Hola, aquí están los relatos que he ido escribiendo a lo largo de mi vida y he seleccionado algunos que espero les gusten, os mando un cordial saludo. Félix Olivera Librilla 2.012-2.018 Todo parecido con cualquier otra obra es mera coincidencia, mis historias están llenas de referencias a otras obras con derechos de autor. Reitero que no se basan en ninguna de ellas y no van más allá de la cita.
Bienvenido a La Carretera Expedientada
Un espacio para leer historias, pasarlo en grande, compartir textos literarios y comentar con libertad.
un saludo, Félix Olivera
sábado, 20 de enero de 2024
Nómade de mi querido amigo de Clan Dlan Bragosul, que en paz descanse. Gracias por darnos historias como estas antes de partir al país del que nunca vuelve nadie jamás. Gracias querido amigo estés donde estés. Aquí estoy para compartir una de tus muchas historias. Gracias por tu apoyo Bragol. Con cariño Félix ;)
Posteado 31 May 2009
Nómade, por Bragolsul.
Otra vez 11 de abril, igual que ayer, igual que cada día de los últimos 7 meses. O mejor dicho, que cada noche. El sol se ha puesto otra vez y no ha vuelto a salir. No le permitimos hacerlo, no queremos que amanezca.
Los ambientalistas habían intentado convencernos con su activismo. Los científicos nos habían dado las razones. La advertencia estaba hecha: los gases de la atmósfera no resistirían tanta desidia, tanta imprudencia, tarde o temprano colapsarían ante todo ese desprecio. Jamás pensamos que fuera tan cierto, ni tan pronto, ni tan instantáneo.
En 3 horas los gases que filtraban la luz solar pasaron de ser una delgada capa que protegía todo el planeta a convertirse en unos pocos cúmulos dispersos incapaces de detener rayo alguno. El sol golpeó la superficie con toda su fuerza, secando, incendiando, fundiéndolo todo a su paso. No había oportunidad para la vida allí donde alumbrara.
Hace 7 meses que caminamos, siempre en línea recta, siempre al oeste. El lento movimiento de rotación del planeta nos permite huir, escapar del día y de su luz de muerte. Aún así la marcha es dura, y aunque permite descansar, muchos no lo resisten.
Éramos cerca de 1000 personas cuando partimos, y mucha más gente se sumó en el camino, pero ahora quedamos menos de la mitad. Han pasado ya los tiempos en que llorábamos a los que se quedaban, en los que nos empeñábamos en cargar a los que se daban por vencidos, a los que no podían seguir el ritmo. Hace tiempo que aceptamos esas actitudes como infantiles, hace tiempo que cada uno de nosotros, en forma silenciosa e individual, nos hemos dado cuenta de que esta es una lucha personal, que el grupo puede ayudarnos hasta cierto punto, pero que seguimos dependiendo de nosotros. También, con resignación, hemos aceptado no perjudicar al grupo, y nos hemos hecho a la idea de que, en el momento nos sepamos vencidos, nos haremos a un lado.
Los meses han querido que un líder emergiera de entre todos los marchantes, un líder tácito, al que nadie reconoce abiertamente, pero al que todos respetan y siguen. Su nombre no está muy lejos de Javier o Daniel, aunque todos lo conocen como "el Rengo" un apodo que se sustenta en la cojera con la que carga.
Desde el primer día encabeza la marcha, como si en conocimiento de su desventaja supiera que no puede darle ni un metro de ventaja al amanecer y su nefasto lastre. Podría sacarle kilómetros de ventaja al grupo, pero aún así decide quedarse. Más de una vez ha tenido que detenerse por otros, más aptos físicamente, pero más débiles de espíritu.
Fue el Rengo quién junto con un pequeño grupo de conocedores trazó la primera ruta a seguir, fue él quien enteraba de lo que ocurría a muchos de los que se unieron al grupo en el camino y fue uno de los que volvieron una y otra vez a la retaguardia a intentar animar a los que se retrasaban. Ahora, mientras habla con un pequeño grupo, señala una formación rocosa a unos kilómetros y unas sombras en el horizonte. Reconozco la formación, es el Paso del Cordero. Y reconozco las sombras, son personas.
Hace 5 meses nos encontrábamos en este mismo punto, éramos más, muchos más, y a todos se nos presentaron dos sentimientos enfrentados. Por un lado, el alivio de confirmar que no éramos los únicos, que había más personas, y que los grupos eran muchos. Por el otro, la angustia de saber que todos debíamos atravesar el Paso del Cordero, y que era posible que no lo lográramos.
El Paso del Cordero es una estrecha fisura abierta en medio de la Grieta de Madison, un desfasaje entre placas tectónicas que se presenta, viniendo desde el este, como un paredón de roca rojiza que atraviesa el continente de lado a lado. El Paso no era la única forma de atravesar la Grieta, pero si la única posible antes de que el día nos alcanzara.
En ese entonces hacía apenas dos meses que viajábamos, todavía no nos habíamos acostumbrado a la desolación que nos rodeaba, al suelo hecho cenizas, al paisaje eternamente volcánico. Tampoco nos habíamos acostumbrado a perder gente, a no hacerle caso a los relojes, a hacernos a la idea de que mientras que de este lado la noche era fría, del otro lado el planeta estaba ardiendo.
Aquella vez atravesar el paso fue difícil, no sólo nosotros éramos más, el resto de los grupos también eran más grandes, y el Paso era un cuello de botella, un freno en una marcha que no podía darse el lujo de tener muchos.
Aún así no hubo disturbios ni peleas, ni desbocadas carreras por ganar el Paso. Todos avanzaban lentamente, sin cruzar miradas, la vista clavada en el suelo o en el horizonte, atravesándolo todo, mirando sin mirar, los pies separándose apenas del suelo para hacer el siguiente esfuerzo, lograr el siguiente paso, la boca cerrada, los labios secos y pegados. No se oyó una palabra en todo lo que duró la travesía.
Hoy estamos de nuevo frente al Paso, muchas cosas han cambiado, los 5 meses de diferencia nos han hecho más fuertes y más conscientes de nuestra condición, nos han definido como grupo y como individuo. Estamos más preparados, esta vez no habrá silencio en el Paso.
Las sombras a lo lejos son cada vez más nítidas, algunos grupos son muy pequeños, de 3 o 4 personas, otros nos superan claramente en número. Cada uno ha trazado su estrategia, cada uno ha visto su propia manera de enfrentar esta situación, y el cruce por el Paso es la oportunidad de intercambiar experiencias, de evaluar cuáles han sido las buenas y malas decisiones que se han tomado y de intentar determinar cómo seguir, cómo hacer frente a este exilio eterno, a este huir sin cese que sólo conoce un final.
Porque en toda esta travesía una idea nos colma la mente invadiendo todo otro pensamiento, una sola certeza se nos presenta en cada razonar como inequívoca e inevitable. Todos sabemos que el fin nos espera cuando el amanecer se muestre y los primeros rayos de sol asomen en el horizonte, y le llegue entonces, a cada uno a su tiempo, su 12 de abril.
Texto de mi gran amigo del cielo de los Ñandúes. Un abrazo extrasensorial para ti estés donde estés. Gracias
FIN
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