Bienvenido a La Carretera Expedientada

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un saludo, Félix Olivera

miércoles, 6 de marzo de 2013

VOLVERÁS AL LIBRO; FINAL


VOLVERÁS AL LIBRO


 
El soldado y el libro


-¡Vamos chaval! ¡Dispara!-exclamó un soldado, que apuntaba con un rifle a un joven de aspecto ario, aunque también judío, de no más de doce años. -¡No vaciles!-
La pistola del muchacho oscilaba con los temblores de su mano, y las gotas de sudor descendían por su frente sin cesar. Después de todo, el niño se veía incapaz de acabar con la vida de su madre.
-¿Has leído la Biblia alguna vez?-le consultó el soldado con el semblante solemne.
-Lo que dios consideraba un verdadero acto de fe, era cuando forzaba a sus seguidores a traicionarse a sí mismos, y en tu situación, lo sería sacrificar a tu madre. Te lo pondré claro con un ejemplo; digamos que tú eres Abraham, el predecesor del rey de los judíos, y tu madre, su único hijo, engendrado por la gracia de dios, que soy yo, porque tengo el rifle apuntando a tu cabeza.-
Mientras tanto, el muchacho no paraba de temblar y había cerrado los ojos tratando de evadirse. Su madre estaba  amordazada e inmóvil. Se la oía sollozar con desesperación.
-Imagina que dios te pide que la mates como un acto de fe; ¿la matarías?
No hace falta contestar a eso, ¿verdad?  Está claro. Pero, y si te dijera que dentro de muy poco tú serás un verdugo al no matar a tu madre, entonces; ¿dispararías?-
-Soldado, ¿y no has pensado que antes que matar a mi madre escogería morir yo?-formuló el joven, que había comenzado a alcanzar un poco de serenidad en su mente.
-No, no era eso lo que te estaba preguntando, de cualquier modo, ya se acercan las doce y el momento de tu ejecución. Tienes quince segundos para contestar, y de lo que digas dependerá tu futuro.-
-Anoche, mientras transcurría la invasión en el gueto tuve un sueño, soñé con un mundo en el que los humanos se respetaban  sin ninguna concesión, soñé que la guerra había sido una mala pesadilla y justo al final deseé que no fueran los inocentes los que más sufrieran. Pero estaba equivocado, soldado, y ahora viene lo más interesante y lo que responderá a tu pregunta. La única forma de vencer en esta vida es haciendo el mal a los demás, y mi respuesta es sí. Dispararé.-declaró el muchacho, cuando alzó la mano en la dirección del rostro de su madre y le metió una bala entre ceja y ceja. El sonido de la deflagración fue ensordecedor, y finalmente la sangre fluyó.
-Bien hecho.-aseguró el soldado. -No te mataré y como recompensa te revelaré un secreto.-le anunció el soldado. -Se trata del libro que ves entre mis manos, sólo que está en blanco. Vamos, escribe algo, lo que sea, aquí tienes una hermosa pluma de faisán.-
-Cómo empezar…-dijo el niño, aún temblaba por la excitación del momento. -Bien, al otro lado de este mundo existe un lugar de ensueño, se vislumbran maravillosas tierras rebosantes de maná y magos poderosos bendecidos por Kiel Aklator.-escribió Danke, y luego narró en voz alta.
-Continúa con el relato, no te detengas.-le dijo el soldado al narrador.
-Pero, ¿qué son los magos malignos sino nigromantes?-
-Por supuesto.- contestó el soldado afirmando con la cabeza, al tiempo que contemplaba el rostro desangrado de la madre con una amplia sonrisa.
-…y allí, todos buscarán con ansia un lugar del cosmos, el que contenga todas las respuestas a los enigmas de sus vidas y del Universo.-
-Continúa…-dijo el soldado.
-Pero, ¿qué es el lado opuesto del cosmos sino el…?-
-Anticosmos.-le respondió el soldado satisfecho.
-Sí, es lo que yo había pensado.-dijo el muchacho, y luego sonrió brevemente.
-Ya puedes soltar la pluma.-
-¿Por qué he de hacerlo? Me gusta la sensación de ser el creador de esta historia.-
-Porque ahora ese lugar ya existe fuera del papel.-anunció el soldado. -Y con respecto al libro y la pluma de faisán puedes quedártelos y continuar escribiendo.-
-No puedo darte las gracias por lo que me has obligado hacer, pero sé que mi vida acaba de cambiar y cobrar sentido. Hoy me marcharé de aquí y algún día llegaré a ese lugar.-
-Yo también dije lo mismo que tú hace mucho tiempo. Te deseo suerte con la búsqueda; pero al final tendrás que volver de allí...-murmuró esto último para sí mismo.
-Una última cosa, soldado sin escrúpulos. ¿Quién eres en realidad?-
-Si te lo dijera, no me creerías. Los otros tampoco lo hicieron.-contó el soldado con cierta amargura.
-Te creeré, vamos dímelo. ¡Lo juro!-le insistió el niño.
-Yo, no soy el sargento Hartman, sólo un soldado más, un verdugo, qué más da, tu madre ya está muerta y la guerra acaba de comenzar.-
De pronto, una oscuridad lo envolvió en las sombras de una calle interminable, despareció y abandonó al joven Danke a su suerte hasta que llegara el momento en que el círculo se completase para cumplir el destino de una historia inmortal.

