Bienvenido a La Carretera Expedientada

Un espacio para leer historias, pasarlo en grande, compartir textos literarios y comentar con libertad.

un saludo, Félix Olivera

domingo, 27 de enero de 2013

Bienvenido a la Carretera más expedientada que puedas encontrar por la red...

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sábado, 19 de enero de 2013

Azrael el sabio



 Azrael el sabio por Félix Manuel Olivera González, Librilla 19/01/13



Azrael el sabio


La Dama de hielo estaba muy enfadada y todo empezaba a desmoronarse a su alrededor. Temblaba de rabia y las plumas negras de su traje oscilaban mecidas por el viento.
Poco a poco la inmensa urbe de espejos resquebrajados se alzaba por un costado y se sumergía por el otro lado en el mar del Anticosmos.
Los dos cuervos permanecían impasibles ante Ángela, como esperando su aprobación para actuar.
Entonces, ella pasó a la acción y los instó a que se marcharan cuanto antes de allí. Ángela se aferró al plumaje de uno de ellos y se marcharon volando por las ventanas al tiempo que la ciudad se sumergía entre las aguas provocando un temblor semejante al de un maremoto. 
La Ciudad de los Espejos acabó sumergida en tan sólo doce minutos. Y el agua tocó los huesos de las miles de víctimas que habían asesinado los cuervos por mandato de La Dama.
Aunque solamente despertó uno de los muertos, y su nombre era Azrael el sabio. Un guerrero de leyenda, el cual fue engañado en vida y juzgado en muerte. Vagó como esqueleto bajo un afluente del río Grande hasta llegar a la empinada montaña de la Sombra donde moran criaturas malparidas y participó en un juicio en el que el juez era otro reflejo de Matacuervo. Sin embargo, algo ocurrió después que cambió su historia y acabó tirado en la Ciudad de los Espejos.
Pero los huesos viejos tienen memoria y el contacto con el agua del mar del Anticosmos lo hizo alzarse de nuevo como esqueleto. Luego, salió como pudo de la ciudad atravesando una ventana y buceó dando brazadas hasta alcanzar la superficie en la que apenas flotaba.
El cielo era oscuro y estrellado. Fuera seguía habiendo un universo entero aunque no se supiese muy bien cual.
Azrael siguió nadando durante semanas sin ver indicios de vida hasta que alcanzó una pequeña isla rocosa con una torre antigua que en algún momento de la historia había sido un faro. Era una especie de metáfora para los acontecimientos que habían ido ocurriendo, la historia iba a la deriva tal y como lo había hecho La Ciudad de los Espejos.
Azrael atravesó la playa, una zona repleta de rocas resbaladizas y extraños seres que cargaban con conchas parecidos a ermitaños. Después, encontró un camino e inició el sendero hasta llegar a la entrada del torreón.
Llamó a la puerta aporreándola con las falanges desnudas pero nadie le abrió y allí esperó durante segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, décadas, siglos, milenios y varias existencias terrenales, vio alejarse los mares y finalmente los vio volver. Y ya cansado de esperar y cuando estaba decidido a marcharse de ese horrible lugar fue cuando la puerta del torreón se abrió chirriando por los goznes. Alguien con una voz que no podía interpretarse en la primera escucha le dijo que pasara.
Azrael obedeció y se adentró en la torre. En su interior vio un salón acogedor con la chimenea encendida y una pila de troncos de madera de olivo a su lado.
La cocina estaba repleta de enseres y los platos se apilaban en montañas de suciedad donde las feroces ratas campaban a sus anchas. Las ratas no tenían rostro.
