El Reloj de Arena Olvidado
El orgulloso Faraón despertó esa mañana algo turbado pues sus sueños de la noche donde brillaba el Espejo del Tiempo junto a las Estrellas fueron intranquilos, ya que había presenciado el descenso sobre su palacio del dios Anubis, y este le había dicho algo que él apenas podía recordar en la mañana pero que sentía con gravedad en sus entrañas.
En esos momentos, el Faraón estaba junto a la mesa de su dormitorio y contemplaba el Reloj de Arena que le regaló su padre cuando era niño.
El Faraón estaba absorto en la lenta caída de la arena hacia el cristal de la base del reloj y recordó las crueles palabras de Anubis como un eco en el desierto.
-Dijo Anubis- Humano. Sólo eres un insignificante mortal pero cuando te lleve conmigo a la tierra de los muertos donde no alcanza la luz de Ra dejarás de ser el Faraón y tan solo quedará de ti lo que los gusanos, buitres, cuervos, mirlos y hienas no puedan llevarse consigo. Entonces, tu mayor obra habrán sido tus doscientos huesos roídos.
Así que olvida al pueblo esclavo y deja que el hebreo se marche hacia la Tierra Prometida.-sentenció Anubis.
De pronto, el Faraón regresó de su inopia, apartó su triste mirada del Reloj de Arena y se sintió como una insignificante piedrecilla situada en el centro de un Universo Infinito.
**El reloj**.
Y tras este pensamiento profundo el Faraón decidió dejar una buena obra antes de su muerte dejando partir al hebreo y a su pueblo.
Y es por esa razón que miles de años después su obra sigue siendo recordada en uno de los libros de cuentos mas universales y conocidos de la historia y que logró salvarse de la quema de la Biblioteca de Alejandría.