El
Castillo Infinito
Antes de que acabe el año
Capítulo 4
por Félix Manuel Olivera González, 30/12/2013
-¡Canta conmigo!-dijo Marcos rompiendo el silencio de la fría estepa que los rodeaba.
-¿¡Cómo?!-le replicó el Rey Desterrado con incredulidad.
-¡¡¡Estos- hijos- de su madre -no se -saldrán con -la suyaaaa!!!-le cantó Marcos con felicidad, al tiempo que ejecutaba con sus piernas un baile ridículo.
-¡¿Qué!?-
-¡Juntos-otra vez-como al principio! ¡Vuelvo- a ser- joven! ¡Rescatemos- a la -dama en apuros!-concluyó Marcos poniendo fin a su baile improvisado.
-¿Me buscabais por casualidad?-les preguntó Era con mofa apareciendo prácticamente de la nada. La muchacha era preciosa y estaba para algo más que para pasar un rato divertido.
-¡Menuda operación de rescate!-exclamó Marcos sorprendido por la repentina aparición de la mujer.
-Sé defenderme sola. Venga, no me demoraré más por aquí, así que os enseñaré mis fabulosos poderes de tele transportación de bruja titulada en la más alta escuela de hechicería de lo que fuera Ciudad Fronteriza.-
Entonces, la bella Era se iluminó por completo y los destellos que desprendía su esbelta figura cegaron a Marcos y al Rey Desterrado.
Y cuando recuperaron la visión se encontraban frente al Castillo Infinito.
Trescientas excavadoras, cuarenta grúas de demolición y cientos de esclavos con mazas y cinceles estaban derribando el Castillo sin descanso.
-¡Tenemos que detenerlos antes de que llegue el próximo año!-gritó el Rey Desterrado a sus aliados con preocupación.
-¡Tengo una idea!-exclamó Marcos con sorpresa. -Les pondré la música del Mp3 de mi mundo.-
Y entonces, sonó a todo volumen una música guitarrera y simplona que los volvió locos fans de los beatles y los entretuvo por un tiempo como haría el famoso flautista de Hamelín con las ratas, hasta que aparecieron los Hechiceros Oscuros con ganas de aguarles la fiesta.
-¡¡¡Dejad de poner esa música infernal, desgraciados!!!-gritaron decenas de Hechiceros Oscuros a coro.
-¡¡¡¡Nunca!!!!-se desgañitó Marcos. Desafiante y altivo.
De pronto, hubo un terremoto y el Castillo Infinito comenzó a oscilar y a desmoronarse encima de la maquinaria y de los esclavos.
Procedente de las entrañas de la Tierra surgió un Guerrero Paladín de armadura carmesí a lomos de un fantástico Dragón rojo.
-¡¡¡Entrad al Castillo!!!-le instó a Era, a Marcos y al Rey Desterrado. Entonces, Sombra de Ébano montando al grupo en su lomo atravesó los derruidos muros periféricos de la atalaya, saltó y esquivó numerosos obstáculos, y cruzó con presteza las puertas del Castillo Infinito hasta lograr adentrarse en su interior.
La Tierra seguía temblando cuando el Castillo Infinito se alzó hacia el cielo resquebrajándose por los cimientos y a una altura de unos doscientos metros estalló en miles de fragmentos de roca y fuego.
Al final, El Guerrero del Dragón sonrió satisfecho y
se perdió en las entrañas de la Tierra. Al contrario que los Hechiceros Oscuros,
que aún no se explicaban que lo que había ocurrido se trataba de una ilusión de la bruja Era.