En el centro de la habitación había un enorme sofá desgastado en el que podía observarse a un hombre sentado que apenas ya comenzó a hablar Azrael iba notando como su cuerpo hecho de esqueleto se volvía corpóreo hasta llegar a estar hecho completamente de carne, y el viejo que tampoco tenía rostro le dijo.
-Yo soy la sabiduría, Azrael. ¿Verdad que no has podido encontrarme fácilmente? Pero has sabido esperar y me has visto como recompensa. Toma esta ropa y vístete que lo manda la situación.
Ahora debes encontrar a Jack Black Bahuer y debes darle lo que hay en el interior de esta caja, tú ya sabes qué no debes hacer con ella antes de entregársela.
Si la leyenda es cierta Azrael, serás el sabio eternamente y serás el que morarás en mi lugar.-
Entonces un ave pequeña llegó volando y se posó con cuidado en el hombro del anciano. No hace falta decir qué clase de pájaro era.
-¿Qué haces aquí anciano?-le preguntó intrigado Azrael.
-Soy lo que buscan los que me buscan, pero esta es la primera vez que yo voy a entregar algo que no me ha sido pedido. Las circunstancias han cambiado y la Ciudad de los Espejos ha desaparecido. Ha ocurrido el fin de toda la existencia anterior. Ni siquiera existimos cuando hablamos y aún quiero que me hagas un último favor.-dijo el sabio sin cara.
-Dime. Haré lo que sea.-le contestó Azrael, mientras se vestía con una armadura tachonada y liviana como el éter.
-Quiero que enciendas el faro y puebles estas tierras baldías de esperanza. Quiero que construyas una barca resistente, marches a Sanctórum y le des esta caja negra a Jack Black Bahuer de mi parte. También quiero que te marches ya, sin demora, pues ella está cerca y cuando llegue no sé lo que ocurrirá.-
-No creo que sea algo bueno.-le contestó Azrael con desánimo.
-Antes de irte te diré una última cosa. Tu misión es la más importante de todas las que ahora mismo ocurren. De la entrega de esa caja dependerá el destino de todos. El Testamento del Cuervo atraviesa el ecuador y a partir de aquí todo se acelerará y entonces sabrás el porqué de muchas cosas que ahora mismo no logras entender. -concluyó el hombre sin rostro.
Azrael se marchó del faro, construyó una balsa con madera de olivo y se fue en busca de Jack Black Bahuer. Azrael nunca abriría la caja por honor. Fue un gran guerrero en su anterior vida. 
En la caja había escrito un mandato en una nota que narraba lo siguiente:
“Cuando Ángela venga a visitarme tras tu partida yo le diré que tú estuviste aquí y todo lo que te dije que hicieras. Le diré adonde has ido para que te siga. Después tú le arrebatarás La Lanza del Destino a Jack y se la entregarás a Ángela para que lo mate. Debe ser en ese orden.
Después, Teresa oirá golpes en la puerta de su dormitorio mientras escribe y verá que por mucho que intente detenernos acabaremos la historia como nosotros queremos.
Luego, entraremos dentro de la habitación y ella morirá.”
Teresa recibió el mensaje pero por mucho que trataba de escribir, Azrael seguía su camino navegando y la caja viajaba hacia su destino. Jack.
El viejo del faro que dijo que era la sabiduría en realidad era un farsante, era cruel y malvado. Lo era todo.
No hay ninguna definición para definir de otra forma el mal que en oposición al bien no tiene nada que ocultar, es sincero y lucha hasta el final.
Las piezas se habían movido pero la partida seguía en tablas.
Teresa siguió escribiendo y tocaron en su puerta aunque más bien la aporrearon.
Ella hizo caso omiso y continuó con su labor. Lucharía hasta el final por acabar su historia, pero sabía que no saldría indemne.
El viejo ladino nada haría, prefiriendo que otros hiciesen el trabajo sucio por él. Como siempre, el que se sienta en el trono de este lado se vuelve confiado.  
Pero todos se olvidaban de que Jack Black Bahuer también era escritor.