La habitación de Teresa

Teresa saltó hacia delante y agarró con fuerza la espada de Roxwell. De repente, sus ojos se tornaron furia y refulgieron en el argénteo metal cual volcanes desencadenados.
El tiempo se había detenido en su habitación y el cadáver ensangrentado de Jack Black Bahuer yacía inerte sobre el suelo sosteniendo aún la malograda estilográfica.
Azrael no se inmutó por la presencia altiva de Teresa, apretó con fuerza la Lanza del Destino e intentó darle una estocada en el corazón.
Pero Teresa le respondió con el revés de su espada y los metales chirriaron sonando de forma desagradable, y soltando chispas incandescentes. Luego, Teresa formuló con solemnidad estas palabras:
¡La espada del Rey Matacuervo doblegará las mentes débiles!
¡Mentes como la tuya!
Y Azrael el sabio se llevó las manos a la cabeza con urgencia.
En ese instante, su mente se estaba resquebrajando como un palacio de cristal ocupado por miles de tenores de ópera y la Lanza del Destino le ardía en la palma de la mano. Finalmente, Azrael tuvo que soltarla porque ésta comenzó a derretirse abrasando su piel y cociéndole las falanges que asomaban desnudas al aire.
Después, Azrael dio dos pasos hacia atrás mareado por el dolor de la mano, atravesó la puerta de la habitación de Teresa, tropezó y finalmente cayó rodando por el acantilado del Faro a las profundidades de los Mares de la Eternidad, donde le estaba esperando Deynonichus con las fauces abiertas. El reptil demostró ser con él vengativo hasta el final.
Una mancha de sangre circular ondeando sobre el ancho mar fue lo último que se contaría de este singular personaje.
Poco después, Teresa abandonó la habitación y atravesó la puerta que llevaba a aquel extraño e imperecedero mundo marino.
La barca que había construido Azrael aún permanecía a los pies de la Ciudad Laberinto, y no se había movido del sitio ni un ápice.
Teresa se subió en ella con la única compañía de la espada y se dejó arrastrar por las corrientes del mar del Anticosmos.
Posteriormente, Teresa navegó en soledad por espacios de tiempo inmemoriales en una noche eterna que parecía advertir un final que se aproximaba. Cercano.
Hasta que de pronto, apareció ante ella la luz del Faro de la Eternidad que la guió hasta aquel místico y apartado lugar.
Luego, Teresa bajó de la barca, cogió la espada, cruzó la playa perseguida por los Lincerillos hasta la orilla y avanzó por un sendero pedregoso hasta alcanzar la entrada del Faro de la Eternidad.
Cuando de pronto, la puerta se abrió ante ella y los Cuervos la invitaron a que pasara al interior con aire de reverencia, y allí la esperaba Danke ansioso.
El verdadero origen de esta historia; también conocido como el Guardián de la Eternidad y un famoso “Carpintero”, o como lo preferiría llamar yo; “Un Artista”.
-Te estaba esperando, Teresa, durante mucho tiempo he esperado este momento. Acércate muchacha.-le dijo Danke entusiasmado.
El hombre inmortal seguía sentado en el mismo sofá desgastado por el paso del tiempo y la casa estaba en las mismas condiciones en las que se la encontró Azrael, sólo que ahora todos sus habitantes detentaban un rostro. Recordemos las ratas que también pululaban por allí.
Y entonces Danke volvió a hablar...
-Este es el final del Testamento del Cuervo. Aquí termina el viaje que comenzó hará largo tiempo. ¿Qué traes contigo, Teresa? ¿Y dónde está Azrael el sabio?-le preguntó Danke intrigado.
-Lo abatí con la espada del Rey Matacuervo. Esta espada.-sentenció Teresa con la cara inexpresiva, y se la mostró haciendo un aspaviento con el brazo.
-¿Así que tienes una espada capaz de doblegar las mentes débiles?
Pues creo que ya va siendo hora de abandonar la retórica, Teresa. Creo que nuestros lectores esperan una resolución más oscura. ¿No?-

¡¡¡QUE DE COMIENZO EL TESTAMENTO DEL CUERVO!!!

