rey y Marcos vieron la malograda flecha que le atravesaba la espalda hasta el torso.
-¡Marcos, tráeme las armas! ¡No estamos solos!-le instó al chico, al tiempo que miraba a su alrededor con recelo.
Entonces, Marcos le entregó la espada, el escudo, el casco y se ocultó tras unos arbustos de hierba del camino. Cuando de pronto, dos flechas flamígeras silbaron cerca del oído del rey que se ocultó tras un gran árbol movido más por el instinto que por la experiencia en las escaramuzas.
-¡Tal y como me temía, una avanzadilla de arqueros procedentes de la milicia desertora de Ciudad Fronteriza! 
¡Vamos, salid de vuestro refugio, valientes cobardes y abandonad las sombras!-exclamó el Rey Desterrado, en guardia y preparado para el combate.
Momentos después hubo un largo silencio que fue interrumpido por el inofensivo cri, cri de los grillos y no sucedió nada.
Hasta que Marcos comenzó a pedir auxilio.
-¡Me han atrapado...!-exclamó, y de pronto Marcos se calló cuando le cerraron la boca y ya sólo podían escucharse sus gimoteos.
-¡Ríndete asaltador de caminos o de lo contrario mataremos al chico rajándole la garganta como a un pollo cebado del corral de mi abuela!-
El Rey Desterrado no se inmutó ni por un instante por las humillaciones y lanzó un silbido gélido y penetrante que atravesó los bosques en todas direcciones.
-¡¿Pero qué pretendes imbécil?! ¿Que te ayuden las ardillas? ¡¡¡A estas horas ya estarán durmiendo el sueño del borrego!!!-se burlaron de nuevo.
El caballo del rey llegó al claro a galope tendido y los dos asustados arqueros soltaron a Marcos y el puñal que le habían puesto en la garganta.
Sombra de Ébano se acercó con rapidez y una gran agilidad al Rey Desterrado, que se sentó en la montura, liberó su espada del cinto y cercenó las cabezas de los arqueros con sorprendente facilidad.
En seguida, las cabezas rodaron hacia el lugar en el que Marcos estaba tendido y entonces el chico se alzó del suelo horrorizado. 
La figura del Rey Desterrado a lomos de Sombra de Ébano fue dibujada como un relieve inmortal, casi fantasmal, tras la blancura grisácea de una Luna inmensa que estaba coronada con varios anillos de meteoros. A Marcos esa Luna le recordaba al Saturno de su mundo, solo que aquel era "otro" muy distinto.
-Marcos, será mejor que prosigamos nuestro camino.-dijo el rey a lomos de su corcel. Solemne e imperturbable mientras el viento arreciaba entre los árboles y las crines de Sombra de Ébano.
-¡Es que no piensas hacer nada por esa gente! ¡Ese hombre dio su vida por ayudar a su pueblo!-le replicó Marcos con indignación.
-No es asunto nuestro. Corren tiempos difíciles muchacho, es cierto, pero ya he pagado suficientes platos rotos hasta hoy. Mi lucha tiene fecha de caducidad y el plazo se acorta con el transcurso de los días. Puede que hayas conseguido un poco de confianza en ti mismo al sobrevivir a este mundo que no es el tuyo pero eso no cambiará las cosas, y ya no hablemos de solucionarlas.-le contestó el rey sin apenas inmutarse.
-Pues entonces yo no sabré nunca cómo ayudarte. No sé nada sobre acabar castillos interminables. ¡Estoy atrapado en tu sueño, Rey Desterrado de vete a saber qué reino!-le dijo Marcos enrabietado y al borde de soltar una lágrima; pues seguía siendo un niño.
El Rey Desterrado lo miró con una cara de furia no muy propia de él hasta ese momento. Inmóvil, frío y resistente como una roca.
Marcos se estremeció, desde el mismo momento en que llegó a ese extraño lugar había sentido que su vida no significaba nada. Que podría morir en cualquier momento e incluso a manos de su señor. Seguidamente, la tensión creció y creció para luego romperse como el cristal cuando a lomos de Sombra de Ébano el Rey Desterrado habló con determinación y cierta confianza en si mismo.
-Liberaremos a la reina Era del cautiverio de las mazmorras del Palacio de Ciudad Fronteriza, ya que quizás ella si que sepa como acabar mi castillo.-dijo, y luego miró a Marcos con decepción en su rostro.
El Rey Desterrado seguía siendo consciente de que los días pasaban, de que los meses se echaban encima y de que los cinco años de margen se convertirían en un suspiro.
-¡En marcha!-le instó a Marcos con severidad.
Entonces, Marcos apagó las brasas con tierra y se alejó tras la figura del Rey Desterrado, que ya se internaba en el bosque de las ardillas que soñaban con ovejas y con tiempos turbulentos que nos toca vivir con resignación.

¿Cabría la esperanza para ese mundo? o ¿Algún otro?




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