Entonces escribió que…y ese fue el final del Testamento del Cuervo.

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martes, 8 de enero de 2013

La ciudad de los espejos

 La Ciudad de los Espejos

A ti estimado lector, te aviso. Todo se acelera, y vienen curvas.

Pathu Werk, Emma Falls y Jack Black Bahuer atravesaron la tormenta de rayos y llegaron a una especie de puerta rectangular que parecía de cristal transparente, y Matacuervo los seguía muy de cerca. Ante ellos se abrió una sala amplia que se extendía hasta el infinito repleta de espejos de toda clase y ventanas abiertas a un azul celeste sacado de un dibujo de acuarela.
Pese a la infinitud de aquella inusual sala había en su epicentro un enorme trono ornamentado con gárgolas y criaturas mitológicas diminutas, y hecho de obsidiana oscura con franjas blancas.
Sentada en el trono había una joven muchacha que vestía un traje confeccionado con plumas de cuervo y portaba en el cabello castaño una diadema de rubíes medio rota, y a su lado había un hombre cuervo empapado de sangre humana.
A los pies de ambos se extendían miles de esqueletos y cadáveres humanos, entre ellos estaban los huesos del famoso guerrero de las leyendas Azrael el sabio. Pero lo que más les sorprendió fue el hecho de que en realidad no eran uno sino dos hombres cuervos, y que la muchacha del trono era su amiga del taller de lectura, la cual, había fallecido el día anterior.
Entonces, Ángela habló:
-¡Sed bienvenidos a la Ciudad de los Espejos! ¡Veo que al fin habéis llegado, y que además traéis con vosotros buena compañía!-se presentó como si de una reina se tratase, y llevaba rubíes en su mano izquierda.
-¿Por qué hay dos Matacuervos?-se preguntó en voz alta Pathu Werk con asombro.
-Esta es la Ciudad de los Espejos joven Pathu. Todo lo que ocurre aquí no es más que el reflejo del reflejo de un reflejo. Mejor pregunta sería aún si hubieses formulado; ¿Quién refleja a quién en realidad?-señaló Ángela.
-¡Esto es una locura!-exclamó Emma Falls. -¿De qué sirvieron los tatuajes y los sueños con Matacuervo? ¡ESTO ES UNA PUTA FARSA!-gimió.
-¿Qué esperabas después de haber llegado tan lejos jovencita?-le interrogó la Dama de Hielo con cierta ironía.
-¡Pero tu moriste en la cabaña!-le gritó Emma.
-¡No lo voy a volver a repetir todo, y mucho menos voy a consentir esa actitud! ¡Matacuervo! ¡Mátala!-exclamó furiosa desparramando los rubíes por el suelo blanco inmaculado.
Y uno de los dos simétricos e idénticos cuervos la mató de un feroz picotazo en el cráneo. La sangre fluyó a borbotones de su cabeza en la sala del Trono de Hielo, y Emma Falls cayó sobre la pila de cuerpos.
Pathu intentó huir pero a otro veloz y certero aviso de Ángela el otro Matacuervo lo degolló con sus afiladas garras. Al final, Pathu Werk se sujetó la garganta con las manos y balbuceó el nombre de su padre el piloto mientras moría ahogándose en su propia sangre.
-¡¡¡TOMMMMM!!!-
-Muy bien, dos menos.-dijo Ángela con satisfacción.
De modo que Jack Black Bahuer se vio rodeado y sin escapatoria.
-¿Sabes por qué estás aquí, muchacho?-le preguntó Ángela en tono irónico y malévolo.
-Para morir también.-le contestó asustado. -Como ellos y como Mike.-
-Estamos acabando con todos los reflejos de la Ciudad de los Espejos. Y cuando digo todos me refiero a todos los escritores que han ido confeccionando la historia desde el principio de los tiempos. Solo quedan unos pocos, Jack. Otro Matacuervo está a punto de caer sobre ellos frente al mar del Anticosmos. Tengo muchos mensajeros. Todos los que quiera porque éste es el Testamento del cuervo y los dogmas de esta fantasía se originan aquí mismo. Desde este trono yo decido lo que va a ocurrir a continuación y si decido que todos mueran ahora mismo es eso lo que va a suceder, no lo dudes.-narró Ángela con frialdad.
-Y aquí es donde aparezco yo. ¿Me equivoco?-le interrogó Jack.
-Exactamente.-le contestó Ángela.
Cuando Teresa, Luco, Woodworld y Mike hayan muerto tú serás el último Nigromante del Anticosmos, sin embargo, eres inmortal para mí hasta que ellos hayan muerto primero.-concluyó Ángela con una sonrisa desafiante.
-¿Y si te equivocas, Dama de hielo?-dijo Jack. -¿Y si se te escapa algún habitante del reflejo en esta endiablada ciudad?-la amenazó.
-Eso es imposible, yo soy el verdadero origen de esta historia, yo soy el Anticosmos, y sin un nigromante, Matacuervo, sus reflejos y yo reinaremos aquí solos por toda la eternidad.-concluyó, y de pronto alertó a los cuervos y estos lo lanzaron a través de uno de los espejos de la sala y apareció en las ruinas de Sanctórum.
En seguida, se alzó del suelo y contempló como el cuervo caía sobre Teresa, el anciano Mike, Luco y Woodworld, y uno a uno los despedazaba con sus garras hasta callarlos para siempre en ese plano de la existencia. Luego, el cuervo se giró hacia las ruinas y divisó a Jack Black Bahuer indefenso.
Mientras, Ángela sentada en el Trono de Hielo sonreía. Todo estaba a punto de finalizar. Ahora, Jack Black Bahuer era el último Nigromante del Anticosmos.
En ese momento, Teresa dejó caer la estilográfica y un miedo infernal la invadió.
El cuervo repelente volvió a repiquetear en su ventana con tenacidad. Habían transcurrido doce horas desde que empezara a escribir y a ella le había parecido un suspiro. El cuervo clavó sus ojos con malicia en los de ella y voló en dirección a la Ciudad de los Espejos para decirle a su ama, Ángela, que estaba equivocada. Al parecer, Jack Black Bahuer no era el último.                  
Pero había llegado el momento esperado, y Teresa sacó a relucir la espada de Roxwell que había guardado todo este tiempo oculta en su habitación.
Cuando su amigo Roxwell cumplió los doce años, se encontró una espada enterrada en el cementerio de  Lie Town. La llevó a su casa a escondidas, la afilaron y consiguieron descifrar unas letras que narraban en latín; la espada del rey doblegará las mentes débiles. Sin embargo, la historia no termino ahí…
Con la llamada de la espada capaz de doblegar las mentes débiles el cuervo volvió junto a Teresa y esta lo decapitó en su ventana de una estocada. La cabeza rodó en el aire unos metros y aterrizó en el césped.
Luego, Teresa continuó escribiendo y Jack Black Bahuer recibió la Lanza del Destino. El muchacho esperó  la llegada de Matacuervo y cuando estuvo a punto de atraparle mostró la lanza que permanecía oculta tras él y le atravesó el pecho. Finalmente, el cielo se oscureció y se cubrió de relámpagos.
En ese instante, Ángela dejó de sonreír y quebró con su rabia todos los espejos de La Ciudad. La metrópoli entera comenzó a temblar y se sacudieron todos los planos de la existencia conocida.

