Azrael el sabio por Félix Manuel Olivera González, Librilla 19/01/13
Azrael el sabio
La Dama de hielo estaba muy enfadada y todo empezaba a desmoronarse a su alrededor. Temblaba de rabia y las plumas negras de su traje oscilaban mecidas por el viento.
Poco a poco la inmensa urbe de espejos resquebrajados se alzaba por un costado y se sumergía por el otro lado en el mar del Anticosmos.
Los dos cuervos permanecían impasibles ante Ángela, como esperando su aprobación para actuar.
Entonces, ella pasó a la acción y los instó a que se marcharan cuanto antes de allí. Ángela se aferró al plumaje de uno de ellos y se marcharon volando por las ventanas al tiempo que la ciudad se sumergía entre las aguas provocando un temblor semejante al de un maremoto.
La Ciudad de los Espejos acabó sumergida en tan sólo doce minutos. Y el agua tocó los huesos de las miles de víctimas que habían asesinado los cuervos por mandato de La Dama.
Aunque solamente despertó uno de los muertos, y su nombre era Azrael el sabio. Un guerrero de leyenda, el cual fue engañado en vida y juzgado en muerte. Vagó como esqueleto bajo un afluente del río Grande hasta llegar a la empinada montaña de la Sombra donde moran criaturas malparidas y participó en un juicio en el que el juez era otro reflejo de Matacuervo. Sin embargo, algo ocurrió después que cambió su historia y acabó tirado en la Ciudad de los Espejos.
Pero los huesos viejos tienen memoria y el contacto con el agua del mar del Anticosmos lo hizo alzarse de nuevo como esqueleto. Luego, salió como pudo de la ciudad atravesando una ventana y buceó dando brazadas hasta alcanzar la superficie en la que apenas flotaba.
El cielo era oscuro y estrellado. Fuera seguía habiendo un universo entero aunque no se supiese muy bien cual.
Azrael siguió nadando durante semanas sin ver indicios de vida hasta que alcanzó una pequeña isla rocosa con una torre antigua que en algún momento de la historia había sido un faro. Era una especie de metáfora para los acontecimientos que habían ido ocurriendo, la historia iba a la deriva tal y como lo había hecho La Ciudad de los Espejos.
Azrael atravesó la playa, una zona repleta de rocas resbaladizas y extraños seres que cargaban con conchas parecidos a ermitaños. Después, encontró un camino e inició el sendero hasta llegar a la entrada del torreón.
Llamó a la puerta aporreándola con las falanges desnudas pero nadie le abrió y allí esperó durante segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, décadas, siglos, milenios y varias existencias terrenales, vio alejarse los mares y finalmente los vio volver. Y ya cansado de esperar y cuando estaba decidido a marcharse de ese horrible lugar fue cuando la puerta del torreón se abrió chirriando por los goznes. Alguien con una voz que no podía interpretarse en la primera escucha le dijo que pasara.
Azrael obedeció y se adentró en la torre. En su interior vio un salón acogedor con la chimenea encendida y una pila de troncos de madera de olivo a su lado.
La cocina estaba repleta de enseres y los platos se apilaban en montañas de suciedad donde las feroces ratas campaban a sus anchas. Las ratas no tenían rostro.
En el centro de la habitación había un enorme sofá desgastado en el que podía observarse a un hombre sentado que apenas ya comenzó a hablar Azrael iba notando como su cuerpo hecho de esqueleto se volvía corpóreo hasta llegar a estar hecho completamente de carne, y el viejo que tampoco tenía rostro le dijo.
-Yo soy la sabiduría, Azrael. ¿Verdad que no has podido encontrarme fácilmente? Pero has sabido esperar y me has visto como recompensa. Toma esta ropa y vístete que lo manda la situación.
Ahora debes encontrar a Jack Black Bahuer y debes darle lo que hay en el interior de esta caja, tú ya sabes qué no debes hacer con ella antes de entregársela.
Si la leyenda es cierta Azrael, serás el sabio eternamente y serás el que morarás en mi lugar.-
Entonces un ave pequeña llegó volando y se posó con cuidado en el hombro del anciano. No hace falta decir qué clase de pájaro era.
-¿Qué haces aquí anciano?-le preguntó intrigado Azrael.
-Soy lo que buscan los que me buscan, pero esta es la primera vez que yo voy a entregar algo que no me ha sido pedido. Las circunstancias han cambiado y la Ciudad de los Espejos ha desaparecido. Ha ocurrido el fin de toda la existencia anterior. Ni siquiera existimos cuando hablamos y aún quiero que me hagas un último favor.-dijo el sabio sin cara.
-Dime. Haré lo que sea.-le contestó Azrael, mientras se vestía con una armadura tachonada y liviana como el éter.
-Quiero que enciendas el faro y puebles estas tierras baldías de esperanza. Quiero que construyas una barca resistente, marches a Sanctórum y le des esta caja negra a Jack Black Bahuer de mi parte. También quiero que te marches ya, sin demora, pues ella está cerca y cuando llegue no sé lo que ocurrirá.-
-No creo que sea algo bueno.-le contestó Azrael con desánimo.
-Antes de irte te diré una última cosa. Tu misión es la más importante de todas las que ahora mismo ocurren. De la entrega de esa caja dependerá el destino de todos. El Testamento del Cuervo atraviesa el ecuador y a partir de aquí todo se acelerará y entonces sabrás el porqué de muchas cosas que ahora mismo no logras entender. -concluyó el hombre sin rostro.
Azrael se marchó del faro, construyó una balsa con madera de olivo y se fue en busca de Jack Black Bahuer. Azrael nunca abriría la caja por honor. Fue un gran guerrero en su anterior vida.
En la caja había escrito un mandato en una nota que narraba lo siguiente:
“Cuando Ángela venga a visitarme tras tu partida yo le diré que tú estuviste aquí y todo lo que te dije que hicieras. Le diré adonde has ido para que te siga. Después tú le arrebatarás La Lanza del Destino a Jack y se la entregarás a Ángela para que lo mate. Debe ser en ese orden.
Después, Teresa oirá golpes en la puerta de su dormitorio mientras escribe y verá que por mucho que intente detenernos acabaremos la historia como nosotros queremos.
Luego, entraremos dentro de la habitación y ella morirá.”
Teresa recibió el mensaje pero por mucho que trataba de escribir, Azrael seguía su camino navegando y la caja viajaba hacia su destino. Jack.
El viejo del faro que dijo que era la sabiduría en realidad era un farsante, era cruel y malvado. Lo era todo.
No hay ninguna definición para definir de otra forma el mal que en oposición al bien no tiene nada que ocultar, es sincero y lucha hasta el final.
Las piezas se habían movido pero la partida seguía en tablas.
Teresa siguió escribiendo y tocaron en su puerta aunque más bien la aporrearon.
Ella hizo caso omiso y continuó con su labor. Lucharía hasta el final por acabar su historia, pero sabía que no saldría indemne.
El viejo ladino nada haría, prefiriendo que otros hiciesen el trabajo sucio por él. Como siempre, el que se sienta en el trono de este lado se vuelve confiado.
Pero todos se olvidaban de que Jack Black Bahuer también era escritor.
Entonces escribió que…y ese fue el final del Testamento del Cuervo.
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