…todo comenzó a desintegrarse y a desaparecer alrededor de Teresa, pero sus ojos contemplaron el color de una historia que ocupaba varias existencias terrenales y que mostraré simplificada por lo extenso de dicho relato.
Una gran piedra estelar impactó en la Tierra que siempre conoció el hombre en un momento indeterminado de la historia y trajo consigo a Ingvar, la primera forma de vida que creó Kiel Aklator, el dios supremo de todas las cosas que existen... y mucho más tarde, cuando Danke era tan solo un niño, recibió un libro de las manos de un soldado muy cruel que le obligó a asesinar a su madre. Lo más destacable es que este acontecimiento tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial.
Poco después, Danke se puso a escribir y creó una historia inmortal a los doce años que se titularía el Nigromante del Anticosmos, y este ser nunca sería alguien definido y nunca cubriría su vacante por mucho tiempo.
Después, Danke se convertiría en un afanado carpintero y crearía una rata robótica a la que nombraría Woodworld.
Pero al final, Danke se convirtió en el victimario de su historia y Mike lo mató antes de que pudiera hacerse con el cohete de la reserva Dunfront para alcanzar la Tierra Prometida, encontrar las ruinas de Sanctórum y convertirse en el Rey del Tiempo.
Sin embargo, la existencia de la Ciudad de los Espejos le permitió continuar en el Universo terreno, y tras morir, Danke se instaló en el Faro de la Eternidad a la espera de los reflejos de Matacuervo; que más tarde le devolverían el rostro en su presencia.
Tras contarle la historia de su vida a Teresa, Danke cogió una antigua y olvidada pluma de faisán, sacó un cuaderno de debajo del sofá y luego se lo mostró a Teresa con una sonrisa.
Después, introdujo la pluma en el tintero, la sacó con cuidado, comenzó a escribir y esto fue todo que había que contar sobre Danke por ahora.



VOLVERÁS AL LIBRO


La última hoja de la partitura permanecía en el soporte de un órgano, mientras que una lluvia torrencial atronaba sobre los tejados de la catedral.
La reciente Nigromante del Anticosmos había horadado los mares con su barca durante eones, tal y como le explicó la voz de Danke hasta alcanzar la playa de un mar rojo, que se movía a través de las faldas de un santuario inmemorial.
Creía haberlo encontrado y estaba a punto de tocar la última nota de un órgano descomunal, un sí estridente, un último aullido del averno que diera comienzo al fin.
Acababa de descubrir que el Anticosmos era algo intangible, y que éste se alzaba ante ella de una forma que nunca imaginó.
A su alrededor, se apostaban formas etéreas que lanzaban cánticos en voces conocidas, y tal vez soñadas por algún amor anterior.
Todo había sido real y el Anticosmos en algo se parecía a la escritura.
Al final, todo cobraba sentido, ella y sus amigos habían formado parte de una composición literaria de Danke.
Teresa metió la mano en el bolsillo del camisón y sonrió al sostener el Anticosmos entre sus dedos, no pesaba, y en algo se parecía a la escritura. Sabía que tendría que decirlo en voz alta, y que eso traería consecuencias, aun así lo dijo, al tiempo que ejecutaba sobre la tecla del órgano un sí agudo, un último aullido infernal.
¿Es el Anticosmos el primer pensamiento humano?-preguntó Teresa con los ojos cerrados.
De pronto, en algún recóndito lugar una niebla espesa oscilaba con calma expandiendo sus ramas en la fachada de un destartalado caserón, situado en lo más inhóspito del bosque de la reserva Dunfront, en el cual, una adolescente llamada Teresa contemplaba con melancolía como se marchitaba el otoño a través de la ventana de su alcoba.
La fría estancia ya se hallaba lo suficientemente limpia como para complacer a su madre, la señora Hárbury.
La muchacha advertía que esa pulcritud se debiera quizás a un intento por ocultar su pesar interior, algo que notaba pero que con toda certidumbre no fue siempre así...

Fin
 

Cuando los Cuervos presenciaron el auténtico final de Teresa y el Nigromante del Anticosmos escrito por Danke, sus cuerpos se fusionaron en uno y regresó la conciencia real de Matacuervo.
De modo que Matacuervo volvió a ocupar su cuerpo humano, apareció desnudo, renacido y cubierto de cicatrices.
Después, Matacuervo sujetó la espada capaz de dominar las mentes que siempre le perteneció y se la clavó a Danke en el corazón con una furia desmedida.
Al tiempo que la sangre ascendía por su garganta, Danke abrió los párpados y se limitó a observarle con los mismos ojos de rabia con los que miró a Mike en su enfrentamiento final junto al cohete en la reserva Dunfront.
Ahora, los albores de la Segunda Guerra Mundial y el soldado y el libro eran tan solo un eco en sus oídos, cuando la muerte aún flotaba en el ambiente, los hombres continuaban con sus quehaceres esperando promesas que romper, recuerdos que olvidar y vivencias que remitían a su dolorosa infancia; y sus últimas palabras envueltas en un odio infinito fueron:


¡Al fin lo recuerdo! ¡Por Kiel Aklator que recuerdo tu rostro! ¡Tú eras el maldito soldado!

¡¡¡Matacuervo!!!





*Escrito por Félix Manuel Olivera González, Librilla, 06/03/13

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