-¡¡¡HA SIDO GUNGNIR!!!-vociferó La Dama de Hielo.


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miércoles, 2 de enero de 2013

El duende de los calcetines sucios

El duende de los calcetines sucios

por: Félix Manuel Olivera González, Librilla, 02/01/2.013


Prólogo


Hubo una vez un pequeño y viejo bosque perdido que albergaba algunas leyendas dignas de relatarse, que de otra manera, permanecerían por siempre olvidadas.
En ese bosque inmemorial vivía un duendecillo de cien años vestido con un traje verde, una capucha de color amarillo y una camisa también verde que se abrochaba con un botón enorme de madera de sauce. En vez de pantalones llevaba un calcetín sucio con dos agujeros para las piernas peludas.
Su vieja morada era el hueco de un olmo anciano en el que a lo largo de los años había ido acumulando toda clase de calcetines malolientes.
Pom, que era como se llamaba el enanito, robaba los calcetines con nocturnidad y alevosía, y viajaba a lomos de un enorme caracol serrano hasta llegar al pueblo humano.
Una vez allí, mientras que los humanos dormían Pom cometía sus fechorías.
Después, Pom se marchaba a la taberna, saltaba al barril de la cerveza, se daba unos buenos largos y acababa borracho a los pies del barril con las mejillas y la enorme narizota roja como una manzana.
Luego, tambaleándose cogía el saco de los calcetines y se encaminaba al caracol. Solo que ese día el caracol se había marchado a otro lugar. Pom estaba muy enfadado pero si hubiese sabido la verdad no lo hubiese hecho, pues su pobre bestia de carga daba vueltas y más vueltas en un caldero con agua y tomillo que poco a poco comenzaba a hervir.
Sin poder volver a su casa, completamente borracho y sin un caracol al que recurrir para volver a la comodidad de su olmo seco y atestado de calcetines, Pom emprendió la primera de sus grandes aventuras por las que siempre sería recordado. El enano de los calcetines guardaba un oscuro y siniestro secreto.
Un malvado y sanguinario hechicero lo perseguía por ello.

Continuará...

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